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DOSS 26: BRASIL, 500 AÑOS DESPUÉS

13 May 2016
2033

Llegaron, se apoderaron de la tierra, despojaron a sus legítimos dueños y, quinientos años más tarde, la injusticia continúa. Ese podría ser el resumen de la historia de Brasil. Una historia que no se distancia mucho de la de tantos otros pueblos del sur de nuestro mundo: los pueblos empobrecidos.

También hay otra historia paralela. Llegaron, plantaron la Cruz, se pusieron al lado de los pobres y han formado comunidades que trabajan para que un día florezca la justicia. Nos gustaría que así pudiese narrarse la historia de la evangelización de Brasil. En gran parte es verdad, pero no del todo. Hubo misioneros santos, que sólo con la fuerza del Evangelio se pusieron al lado de los pobres, de los indígenas, de los esclavos. Pero hubo quienes se pusieron al servicio de los colonizadores. Hubo misioneros mártires, pero hubo también quienes justificaron la injusticia. Quinientos años después, la Iglesia ha pedido perdón por sus desaciertos, por su participación en la injusticia, por su pecado. “Pedimos perdón por los pecados que cometimos contra nuestros hermanos y, en particular, contra los indios, cuyos derechos no siempre fueron respetados” -dijo, en una solemne celebración ante más de cien mil personas, el obispo Mons. Jaime Chemello. Y continuó diciendo: “Pedimos perdón por no haber respetado siempre la dignidad de hijos de Dios de nuestros hermanos y hermanas negros”. Añadió también: “La mirada al pasado no debe hacernos olvidar los numerosos problemas de injusticia que se viven hoy en Brasil”.

Este dossier que te presentamos se pone en esta línea. Quiere dar a conocer las muchas injusticias que aún esclavizan a la mayoría de la población brasileña. Te ofrece también el testimonio de quienes están al lado de los pobres para alimentar con el Evangelio su esperanza. Leyéndolo conocerás mejor Brasil: país rico, pero de población pobre.

NO HAY NADA QUE CELEBRAR

¡En la resistencia! Es así como los remanescentes, o sea, los descendientes de los esclavos Africanos, junto con los indios, los 'sin tierra y sin techo', entienden celebrar, durante el año 2000, los 500 años de la conquista o del descubrimiento de Brasil. Claro que no se trata de los que lo celebran desde el gobierno. Son los otros brasileños: los que no se dejan emborrachar por los discursos del presidente Cardoso; los que siguen siendo considerados de segunda división; los que han experimentado (y siguen experimentando) en carne propia siglos de opresión, marginación y muerte. Son los que hoy quieren, por fin, ver garantizados sus propios derechos.

Este dossier ha sido elaborado por Savio Corinaldesi, misionero javeriano con más de 30 años en Brasil, y por el periodista brasileño Paulo Lima. Al comienzo, nos invitan a leer algo de los diarios de los antiguos conquistadores. Después, nos ayudan a descubrir que hoy, en Brasil, se está realizando una nueva colonización, diferente en los medios pero igual en los efectos devastadores. Nos llevan también a comprender cómo en las fazendas aparecen nuevos esclavos que, junto con los indios y los “sin tierra”, quieren celebrar la resistencia, la lucha y la utopía. Ellos nos proponen construir otros 500 años, esta vez en mutirão (palabra de origen tupi-guaraní que significa trabajo comunitario), marcados por un verdadero encuentro de culturas.

Danzando para Dios

El 9 de marzo de 1500 se hacía a la mar desde Lisboa, al mando de Pedro Alvares Cabral, una flota de 13 barcos que, además de la gente de a bordo, llevaba 1500 soldados, 9 sacerdotes diocesanos y 8 franciscanos conducidos por fray Enrique de Coimbra. "Su meta era la India, -recuerda en sus escritos fray Venancio Willeke- pero la providencia quiso que fueran los primeros que participaran de un acontecimiento único e inesperado". El martes de Pascua -era el 21 de abril de 1500- se encontraron con una novedad sorprendente: sobre las olas del mar flotaban unas hierbas, signo evidente que estaban próximos a la tierra.

