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DOSS 16: vocaciones en la biblia

13 May 2016
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Leyendo la Biblia, nos encontramos con personas que han sido, por su manera de vivir, testigos de Dios. Se nos presentan como modelos de fe. Se trata de Abrahán, Moisés, David, Jeremías, Rut...

Son hombres y mujeres que han vivido en épocas muy diferentes a la nuestra, y sin embargo, hay algo en ellos que es válido para todos los tiempos y lugares: su relación con Dios y con su proyecto.

Queremos proponerte la posibilidad de caminar con ellos: protagonistas en su tiempo. Y al caminar con ellos, queremos invitarte a ser también tú protagonista, hoy, de un nuevo mundo, de una nueva sociedad: el mundo y la sociedad que Dios quiere, el Reino que Jesús ha anunciado ya presente entre nosotros.

 1. Abrahán

UN NÓMADA

El primer gran personaje que encontramos en la Biblia es Abrahán.

Lee las páginas del libro del Génesis 12,1 hasta 23,20. En el personaje de Abrahán nos vamos a detener en esta primera reflexión.

Abrahán es un pastor que va de una parte a otra buscando pastos y agua para su ganado. Es un pastor nómada, inquieto y, a veces, solitario. Es alguien que busca en el desierto.

Abrahán es natural de Ur de Caldea y vivió hacia el año 1900 antes de Cristo.

Cada ser humano tiene una identidad propia que es compartida, a su vez por el grupo al que pertenece. Esta identidad se manifiesta en una serie de rasgos y características como son la lengua, el modo de vestir y de comer, la manera de celebrar la vida o la muerte...

Abrahán también tiene una identidad definida por la relación estrecha que mantiene con su familia, con su tierra y con sus dioses. Abrahán no es un personaje abstracto, es concreto, histórico, y esto lo hace cercano a nosotros.

PONERSE EN CAMINO

Abrahán está casado con Sara, pero no tiene hijos. Es rico, pero le falta lo más importante: el hijo que pueda garantizarle una continuidad después de muerto.

Aún hoy hay muchos grupos étnicos para quienes el principal bien es tener un hijo varón que continúe la descendencia familiar.

Abrahán debía estar triste, y en su soledad, en medio de la naturaleza, en un hueco del día o a la luz de la luna, oraría a su Dios y se lamentaría delante de Él.

Y Dios, que está al lado de los que le invocan con sencillez de corazón, tardó algún tiempo en revelársele, pero al final lo hizo.

¿Y cómo se le presenta? De una manera desconcertante: "Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre".

Dios conoce a Abrahán, sabe dónde vive, cuáles son sus preocupaciones, sus interrogantes... y precisamente porque le conoce se atreve a confiar en él proponiéndole un plan audaz.

UNA HISTORIA NUEVA

Pero salir, ponerse en camino, significa dejar algo. ¿Tendrá Abrahán que renunciar a su propia identidad, al mundo personal que poco a poco se ha ido construyendo, para caminar con Dios?

Abrahán, en lo secreto de su alma, ha pedido a Dios un hijo. Si fuese padre, sería feliz. Pero a sus setenta y cinco años, ¿qué puede esperar?

Dios, que rompe los esquemas de nuestra mente y desafía los razonamientos más perfectos, irrumpe en la vida de Abrahán, no para pedirle satisfacer sus necesidades inmediatas, sino para pedirle que renuncie a lo que tiene y que se ponga en camino.

A partir de este momento, Abrahán se da cuenta de que Dios es mucho más grande de lo que él había pensado. ¡Sí! Él pensaba que era sólo el Dios de su pueblo, que estaba para protegerlos y satisfacer sus anhelos. Y, sin embargo, Dios se le muestra en lo desconocido y arriesgado, en el horizonte que se percibe y no se toca.

¿Cuál es la respuesta de Abrahán? Deja lo conocido, lo que le da seguridad y, en el fondo, identidad, y empieza a caminar, con la única confianza de sentirse acompañado por Dios. El riesgo es grande. ¿Qué encontrará mañana? Abrahán confía en Dios.

El riesgo, basado en la confianza de que Dios guía nuestra vida, es el elemento básico y fundamental de la historia nueva que comienza con Abrahán: El futuro no depende ni de ti ni de mí; el futuro está en las manos de Aquel que nos ama y nos conoce profundamente.

UNA NUEVA FAMILIA

La llamada a Abrahán va acompañada de una promesa: "Haré de ti un gran pueblo... y en ti se bendecirán todas las familias de la tierra". Abrahán deja su tierra y la casa de su padre, para encontrar otra tierra y otra familia mucho más amplia que la conocida.

Dios llama a Abrahán a salir de su pequeño nido para abrirse a la universalidad. Le llama a salir de su pequeño proyecto para encontrarse con el proyecto de Dios.

Abrahán encuentra una nueva identidad. La identidad que le viene de unir a los pueblos, de ser con su presencia signo de fraternidad universal. Su tierra no será ya la de Ur de Caldea, sino la que vaya encontrando en el camino; y su familia no quedará reducida a Sara y Lot, se irá ampliando con las personas con las que entre en contacto.

PISTAS PARA EL CAMINO

Abrahán es un personaje muy sugerente para todo el que quiere vivir su vida abierta a la humanidad entera.