Al día siguiente, a la hora de vísperas, vislumbraron una montaña que Alvares Cabral, en el vivo recuerdo de la resurrección que acababan de celebrar, llamó de buenas a primeras Monte Pascual, mientras que a la tierra que se les hacía siempre más cercana la llamó Tierra de la Vera Cruz, como recuerdo de la semana santa. Fray Venancio sigue escribiendo: "El 24 de abril la armada entró en la bahía de Porto Seguro, donde se quedó hasta el 2 de mayo para poder tener un primer contacto con los indios tupiniquim". En este primer contacto de representantes de dos razas, los nativos tuvieron la ocasión de observar dentro de los barcos los signos del lujo, de la riqueza y de la nobleza, símbolos de la autoridad y prueba de una cultura superior.

Pero los hijos de la selva quedaron insensibles ante aquella riqueza y aquel lujo, prefiriendo y apreciando más el rito del domingo de Pascua celebrado en el islote de la Corona Roja por Fray Enrique de Coimbra, con la presencia de cristianos y de paganos: era la primera misa en tierra brasileña. Vaz Caminha, cronista oficial de la expedición, completa la noticia transmitida por los frailes diciendo que "la misa fue oída con mucho gozo y devoción también por los indios, que observaban atentamente los sagrados ritos y escuchaban las extrañas melodías nunca antes cantadas en aquellas tierras. Durante el rito, los indios imitaban fielmente los gestos que veían hacer a los portugueses. Y por nada satisfechos de su participación pasiva en la sagrada liturgia, los tupiniquim en cierto momento se pusieron de pie y ejecutaron una danza al ritmo de su música primitiva, dándole a Dios su bien intencionado obsequio y dando prueba de cuánto les agradó el culto divino celebrado".

Oro y plata

Con mirada menos mística, Pedro Vaz Caminha continúa con su crónica para el rey de Portugal: "Esta tierra, señor, es, de extremo a extremo, una gran playa muy lisa y bella. La tierra firme, vista desde el mar, parece muy grande; el clima parece sano y agradable. Es así de buena que, queriéndola cultivar, produciría de todo porque hay abundancia de agua. Los habitantes son de piel oscura, tirando a rojiza, la cara y la nariz están bien modeladas. No usan vestidos. Están tan preocupados de cubrir sus genitales como de cubrir su cara. Son tremendamente inocentes. Sus cuerpos, limpios y sanos, no podrían ser más bellos".

Pero aquella expedición no se dedicaba a estudiar otras tierras ni a conocer otras culturas. Tampoco era su finalidad plantar allí la Cruz de Cristo, a pesar de llevar consigo a muchos misioneros. De hecho, continúa la crónica:"Después el capitán fue río arriba. Se encontró con un anciano... pero no le entendía, ni él entendía nuestras preguntas acerca del oro, ya que era lo que nos interesaba. Hasta la fecha no hemos logrado saber si hay oro o plata en esta tierra u otro metal o hierro; ni hemos visto nada". Así, el desconsolado Pedro Vaz Caminha nos descubre los verdaderos intereses de aquella expedición: encontrar oro y plata para enriquecer las arcas de Portugal. Los misioneros que acompañaban a los "descubridores" en aquel viaje, debían sencillamente realizar aquellos ritos sagrados, signos de "una cultura superior", que no molestasen a los señores de la expedición y tuviesen entretenidos y fascinados a los indios.

Los nuevos conquistadores

El 13 de enero de 1999, no por el mar en frágiles galeras, sino por los caminos más cómodos de la informática, desembarcan en el suelo brasileño los nuevos conquistadores. Es el inicio de la política neoliberal del presidente Cardoso. Esta vez los conquistadores se llaman Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial y llevan los estandartes de Compañías Multinacionales. Los recién llegados no predican la ley de Dios ni celebran una misa, imponen la ley del mercado y adoran al beneficio como fin último de todo.

Viendo el país, quedan admirados porque Brasil es rico en recursos naturales y es un sabroso mercado de 160 millones de personas. Examinan con interés el gigantesco parque industrial levantado con el sudor de generaciones de brasileños. Toman contacto con las autoridades centrales del país y las persuaden (a cambio de espléndidas indemnizaciones y gracias a la 'doctrina' de la superioridad de todo lo que viene del Norte) de la conveniencia de aceptar sus recetas para alcanzar la felicidad en este mundo.

Se da la casualidad de que muchas de estas autoridades han estudiado en las universidades yankees o europeas y han asimilado el sentido de inferioridad del colonizado frente al colonizador. Ellos también, como sus antepasados indios, han tenido ocasión de observar dentro de los barcos los signos del lujo y de la nobleza, símbolos de la autoridad y prueba de una cultura superior. La diferencia es que ahora quedan seducidos por lo que ven dentro de los barcos. En breve, se toma la decisión de entregar a los recién llegados las inmensas tierras cultivables, la madera de los bosques, el subsuelo rico de materias primas, la fuerza de los ríos necesaria para producir energía eléctrica 'sin peligros ecológicos', las industrias, los entes estatales, todo lo que fuera o pudiera ser un valor.

También ahora, para engañar a los primitivos, utilizan espejuelos de vidrio, bolitas de colorines y pitos con nombres exóticos que nadie entiende: currency board, circuit breaker, flight to quality, hedge, standard & poor's, rating, Bm&F... Pero la traducción llega a los pocos días. En la reunión del Consejo municipal de salud de Altamira, el alcalde Claudomiro Gomes dice que el centro de salud se abrirá sólo por la mañana, que hay que reducir el servicio de análisis, que es necesario despedir a una parte de los empleados y que es urgente reducir el reparto de medicinas. La Sra. Melo, representante del Movimiento de Mujeres, protesta: "¿Reducir? Estamos aquí para mejorar la salud que ya de por sí es una calamidad, ¿por qué reducir aún más?" Le replican: "Hay que disminuir los gastos. Habéis oído lo que dijo la TV: la crisis es nacional; aún más: mundial y tenemos que adaptarnos".

 

Todos en fila

El gobierno, para acatar las órdenes de los nuevos dueños y aplicar sus recetas para alcanzar la "modernización y la competitividad", ha realizado severos recortes en los recursos programados en beneficio de los niños, jóvenes y ancianos. Así, a los 341 millones de reales (150 millones de dólares) previstos para el programa social, se le restan 98 millones, el 28,7%, lo que significa que unas 600.000 personas no tendrán la ayuda programada. En 1998 fueron destinados 250 millones de reales para realizar préstamos a los pequeños colonos para que con ellos pudiesen comprar semillas. En 1999 esta ayuda se suprime. Después, el país necesitará comprar arroz en Viet Nam, judías en China, trigo en Argentina, con ello aumentará la deuda externa y el desempleo interno. Hoy, según los datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), más de 10 millones de familias brasileñas (una tercera parte de la población) malviven con unos ingresos inferiores al salario mínimo establecido. Para estas familias estaba prevista la creación de un programa de renta mínima que debía asegurar un aporte gubernamental a cada familia necesitada. Con la receta del FMI (Fondo Monetario Internacional) este programa de ayudas ha sido suprimido.

Si la política económica adoptada por el Gobierno tuviese una base de cordura, podríamos conformarnos y hacer un sacrificio hoy para vivir mejor mañana. Pero, por voces autorizadas que nos llegan de prestigiosos profesores de economía, el futuro que nos espera no es en absoluto de los mejores. "Lo que el FMI acaba de programar para Brasil es un camino sin retorno hacia el colapso económico y social. La tragedia empieza con el nuevo aumento de los intereses que ya están en un nivel absurdo. Esto tiene un doble efecto negativo: aumentar la recesión y encarecer la deuda pública. Esta receta empeora el caos fiscal y aumenta dramáticamente el "riesgo-Brasil" en la percepción del mercado financiero. Y éste es el camino más rápido hacia la insolvencia interna y externa", ha declarado recientemente Jeffrey Sachs, profesor en la Universidad de Harvard. "No es el pueblo brasileño el que se equivoca. Es el sistema de poder de Brasil que insiste tercamente en apostar peligrosamente para ganar las elecciones. El gobierno debería haber 'corregido' el cambio durante la crisis asiática (noviembre 1997) o en la crisis rusa (agosto 1998) y no por razones electorales. El FMI y el G7 están apoyando una bomba de efecto retardado. ¡Un horror!", ha declarado Rudinger Dornbusch, profesor del MIT.

El saqueo continúa

Para el indio, cortar un árbol comporta todo un rito. La operación es precedida, acompañada y seguida por gestos, símbolos, invocaciones: se pide perdón por la violencia que se va hacer, se dicen las razones, buscando la manera de explicar al espíritu del árbol que el sacrificio es necesario. Los marineros de Pedro Alvares Cabral, esos seres misteriosos llegados en la gran canoa desde donde todos los días nace el sol, no hicieron algún rito cuando tumbaron el primer árbol en Brasil. Pero aquel árbol muy pronto fue transformado en cruz y a los pies de aquel misterioso objeto fue celebrado un rito que, por cierto, no debió ser muy solemne (considerando las circunstancias) sólo lo suficiente para impresionar a los habitantes de las tierras que acababan de 'descubrir'.