Para tu reflexión personal, te propongo que te detengas en la lectura del texto escrito, fijándote particularmente en lo siguiente:

1. 1.Abrahán, al ponerse en camino encuentra su plena identidad y el sentido de su vida. Pregúntate qué es lo que te da a ti identidad como persona: ¿Por qué vives, luchas, estudias o trabajas...? 
2. 2.¿En qué medida entra Dios en tu proyecto? ¿Tienes capacidad de riesgo?
3. 3.Lee Marcos 3, 31-35 y Lucas 9,23-26, compáralo con lo que has leído de Abrahán.

Sed escandalosamente utópicos.
Revolucionad la sociedad en que vivís,
 
empezando por vuestro propio corazón, por vuestra vida diaria.
Sed capaces de ser pobres, despegados. Despreciad el consumismo.
Sed capaces de trabajar, sí, de trabajar.
Estudiad para conocer el mundo y sus causas, todos los mundos;
 
y sed también puente.
Vosotros, sí, podéis ser puentes: puentes entre el primer y el tercer mundo, entre la primera iglesia y la tercera iglesia.
Y, si os sentís llamados a ciertos radicalismos más evangélicos, tal vez, hasta el sacerdocio y la misión, casados o no casados, ¡responded!
El Señor sigue llamando.
La misión sigue siendo esencial en la Iglesia.
Creo que vosotros, jóvenes de hoy, no tenéis menos capacidades
 
que Juan, o Moisés, o Abrahán, para responder al Señor que llama para la liberación de su pueblo.

Pedro Casaldáliga a los jóvenes

 2. MOISÉS

SOÑADOR DE LIBERTAD

Este final de siglo XX resulta sumamente paradójico. Por una parte, celebramos los 25 años de la llegada del hombre a la Luna; podemos prever y captar en el momento exacto la caída del cometa Shoemaker-Levy; se puede seguir en directo y cómodamente sentados en casa el traspaso de la soberanía de Hong-Kong a China o el mundial de fútbol... Pero nos resulta imposible detener el drama de tantos pueblos que intentan sobrevivir en medio de la violencia, el hambre y la desesperación.

¿Por qué sucede esta dolorosa realidad? ¿Por qué estamos más interesados en invertir ingentes sumas de dinero en la fabricación de un satélite que nos permitirá captar una serie de canales de televisión, en vez de solucionar, por ejemplo, la enfermedad de la malaria que produce millones de víctimas? Parece como si nuestro pequeño mundo occidental se estuviese encerrando en sí mismo, ocupándose de sus caprichos y delirios de grandeza, dando la espalda a la existencia trágica de tantos millones de hermanos.

HACE MUCHOS SIGLOS

Bastantes siglos antes de que Jesús naciese, había una gran potencia dominadora, Egipto, que, como la mayoría de las grandes potencias de todas las épocas, era lo que era porque sometía a sus intereses a los demás pueblos. Si uno de ellos se rebelaba, era rápidamente aplastado.

Egipto contaba con el aliciente de ser muy rico en cereales gracias, sobre todo, a las crecidas del Nilo. En época de sequía o escasez, los pueblos de alrededor bajaban a abastecerse de víveres. Como es lógico, mucha gente, atraída por el nivel de vida egipcio, se quedaba a vivir allí, realizando los trabajos que iban saliendo para ganarse la vida.

Ramsés II, el gran faraón egipcio, como todos los faraones que ha visto la humanidad, no quiso pasar por la vida sin dejar señales de sus huellas. Le entró la fiebre de construir monumentos, emulando a sus antepasados. Para ello necesitaba mano de obra barata. ¿A quién acudir? A los más indefensos y desprotegidos, a los inmigrantes venidos de otros pueblos, a quienes se destina a los trabajos forzados.

SACADO DEL AGUA

Pero Dios no permanece indiferente ante el sufrimiento humano. Su corazón está al lado de los humillados y explotados por la sed de grandeza del faraón.

La providencia de Dios se manifiesta muchas veces de una manera contraria al modo de pensar de los hombres. Pero siempre, en circunstancias y situaciones difíciles, surge el grito liberador de nuestro Dios.

Ahora bien, este grito Dios lo hace sentir siempre a través de personas muy concretas y nada especiales.

¿Quién iba a suponer que un niño abandonado en las aguas del Nilo y rescatado por un familiar del faraón, se convertiría años más tarde en el libertador de su pueblo?

Moisés es este niño abandonado y rescatado, que, luego, crece, es educado en la corte del faraón y es iniciado en la sabiduría egipcia.

Tiene todos los privilegios de pertenecer a la familia imperial. Su contacto con la realidad es limitado. Su mundo está dentro del palacio, donde se desarrolla su vida de cada día.

Desde pequeño se ha acostumbrado a ver la sociedad dividida: los poderosos, mandan y viven bien; los pobres, están destinados al servicio de los intereses de los primeros.

MOISÉS TIEMBLA

El orgullo de pertenecer al gran imperio, crece en el corazón joven de Moisés. Grandes proyectos e ideas se van gestando en su mente. Los jóvenes de su generación tienen la obligación de continuar la expansión y la grandeza de la sociedad a la que pertenecen.

Entre las ansias de grandeza y los proyectos de futuro, Moisés decidió un buen día dar un paseo por las faraónicas construcciones, donde los extranjeros trabajaban de sol a sol bajo la estrecha vigilancia de la policía egipcia. Y he aquí que, de pronto, observa que un vigilante egipcio maltrata a un trabajador israelita.