Aquel árbol cortado en la orilla del Océano Atlántico, en la tierra de Porto Seguro, fue el primero de una larga serie que, al ritmo actual, terminará sólo cuando no haya más árboles que cortar. El pau-brasil (madera-ascua que da nombre a Brasil), en pocos años (1503-1530) desapareció prácticamente de la flora de la costa del país. Como toda actividad de ultramar, la explotación del pau-brasil era monopolio del rey. Sólo podía dedicarse a eso quien hubiese pagado para ello. Muchos pagaron y Brasil siguió exportando el pau-brasil hasta los comienzos del siglo XX. Desde 1500 hasta 1978 han sido devastados 152.000 kilómetros cuadrados (¡una tercera parte de España!) de selva en la región de Amazonas. La forma depredadora de los recursos, sin preocupación para el futuro, se usa sistemáticamente con todos los demás productos de Brasil (minerales, vegetales y animales).

En 1978 el gobierno brasileño, presionado por la opinión pública internacional que empezaba a preocuparse por el equilibrio ecológico, creó un ambicioso programa de control de los bosques, utilizando para esto incluso satélites artificiales, los mismos que se usan para detectar la presencia de minerales interesantes. A pesar de esto, en veinte años, de 1978 a 1998 la tala de árboles en la región de Amazonas alcanzó casi 400.000 km2 de bosque (dos veces y medio más de lo que se hizo en los 4 siglos anteriores). Hoy Brasil tiene el triste primado de ser el país que de forma más amplia ha devastado la vegetación en toda la historia de la humanidad. Y el proceso no parece que vaya a detenerse. Desde 1995 hasta 1997 hubo cierto freno en la tala, pero, según los datos facilitados en febrero de 1999, en 1998 habían sido devastados 16.835 km2 de bosque, contra los 13.227 del año anterior.

Conocidos estos datos, el gobierno brasileño intervino (más por presión de la opinión pública que por convencimiento): el ministro del medio ambiente, José Sarney Filho, el 12 de marzo 1999, retiró el permiso concedido a ATPF para la comercialización de los productos forestales, bloqueando así un gigantesco negocio y metiendo en crisis una de las actividades económicas más rentables del norte de Brasil. La reacción del sector fue inmediata y arrolladora: gobernadores, industriales y políticos se quejaron y en menos de dos semanas el decreto fue retirado y la situación volvió a lo de siempre, a saber: "seguiremos devastando, a nuestro antojo, también en 1999". La realidad es que estando el FMI en la dirección de la economía brasileña, no hay muchas esperanzas: lo que hoy cuenta es exprimir a Brasil cuantos más dólares mejor "para hacer frente a los compromisos con la comunidad económica internacional".

Pero no acusemos a nadie fácilmente, ya que no podemos olvidar que la madera buena de la selva amazónica no se queda en Brasil: sale hacia los mercados europeos y norteamericanos. Sucede exactamente como ocurrió con el pau-brasil, que los portugueses extraían de la costa de la "Tierra de Vera Cruz" hasta que acabaron con él. Y pase, si sólo fuera el pau-brasil. Es significativo que un reciente texto de historia, publicado para recordar los 500 años de presencia europea, divida la materia en cinco capítulos: el Brasil de la madera; el Brasil del azúcar; el Brasil del oro y de los diamantes; el Brasil del café; el Brasil del acero y del petróleo. Madera, azúcar, oro, diamantes, café, acero y petróleo..., bienes que han hecho y hacen rico a Brasil, pero que no se quedan en Brasil. Brasil existe (también en la mentalidad de las élites brasileñas) por lo que puede exportar. Y en los últimos meses, después del vendaval que asustó a las bolsas, podríamos añadir otro artículo de exportación: los dólares que, sin ser producto local, simbolizan y resumen todas las riquezas del país.

¿Quién sale ganando?

"El presidente Fernando Enrique Cardoso se enoja cuando lo acusan de ser 'neo-liberal'. Y tiene razón. Es una ofensa grave", escriben Helio y Selva Amorím en "Rede", boletín de las clases medias (Río de Janeiro, marzo 1999)."Quiere decir que el acusado es insensible a los sufrimientos del pueblo y pone la economía por encima de las personas. Es que no hay manera de desmentir a los que le acusan. Profesor de gran experiencia y de fácil palabra, intentará demostrar, con la elocuencia que le es propia, que sigue siendo un social demócrata".