Moisés se encuentra, de golpe y sin haberlo buscado, frente a la cruda realidad. La ideología dominante la justificaba con los argumentos del poder, del orden y de la seguridad nacional. Esta realidad que Moisés descubre no es la que le han enseñado en el mundo artificial del palacio.

En su corazón surge inesperadamente el grito por la justicia: "¡Esto no es posible!". Y de repente, sin pensarlo, mata al agresor egipcio. Es su respuesta, no meditada, ante un hecho que le desconcierta profundamente: la grandeza del imperio egipcio está fundada sobre el desprecio de la vida de unos indefensos trabajadores. Y Moisés vuelve al palacio... Pero su corazón tiembla.

Difícilmente puede conciliar el sueño. Piensa en lo que ha visto y hecho, y en lo que le han enseñado. Está turbado e inquieto. Las cosas no coinciden.

Al amanecer del día siguiente se pone de nuevo en camino. Quiere conocer mejor la realidad, ahora no desde los manuales, sino desde el barro y los ladrillos. Pero la realidad es compleja.

Surge una pelea entre dos israelitas y él intenta poner paz. Uno de ellos le reprocha el crimen cometido el día anterior. Moisés, al ver que lo que hizo se sabe, se asusta.

MOISÉS HUYE

La noticia llega al faraón, que decide buscar a Moisés para matarle. El mismo faraón que lo había mimado y educado, ahora quiere acabar con él. Así pasa con todos los poderosos, que no aceptan la más mínima crítica a su sistema: o te sometes y te integras, o te buscan para eliminarte. El poder no admite soñadores de libertad ni de solidaridad.

Moisés huye hacia el desierto. Busca su propia seguridad. Y, ante las amenazas de muerte, encuentra refugio en Madián. Debió ser muy dura la experiencia. Todo pasó muy rápido, casi sin poder reflexionarlo.

Ahora, en el desierto, al lado del pozo, en la serenidad de la noche, Moisés piensa en lo acaecido. Es imposible volver a Egipto, debido a la amenaza del faraón y al rechazo de algunos israelitas. ¿Qué hacer? "Es verdad que es injusto lo que está pasando allí, pero debo salvar mi propia piel. Y, además, también tengo derecho a vivir mi propia vida".

Moisés se queda a vivir en la tierra de Madián. Se casa, forma un hogar, adquiere un rebaño para sobrevivir...

Y... los grandes sueños de conocer la realidad tal cual es y de liberar al pueblo oprimido se desvanecen, caen en saco roto. (Lee Éxodo 1 - 2)

PISTAS PARA EL CAMINO

4. 1.Moisés vivió hace mucho tiempo. Muchas cosas han cambiado. Y sin embargo, hay aspectos que coinciden. Compara Egipto y nuestro mundo de hoy. ¿Encuentras algunas semejanzas?
5. 2.Moisés, a pesar de estar muy bien educado y tener excelentes conocimientos, vive de espaldas a la realidad. Hoy día, la formación escolar, universitaria, los medios de comunicación social... ¿te ayudan a conocer la realidad de nuestro mundo?
6. 3.Ante el peligro; Moisés huye y opta por vivir su propia vida, porque él también tiene derecho a vivir tranquila y cómodamente. ¿Qué te parece esta actitud?

En el mundo, a través de personas muy concretas 
y de situaciones nada especiales, 
Dios hace oír su grito.

BUSCADOR DE SOLIDARIDAD

Cuando nos acercamos a la Biblia, surge en nosotros la reacción espontánea de idealizar a las personas que encontramos en sus relatos. Los consideramos seres especiales y extraordinarios, dotados de un "no sé qué" que les hace muy diferentes a nosotros. Idealizándoles, les quitamos toda la fuerza que pueden tener para nosotros.

Qué duda cabe que Moisés ha sufrido también este proceso. En nuestra mente está un Moisés de película, sobrehumano, rayando los límites de lo divino. Sin embargo, Moisés era como tú y como yo, de carne y hueso. Era un hombre y de él podemos aprender, hoy, cómo respondió, en su momento histórico, concreto, a la llamada que Dios le hizo.

En Madián

Ante el peligro que corría, Moisés huyó y se refugió en Madián. Allí se casó, formó un hogar y se ganaba la vida. Aparentemente Moisés ha recobrado la tranquilidad.

Durante este tiempo, en Egipto hubo un cambio de poder. Llegó un nuevo faraón que endureció, aún más, las condiciones de trabajo de los extranjeros. Desde siempre al pobre, cuando ha perdido todas las esperanzas humanas, sólo le queda el grito desesperado hacia Dios. En Él encuentra refugio y consuelo. "Al menos Él nos escuchará y verá nuestra situación".

Y Dios, que nos sorprende continuamente, resulta que se encuentra cerca, muy cerca de ellos. Pensamos en un Dios tranquilo en lo alto del cielo, pero Él está mucho más próximo de nosotros que nosotros mismos. Dios escucha las quejas de los pobres, oye sus gritos y se interesa por ellos, porque ellos son su gran debilidad.