Pero la diligencia con que intenta seducir y proteger de cualquier riesgo a los especuladores internacionales, al tiempo que se somete a la demolición de las políticas sociales con violentos recortes a los subsidios para sus programas, contradice su discurso. El modelo económico, obsesivamente defendido de cualquier esfuerzo de cambio, impuesto por el FMI, sigue transfiriendo la riqueza del país, o sea, del pueblo y de los programas sociales, a las manos de listos agentes de bancos sin que nadie castigue este asalto a mano armada que se realiza en cada minuto, de día y de noche. Las armas más utilizadas son la manipulación de la cotización de la moneda y de los títulos de la deuda pública en las bolsas. Y esto se hace, generalmente, aceptando informes que llegan desde las mafias de la criminalidad. Lo que pasó en enero de 1999 es uno de los tantos ejemplos: 181 bancos obtuvieron en este mes una ganancia de 3.300 millones de reales. En un solo mes la ganancia fue superior a la que habían realizado durante todo el año 1998.

Cuando alguien gana de forma espectacular, no hay duda de que alguien pierde de forma igualmente espectacular. El pueblo está cada vez más empobrecido, mientras los bancos y las multinacionales cada vez obtienen mayores beneficios. Entre estas listas de instituciones bancarias que se lucran de este negocio, las que acumulan más beneficios son los bancos extranjeros: Chase Manhattan, Morgan Trust, Citibank, Bba y J.P.Morgan. Últimamente, Iberdrola, Telefónica y Portugal Telecom han sabido aprovechar la devaluación del real (moneda de Brasil), transformando el préstamo concedido en 1988 al gobierno brasileño en la compra, a bajo precio, de cuatro empresas brasileñas de telecomunicaciones. En la operación, las citadas compañías realizaron un beneficio de casi 1.700 millones de dólares. Hace quinientos años no se usaban los dólares, ni se transferían los millones apretando una tecla del ordenador. Las riquezas de los países colonizados había que transformarlas en lingotes de oro o plata, o en sacos de azúcar o especias, y se transportaban en grandes naves. Se hacía a la vista de todos. Ahora el resultado sigue siendo el mismo, pero sin el peligro de los piratas.

Una mancha que no se puede borrar

El primer contacto oficial entre portugueses y la gente de la tierra de “Vera Cruz" ocurrió en 1500. En 1502 fue introducida en Brasil la caña de azúcar. En aquel mismo año llegaron a América los primeros esclavos Africanos. Empezaba así una vergonzosa historia, la de la esclavitud, que inútilmente se intenta ocultar.

Quinientos años después, los días del 18 al 21 de marzo 1999, el Grupo móvil de control del Ministerio de Trabajo y la policía federal, en una operación relámpago, entraron en la hacienda "Maciel II", más conocida como "Gleba Oeste" de propiedad de Jeová de Souza Pimentel, en el municipio de São Félix do Xingú. Allí sorprendieron a unos ciento cincuenta jornaleros sometidos a régimen de esclavitud. Lo que contaron aquellos esclavos es espeluznante. Habían sido reclutados en Mato Grosso por un traficante, de nombre Antonio Avelino, apodado "el Gato", quien les prometió 2.000 reales (unos 1.600 dólares) a cada uno por tres meses de trabajo en la tala del bosque que había en las 2.500 hectáreas de su fazenda. La tentación fue grande y picaron. Pero el sueño terminó enseguida. Ya durante el viaje, realizado en camiones de ganado, fueron víctimas de violencia, vejaciones y privaciones. Comían, cuando se la daban, sólo harina de mandioca con agua y no todos los días. Muchos enfermaron durante el traslado. En la fazenda vivían en cobertizos improvisados, protegidos por plásticos negros; bebían agua sucia y maloliente, causante de infecciones intestinales y renales; y había malaria. A pesar de ello, carecían de cualquier tipo de medicamento. Para poder vivir, compraban los alimentos en la tienda de la fazenda donde el encargado de la venta nunca decía el precio de las cosas. Casi todos analfabetos, se les robaba lo poco que tenían. A final de mes, descubrían que, en lugar de tener un crédito, estaban endeudados a más no poder. Y para pagar esta deuda debían continuar trabajando y endeudándose siempre más.

El administrador, Rodolfo Pimentel (hermano del propietario de la fazenda) y el Gato, Antonio Avelino, lograron escapar antes de que llegara la policía. Se cree que alguien les avisó. Las investigaciones han revelado que Antonio Avelino hizo dos viajes a Mato Grosso para contratar obreros: en un primer viaje reunió a 170, y a 45 en el segundo. Pero en la fazenda, cuando llegó la policía, tan sólo había 150 hombres. ¿Y los demás? Algunos seguramente habían huido al no aguantar la fatiga; pero es fácil suponer que no pocos perdieron su vida en el corazón de la selva, víctimas de la malaria, de la diarrea y del vómito, de las picaduras de los insectos y por las privaciones. No había ayuda alguna y era difícil escapar, ya que los únicos caminos para salir de la selva eran los que habían abierto los traficantes de madera y sólo sus camiones transitaban por ellos. La fazenda agropecuaria "Maciel II" se encuentra a menos de 100 km. de la fazenda "Flor da Mata" donde, hace ahora un año, los mismos agentes de control del Ministerio de Trabajo descubrieron la existencia de otros 220 obreros en condiciones de esclavitud y además un polvorín de armas y municiones.

Una ley que no sirve

La ley establece que las fazendas en las que se descubre la existencia de esclavos deben ser secuestradas y utilizadas por el gobierno para la reforma agraria, al tiempo que deben ser encarcelados sus propietarios. Pero ¡tranquilos! Quien puede pagar se libra de la cárcel. Además, los dueños de estas fazendas están bien amparados: pierden la propiedad de la tierra, pero tienen derecho a percibir, del Estado, el equivalente a las mejoras que han realizado en la propiedad. Y la estimación de estas mejoras está hecha por personas muy sensibles a las propinas. O sea, que muy fácilmente lo que debería ser un castigo se convierte en un magnífico negocio. Los esclavos quedan libres, pero sin dinero, sin trabajo y sin casa. Los esclavizadores se quedan con la indemnización del gobierno.

Según una estimación hecha por la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), organismo de la Iglesia Católica, en la región de Xingú, son 614 las personas que han sufrido en 1999 la esclavitud. Un estudio de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia de los Obispos de Brasil y de la CPT revela que desde 1987 a 1997, decenas de fazendas han utilizado esclavos, particularmente en el estado de Pará. Una prueba del desprecio de las autoridades brasileñas por la vida humana está en la manera de tratar el problema en el ámbito legal. Hace pocos meses ha sido aprobada, después de 4 años de discusiones, la ley que castiga la práctica del trabajo esclavo, pero ya hemos visto cómo se aplica, siempre en beneficio del propietario de la fazenda.

En la misma página del periódico que relata la noticia del trabajo esclavo en la fazenda "Maciel II", encuentro la noticia relativa al secuestro de Wellington Camargo, hermano de un conocido cantante. Wellington ha sido liberado hace tres días y las autoridades ya han recuperado el rescate que había sido pagado (300.000 dólares) y capturado a 16 de los 18 secuestradores. La curiosidad la cuenta el mismo periódico: con la ayuda del FBI, la policía brasileña sugirió a la familia del secuestrado que escondiera entre los dólares para pagar el rescate un chip que ha guiado a los investigadores en la búsqueda del dinero pagado y de los secuestradores.

Está bien que la mejora en la tecnología sea utilizada para frenar a los secuestradores. Pero me pregunto por qué la misma tecnología no se utiliza para atrapar a quienes utilizan esclavos en sus haciendas, verdadera plaga en estas tierras amazónicas y que, en las mejores de las hipótesis, se descubre tan solo un caso al año. Son hombres vendidos como mercancía a las fazendas de la región; trabajadores rurales, incluso menores, explotados en condiciones inhumanas, sin recompensa alguna. Su trabajo no vale absolutamente nada. Engañados por las promesas de gatos (traficantes) que los venden a los administradores de las fazendas, caen en la esclavitud a través del sistema del endeudamiento: los dueños les procuran a precios abusivos lo necesario para la vida y al finalizar el mes el sueldo es siempre inferior a la deuda. La amenaza es otra arma en mano de los fazendeiros: guardas armados controlan a los obreros y el que intenta escapar es castigado con la muerte. Por su parte los fazendeiros no tienen nada de que temer. Si los descubren, lo que raramente ocurre, lo peor que les pueda pasar es perder la tierra, lo que no deja de ser un gran negocio. Recordemos el reciente ejemplo del dueño de la fazenda "Flor de Mata" que ha sido desposeído de la tierra por tener trabajadores en situación de esclavitud. Luis Pereira Martins la había comprada por 100.000 reales. Amigo de senadores y de políticos influyentes, Luis Martin consiguió que su fazenda fuera evaluada en 2 millones y medio de reales. Si aún no los ha conseguido es porque la cosa ha llegado a ser de opinión pública y los periódicos han denunciado el escándalo. Cuando los medios de comunicación se dediquen a otros asuntos más actuales, Luis Martin percibirá sus dos millones y medio y soltará una carcajada en la cara de sus esclavos que le dan más ahora que son libres que cuando estaban recluidos.