En todas las épocas, también en la nuestra, Dios ha estado y está al lado de los más débiles y marginados. Si pensásemos en un Dios que no se preocupase de ellos, no sería el Dios bíblico, sería una proyección del hombre.(Éxodo 2,13 - 3,17)

EN EL DESIERTO

En el desierto, sin más horizonte que el cielo, el ser humano se interroga por el sentido de su vida. Allí encuentra el lugar de la purificación, del conocimiento de sus apegos, del suspiro por la libertad.

Moisés en el desierto, aparentemente moraba en la tranquilidad, pero la situación que vivían sus hermanos en Egipto debió de darle más de una vez vueltas en la cabeza. En su interior había una llama que no podía extinguirse. Por más que él intentara dejarla de lado, una y otra vez afloraba en sus pensamientos. "Es imposible seguir viviendo sin dar una respuesta a esta inquietud que no me deja vivir", se diría Moisés. Y un buen día decidió acercarse a esta inquietud para conocerla profunda y realmente. Y se puso en camino... Y Dios, que conoce el corazón humano, ve las intenciones de Moisés y sale, insospechadamente, a su encuentro.

Dios nunca deja solo a quien se pone en camino de discernimiento y búsqueda sincera. Antes de dar el primer paso, Él ya te ha ofrecido su mano para caminar juntos.

"MOISÉS, DESCÁLZATE"

¿Y cómo sale Dios al encuentro de Moisés? Llamándole por su nombre. Dios conoce a Moisés. Conoce su caminar, su pasado, sus deseos de un mundo justo, su lucha en favor de los débiles, su decepción, su huida y su refugio en Madián.

Dios ha estado con Moisés, aún cuando él no se haya dado cuenta. "Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda". Y, ahora, le sale al encuentro para llevarle a la plenitud de lo que busca, para dar respuesta al interrogante que no le deja vivir.

Pero, quizás, Moisés quería nadar y guardar la ropa. Su deseo de búsqueda iba unido a un deseo de seguridad. Y Dios no quiere términos medios, o se pone uno en la búsqueda, dejando de lado las pequeñas seguridades, o termina uno engañándose.

Si quieres entrar en el camino de Dios, hazlo libremente y descubriéndote, desnúdate ante la Verdad. Incluso las sandalias, que te protegen los pies de los posibles peligros, te sobran: ¡DESCÁLZATE! Dios te guiará por sendas desconocidas.

Y la verdad es que Dios está en el fango y en el sudor. Está donde los hombres sufren, lloran y cargan con el peso de la injusticia. Se halla donde los hombres están perdiendo el rostro humano. Dice Dios: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas, me he fijado en sus sufrimientos".

Moisés se descalza ante un Dios que se ocupa de quien está perdido, de quien sólo es un número para el sistema, de quien sufre los programas de planificación hechos desde arriba.

"YO TE ENVÍO"

Y Dios está tan enamorado de los hombres y en particular de los últimos de la tierra, que decide pedir a Moisés su colaboración.

¡No, Dios no está loco! Somos obra suya y por eso confía en nosotros. Es tan grande su confianza que deja la responsabilidad de este mundo en nuestras manos.

A menudo, descargamos la responsabilidad de lo que sucede en los demás. Que si gobernantes, que si ejércitos, que si poderosos... Y así seguimos viviendo autoconvenciéndonos de que no es tarea nuestra. Es una manera barata de autojustificar nuestro poco deseo de preocuparnos por los demás.

Pues bien, en el desierto no valen las excusas, ni tampoco las justificaciones. Lo único que vale es la disponibilidad para dejar que Dios haga en nosotros cosas grandes.

Es verdad que somos pequeños, pero no inútiles. Es verdad que cuando pensamos en todo lo que hay por delante, nos atenaza el miedo, pero, ¡ay de nosotros si nos dejamos condicionar por este miedo!

EL AMIGO DE DIOS

Y Moisés se pone en marcha confiando en la promesa que Dios le hace: "Yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir".

Así, Moisés inicia con su pueblo una de las historias de liberación más apasionante que ha conocido la humanidad.

¡No estaba solo! "El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo".

PISTAS PARA EL CAMINO

7. 1.Dios se nos presenta viendo y escuchando la opresión de su pueblo. ¿Te sientes cercano a los que más sufren? ¿Ves la situación en la que viven? ¿Escuchas sus lamentos? ¿Cómo?
8. 2.A pesar de que aparentemente Moisés vivía en la tranquilidad, había algo que no le dejaba vivir. ¿Qué inquietudes tienes en tu interior? ¿Cómo les das salida?
9. 3.Y Dios deja la responsabilidad de este mundo en nuestras manos. ¿Te sientes interpelado a colaborar con Dios en la realización de un mundo más justo? ¿De qué manera?
10. 4.El Señor hablaba con Moisés como habla un hombre con un amigo. ¿Cómo es tu relación con Dios?

¿Te sientes fatigado? ¡Oh hombre!, no descanses: 
no ceses en tu lucha solitaria, sigue adelante y no descanses...
El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él y disiparás sus tinieblas. Aunque la vida se aleje de ti, no descanses.
 
¡Oh hombre!, no descanses; procura descanso a los demás.

(Gandhi)

 3. SAMUEL

AQUÍ ESTOY, SEÑOR

Nos situamos en el siglo XI a. C. Un tiempo de transición.

Israel pasa de un modelo de confederación tribal a una monarquía centralizada, imitando con ello a los pueblos vecinos. Fueron momentos difíciles, se nos dice que "la Palabra del Señor era rara". El pueblo se alejaba de Dios en su afán de ser como los demás.

Cuando eclipsamos a Dios de nuestras vidas, nos llega la inseguridad, cedemos el paso a los intereses personales. Ya no buscamos ni la verdad ni la vida. Nuestra mentalidad se adapta a lo que domina, a lo que está de moda. Hacemos cosas, pero no vivimos.

LA VIDA DE UN JOVEN

En este contexto se desarrolla la vida de SAMUEL. En esta reflexión nos detendremos en el período que va desde su infancia hasta su juventud. Veremos cómo nació y se desarrolló su disponibilidad al proyecto de Dios, hasta el punto de decir: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Lee 1 Samuel, 1,1 - 4,1

Desde la infancia, Samuel vive al servicio del Templo. Había sido entregado por su madre a Dios para que le sirviera. Elí, el sacerdote encargado del Templo, es quien lo acoge y hace de él su ayudante.

Samuel es un adolescente que cultiva las actitudes de generosidad, del trabajo bien hecho, de prontitud para el servicio y de disponibilidad. "Hace cosas" para servir a Dios.

Elí es una persona preocupada para que todo lo que se hace en el Templo salga bien y se observe todo el ritual. Está apenado por el comportamiento de sus hijos. Pero es incapaz de ir más allá. No es una persona acostumbrada a la Palabra de Dios.

Esta situación va a influir mucho en el pequeño Samuel. También él, a pesar de todos sus valores humanos y su disponibilidad para servir, no está abierto a la Palabra de Dios, tiene poca familiaridad con Dios.

Esto también nos puede pasar a nosotros. Hacemos muchas cosas para los demás, dispuestos a ayudar y a echar una mano, pero sin haber sentido aún a Dios como Padre y amigo.

SUCEDIÓ UN DÍA

Es en este contexto donde Dios se hace presente interesándose por Samuel.

Era un día cualquiera. Sucedió en aquel día como podía haber sucedido en otro momento. De una manera inesperada e imprevista. Era de noche. Samuel "estaba durmiendo". Como muchas veces pasa en nuestra vida diaria, no nos damos cuenta de las cosas importantes y la vida se nos escapa de las manos. Vivimos pero estamos dormidos.

Samuel "dormía en el santuario del Señor", allí donde tenía su trabajo y sus ocupaciones habituales. "Donde estaba el Arca de la presencia de Dios". Samuel vivía rodeado de Dios, pero él no se daba cuenta. El Señor estaba a su lado y él no lo sabía. Samuel dormía.

¡Cuántas veces nos ocurre lo mismo! Vivimos nuestra vida como si Dios no existiese, sin percibir que su presencia inunda todo nuestro ser y que, en palabras de S. Agustín, "es lo más intimo de nosotros mismos".

EL SEÑOR LO LLAMA

Jamás hubiese pensado Samuel que el Señor le iba a salir a su encuentro. Para Samuel, Dios era algo abstracto, una idea, un objeto; nunca había experimentado que Dios es sobre todo una persona. El Señor, que lo conoce muy bien, se le acerca, le susurra palabras al corazón y lo llama por su propio nombre.

Samuel, en su disponibilidad, cree que es Elí quien lo llama y le responde inmediatamente.

Samuel no es capaz todavía de distinguir la variedad de voces que recibe. Para él, todas son iguales. Sin embargo, hay voces que son diferentes, que hablan al corazón. Y es que por aquel tiempo Samuel hacía muchas cosas para Dios, lo servía en el Templo, pero "no lo conocía todavía".

¿No nos puede pasar a nosotros algo parecido: años y años en grupos, en la Iglesia, participando en la Eucaristía, colaborando en tantas cosas y, sin embargo, no conocemos todavía a Dios?

Sólo más tarde, Samuel empieza a darse cuenta, con la ayuda del sacerdote Elí, que esa voz no proviene del exterior, sino de su interior. Descubre que Dios está con él, que se interesa por él y que le ofrece su amistad y su intimidad.

HABLA, SEÑOR

Su disponibilidad natural, ahora, Samuel la pone al servicio de Dios. Es Él quien habla. Samuel, por su parte, escucha.

Seguir a Jesús es ponerse en camino y dejarse guiar por Aquel que nos conoce, nos ama y quiere ayudarnos para que nos situemos en el Proyecto de Dios y nos convirtamos en Protagonistas del Reino. La escucha de la Palabra es el medio más eficaz para ir descubriendo nuestro lugar en dicho proyecto.

Toda vocación es un proceso que va madurando lentamente. Nada sucede de la noche al día. Estar atento a lo que se vive y se siente, dejarse ayudar por una persona, escuchar la Palabra... son algunos de los elementos importantes para ir descubriendo la llamada del Señor y poder responderle.

EMPIEZA A CRECER

"Samuel crecía y el Señor estaba con él". Para aquel joven se inicia un nuevo camino. Samuel pasa de una existencia simplemente buena, generosa, de ser un buen chico, a darse cuenta de la presencia de Dios que inunda toda su vida y que hace de él un profeta.

Poco a poco, mediante la escucha de su Palabra, se va familiarizando con Dios, hasta el punto de no ser él quien dirige su vida, sino Dios mismo que vive en él.

En este proceso, lo único que Dios nos pide es que estemos disponibles al diálogo, y dejemos que sea Él quien vaya guiando nuestro camino.

"Y la palabra de Samuel se escuchaba en todo Israel". Samuel deja de ser un niño que hace cosas, y se convierte en un adulto que vive la presencia de Dios. Si Dios lo ha elegido es para que su palabra pueda ser oída por otras personas, para que así puedan también ellos entrar en diálogo y familiaridad con Dios. Esto es la misión.

PISTAS PARA EL CAMINO

Podemos seguir el mismo camino de Samuel y reflexionar:

11. 1.En la vida, ¿basta con ser bueno, generoso, altruista, servicial...?
12. 2.Dios habla, Samuel escucha: ¿Cuándo me habla Dios?, ¿cómo lo escucho?
13. 3.Elí ayuda a Samuel. ¿Quién me ayuda en mi vida?

Pide al Señor poder comprender cómo te busca, cómo te habla, qué es lo que quiere decirte, dónde te quiere. 
En tu oración puedes usar el texto de 1 Samuel, 2,1-10.
 

Si quieres ser -perdona que te lo diga-, tienes que librarte, ante todo, del exceso de poseer que tanto te llena de pies a cabeza, que no deja más sitio a ti mismo y todavía menos a Dios.
Para librarte de ti mismo, lanza un puente más allá del abismo de la soledad que tu egoísmo ha creado.
Intenta ver más allá de ti mismo.
 
Intenta escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar, en vez de amarte a ti sólo.
 
Hélder Cámara

4. DAVID

DEBILIDAD DE UN HOMBRE

En nuestro caminar, ayudados por las personas que hallamos en la Biblia y que han vivido situaciones análogas a las nuestras, nos encontramos con DAVID, personaje central en la historia del pueblo de Israel.

La vida de David es amplia y profunda. Hoy nos vamos a fijar sólo en un aspecto de la rica personalidad de este rey: su debilidad.

Leemos 2 Samuel 11,1-12,14.

UN JOVEN CON SUERTE

David hizo en poco tiempo una carrera fulgurante. De ser un joven pastor al cuidado del rebaño de la familia, pasa a ser elegido como futuro rey y, poco después, a ser consagrado como tal. Es valeroso, es justo, es alegre y la suerte le sonríe.

Delante de sí tiene una gran responsabilidad. Se le considera el elegido por Dios para guiar a Israel por el camino de la Alianza. De él, de su manera de hacer las cosas, de relacionarse con los demás, va a depender, en gran medida, que el pueblo camine en la dirección correcta.

David vive una época de gran esplendor. Todo le sonríe y él se siente escogido por Dios. Él piensa que si Dios está con él, nada le puede fallar. Es joven, inteligente, lleno de fuerza y de vitalidad, siente que nada ni nadie puede oponerse a sus proyectos.

LA DEBILIDAD HUMANA

Pero David es humano. El hecho de ser elegido por Dios no le da ninguna ventaja respecto a los demás, ni le exime de nada. Es una persona, como cualquiera de nosotros, con sus virtudes y debilidades.

A David cada día se le presenta como una nueva oportunidad. Delante de sí tiene la posibilidad de realizar el proyecto de Dios. Una hermosa tarea que le pide sacar a flote lo mejor que tiene en su corazón.

Pero, justo por las enormes posibilidades que tiene, la tentación de considerarse autosuficiente y de creerse seguro está al acecho de David. Es la tentación en la que tantos caemos.

El camino del creyente, del escogido por Dios, no es algo ya hecho, sino algo que se va haciendo. Es necesario caminar, no detenerse, vivir despierto y estar vigilante. Y, sobre todo, hay que aprender que el camino no puede hacerse solo.

Se nos dice que David estaba durmiendo. Dormir es lo contrario de estar despierto. Uno puede vivir dormido en la vida, aunque cada día se levante, camine, coma, trabaje y se divierta. Uno vive dormido cuando no se mantiene fiel a los valores en los que cree y a la misión por la cual ha comprometido su vida. David se durmió en los laureles conquistados.

VIVIR DESORGANIZADO

La desorganización, en la vida de cualquier persona, es algo que se va originando poco a poco, no llega de golpe. Empieza cuando no se mantiene la actitud de vigilancia.

David cede a un deseo tan simple como el de la comodidad. Prefiere quedarse en Jerusalén antes de asumir el riesgo y la responsabilidad de marchar donde tiene que ir: al frente de sus tropas. Cree que domina la situación, que nada va a pasar; empieza a ceder, pierde la vigilancia sobre sí mismo. La comodidad le conduce a la pereza. Se aleja de los demás y se va convirtiendo en el centro. Poco a poco el horizonte, que antes era amplio y enorme, se reduce a deseos narcisistas.

Los suyos están luchando. David duerme la siesta. Se levanta al atardecer envuelto en su soledad. El resultado es conocido, se acuesta con Betsabé, la mujer de Urías, un soldado que estaba luchando en el frente.

David llega a la culminación de un proceso de pecado que empezó con algo muy simple a lo que no se le dio la importancia que tenía: se creía seguro, se había aislado de los demás y había perdido la vigilancia.

¿Quién recuerda al David alegre, seguro de sí mismo, confiado, respetuoso con los más indefensos, solidario con su propia gente? Ahora es arrogante, encerrado en su palacio, en su soledad.

HACER CÓMPLICES A LOS DEMÁS

El mal es irreparable. Pero David vive aún encerrado dentro de su reducido círculo de sentimientos y es incapaz de comprender el alcance real de su desorden. Su autosuficiencia le ha cegado.

Cuando uno ha perdido el horizonte, no es capaz de ser dueño de sí mismo. Cuando es el egoísmo el que rige el comportamiento, la inseguridad y el miedo empiezan a dominar a la persona.

Eso le pasa a David. El hombre seguro es ahora inseguro, el que era fuerte es ahora débil. David necesita introducir a Urías en su propio círculo, para tranquilizar su conciencia y quitar importancia a lo que ha hecho. Necesita que otros vivan como él para autojustificarse.

LA LEALTAD DE URÍAS

Pero Urías no es David. Tiene una misión que realizar y prefiere morir antes que ser incoherente con lo que se ha comprometido. David insiste, pero Urías no cede ante lo fácil e inmediato, permanece fiel a aquellos que están sufriendo y luchando.

Esta es la gran diferencia entre ambos. Mientras David pone en primer lugar sus deseos, sin pensar en los demás, Urías pone a sus compañeros en el centro de su vida y une su suerte a la de ellos.

David, que no es capaz de mirar más allá de su propia nariz, no puede soportar que un simple subordinado no ceda a sus presiones y chantajes, y no entre en su propio círculo. La solución no es otra que acabar con la vida de Urías porque molesta.

Ese hombre eres tú

El profeta Natán sirve de espejo a David para que se vea tal como es, en su debilidad y en su pecado. "Ese hombre, que ha hecho el mal, eres tú". El que ha destrozado una vida y arruinado una familia es David.

"He pecado contra el Señor", es la respuesta de David. Se ha dado cuenta. Natán le ha ayudado a abrir los ojos y ver la realidad que está viviendo. A pesar de su pecado, Dios le aguarda de nuevo. David acepta su debilidad, pone su confianza en Dios y junto con los demás vuelve a emprender su camino.

Sólo la presencia de alguien, desde fuera, puede ayudarme a darme cuenta de quién soy, de cómo estoy viviendo y hacia dónde camino. Para ello, se necesita humildad y apertura a los demás, sobre todo a quien puede ayudarme. La autosuficiencia conduce al narcisismo.

PISTAS PARA EL CAMINO

Lee detenidamente el Segundo libro de Samuel 11,1 - 12,14 y también el salmo 50.

14. 1.¿Encuentras algunos puntos de semejanza entre la experiencia de David y la tuya? Detente en ellos y analízalos.
15. 2.Imprescindible para que David vuelva a encontrarse consigo mismo, con los demás y con Dios, es la presencia de Natán. ¿Tienes a alguna persona que te ayude a ir leyendo lo que estás viviendo?

Líbranos, Señor, de la violencia y del egoísmo.
Que podamos gritar las maravillas de tu perdón.
Abre nuestros ojos, nuestras manos, nuestro corazón
a la reconciliación contigo y con los hermanos.
Y será la paz.

 5. ELÍAS

PASIÓN POR DIOS Y PASIÓN POR EL PUEBLO

La ley del pueblo de Israel nació en el pacto de la ALIANZA establecido con Dios. Esta Alianza consiste en el respeto y el amor al prójimo, compartiendo los bienes de la tierra para que no haya pobres en el país.

Con el pasar del tiempo, el recuerdo de la Alianza se va borrando de la memoria. Israel cede a la tentación de querer ser como los pueblos vecinos: ricos, poderosos y temidos. Los reyes organizan el ejército. Se adquiere prestigio y poder, pero se pierden los ideales y empieza el derrumbe moral y social.

ALIANZA CON LOS FENICIOS

El reino de Israel entra en un tiempo de fuerte desarrollo económico. Para aumentar la riqueza hay que producir cada día más, ganar mercados y exportar. Quien no produce se queda en el camino, marginado. Los fuertes se enriquecen; los débiles son cada vez más pobres. ¿Y la Alianza con Dios? Queda un recuerdo nostálgico pero lejano y olvidado.

En esta situación, Ajab accede al trono. Su única política es seguir creciendo y su ley está dictada por "el crecimiento económico".

Por intereses puramente económicos y estratégicos, el rey se casa con Jezabel, hija del rey de Tiro, pueblo de comerciantes. Jezabel llega a Samaria, capital del reino, acompañada de una corte de profetas de Baal, el dios de los fenicios.

Son unos años de prosperidad, pero a costa de graves injusticias sociales. En Samaria hay barrios de ricos y barrios de pobres. Los poderosos, para crecer, no dudan en pisotear los derechos de los más débiles, robarles la tierra y, si es necesario, asesinarles. Ciertamente a esta nueva cultura estorba la Alianza con Dios. Hay que olvidarla, no sirve. ¿Qué mejor que pasarse a Baal?

Baal es el dios hecho a imagen y semejanza del hombre que sólo busca sus propios intereses. Baal es el dios integrado en un sistema tremendamente injusto, es el dios que justifica las diferencias sociales.

Baal es un dios que entretiene al pueblo alienándolo con sus fiestas. Así los profetas de Baal se convierten en funcionarios del nuevo sistema socio-político-económico que ha sido implantado en el país. Pagados por el rey, los nuevos profetas sirven a la nueva ideología.

MI DIOS ES YAHVÉ

Hacia el año 860 a.C., en Tisbé, un pueblecito al otro lado del Jordán, surge un profeta de Yahvé llamado Elías. Surge de un "no puedo más", de la situación social tan degradada, de la manipulación y del desprecio del hombre."No puedo quedarme tranquilo en Tisbé. ¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo!".

Elías es un apasionado de la Alianza que Dios había hecho con su pueblo. La lleva en la sangre, le hierve por dentro y no le deja tranquilo. Su nombre indica esta pasión: Elías, significa: "Mi Dios es Yahvé".

Y Elías deja Tisbé. Se pone en camino hacia lo inesperado, lo no previsto. Sólo conoce lo que deja, pero la pasión por la Alianza es tan grande que todas las dificultades le parecen pequeñas con tal de ser testigo de la verdad. Yahvé ha entrado en su vida, ha tocado su corazón y le ha hablado con amor, el lenguaje más auténtico. Desde este momento se inicia la relación de seducción entre Dios y Elías, que marcará toda su vida.

El caminar de Elías será disponibilidad a ir a una parte o a otra, a hablar con el rey o con el pueblo, a gritar y a luchar. Elías no se pertenece a sí mismo, ha quedado seducido por Yahvé. No le mueven intereses personales, sino que "Me consume el celo por el Señor, porque Israel ha abandonado la Alianza". Será este celo y esta pasión lo que dará sentido a toda su vida.

Ciertamente es la experiencia de Dios, encontrado en la soledad del desierto, en la escucha de su Palabra, en el análisis de la situación de su sociedad, la que le lleva a desenmascarar a Baal, falsa imagen de Dios divulgada por el sistema, por el rey y su entorno.

CON LOS QUE SUFREN

Nabot es un pequeño agricultor, apegado a la tierra que ha recibido en herencia y que es su única fuente de sustento. El rey se encapricha de su viña. ¿Quién puede oponerse a los caprichos del rey? Sólo quien tiene conciencia de su propia dignidad y éste es el caso de Nabot. Por desgracia, no la tienen ni sus paisanos ni los notables de su pueblo. Cualquier testigo bien pagado es bueno para satisfacer al rey aunque para ello haya que acusar al inocente.

Elías sufre el dolor de los débiles explotados, se rebela, no puede aguantar la falsedad, no puede soportar el crimen cometido contra los débiles. Su fuerza es Dios y, así, denuncia el crimen del poderoso.

El pueblo abandona la Alianza, se acomoda a los "nuevos tiempos". Va calando en las conciencias de la gente el "sálvese quien pueda". La masa, sin conciencia crítica, es víctima de los altavoces propagandistas del sistema, los profetas de Baal, que comen en la mesa del rey.

Elías no puede callar ante tanta mentira. Su pasión por "el Señor del Universo a quien sirvo" le lleva a subir a la palestra y a encararse, para desenmascararlos, a estos propagadores oficiales de la mentira.

Esto significa enfrentarse al rey y al pueblo que, falto de confianza en Dios, debe continuamente apoyarse en falsas seguridades. "¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas?". Estas falsas seguridades quitan la libertad y convierten al pueblo en piezas del sistema. Es necesario que el pueblo despierte y se rebele ante tanta perversidad.

DIOS EN LA PERSECUCIÓN

Elías se convierte en un estorbo para el sistema que no admite la más mínima crítica. Se le busca y se le persigue por orden de Jezabel que quiere quitarse este estorbo de su camino. Elías tiene que huir. Conoce el camino largo de la soledad. La vida se convierte en un peso insoportable para él que se considera a sí mismo como el único defensor de la Alianza.

Sin darse cuenta, su celo le ha llevado a desplazar a Dios y a ponerse a sí mismo en el centro. Ha caído en un arriesgado protagonismo. Es hombre al fin y al cabo. Tanta es la carga, que desea la muerte.

Elías saborea el fracaso. Debe crecer, debe asumir su propia debilidad y descubrir que no es él quien defiende a Dios sino que es Dios quien le defiende y le protege a él.

El camino es superior a sus fuerzas, Dios le sale al encuentro y le ofrece alimento: "sigue caminando, pero no confíes en tus propias fuerzas, no te consideres el mejor por estar haciendo lo que yo he revelado a tu corazón. Camina con humildad y con disponibilidad. No te faltará el alimento que te dé fuerza en tu caminar".

En el fracaso Elías aprende a conocer al Señor que no es un Dios que se manifiesta en la fuerza, ni en la presunción, ni en el orgullo, sino "en la brisa tenue", en lo pequeño, en lo aparentemente imperceptible, y, para descubrirlo, hace falta tener los oídos bien abiertos y, sobre todo, el corazón libre.

Y a partir de aquí, empieza la verdadera libertad.

PISTAS PARA EL CAMINO

No olvides de leer los capítulos de la Biblia que hacen referencia a Elías (1 Reyes 17 - 21), hazlo comparando la sociedad de Elías con la nuestra. Luego pregúntate:

16. 1.Baal es el dios del poder, Yahvé el Dios de la Alianza y de la vida. ¿Quién es mi Dios? ¿A cuál de ellos estoy dedicando mi vida?
17. 2.Dios estaba en la brisa tenue. ¿Dónde percibo yo la presencia de Dios? ¿Qué produce en mi corazón? ¿Qué respuesta doy?