Herederos de la libertad

Los descendientes de los antiguos esclavos, los negros brasileños, también dicen que no tienen ningún motivo para participar en la fiesta de los blancos. Para ellos, estas celebraciones son un carnaval de mal gusto. Según ellos, lo que debe ser recordado es la trágica historia de la trata de esclavos, cuando millones de negros fueron arrancados de su tierra y llevados, en condiciones inhumanas, a Brasil para trabajar en los campos de caña de azúcar y enriquecer así a los terratenientes blancos. Lo que ellos quieren recordar son los 500 años de resistencia que continúa aún hoy en los movimientos contra el racismo en la sociedad brasileña. Quieren reivindicar su organización particular en "quilombos" (palabra que indica los campos de trabajo comunes que acogieron a los esclavos fugitivos y a los blancos perseguidos). Se sienten herederos de Zumbí dos Palmares (1630-1695) líder de uno de los quilombos más famosos en el noroeste brasileño. Ellos celebran el 20 de noviembre, fecha del asesinato de Zumbí dos Palmares, como día de la conciencia negra brasileña.

El sueño de libertad de Zumbí continúa vivo en los descendientes de los quilombos. Con movilizaciones en las calles y con acciones en el Congreso de Diputados, los negros exigen los derechos de propiedad de las tierras de sus quilombos. Han logrado que se reconozca su derecho a estas tierras, de hecho en el artículo 68 de la Constitución de Brasil se dice: "A los descendientes de los quilombos que ocupan sus territorios se les reconoce la propiedad definitiva de sus tierras. Por tanto, es un deber del Estado concederles los títulos de propiedad correspondientes". Pero, como siempre, una cosa es lo que se dice en la Constitución y otra cosa es la realidad. Las más de 600 comunidades negras que forman esos quilombos están muy distantes de obtener los títulos que les garanticen la propiedad de la tierra. La mayoría de sus tierras están ocupadas por grandes terratenientes y por las compañías mineras, por lo que muchas comunidades negras deben luchar por lo que según la ley es suyo. En Vale do Ribeira, en el estado de São Paulo, la lucha es contra el mismo gobierno, que quiere construir embalses de agua que inundarían las tierras de los quilombos. Es así, en la lucha social, como los descendientes de los esclavos Africanos desean recordar los 500 años de resistencia.

Por todo lo que hemos ido recordando, no queremos hablar del Brasil que celebra entre fastos el "encuentro entre culturas". Tampoco nos unimos al Portugal que conmemora el "descubrimiento de Brasil". Nos sentimos profundamente unidos al "otro" Brasil que quiere celebrar los 500 años con una gran movilización indígena, negra y popular: en la escuela, en la iglesia, en las plazas, en los campos de todo el país. No es el Brasil de los grandes acontecimientos, ni de las grandes celebraciones, ni de quien se deja emborrachar por la propaganda del Gobierno. Por el contrario, hemos hablado de otro Brasil: el de los pueblos indígenas tratados hasta hoy como ciudadanos de segunda categoría, el de los movimientos de negros que luchan contra el racismo, el de los sin tierra y sin techo que reivindican sus derechos. La nuestra es una invitación a meditar sobre siglos de opresión, de marginación y de muerte. Ellos, los excluidos, quieren celebrar la resistencia, protestar y consolidar su organización. Ellos nos proponen construir 'otros' 500 años, esta vez en mutirão (palabra de origen tupi-guaraní que significa trabajo comunitario), fundado sobre todo en el respeto entre los pueblos.

Takuára, 27 de abril

El 27 de abril de 1999, más de 600 Guaraní-Kaiowá, recuperaron 9 mil hectáreas de tierra en el municipio de Juti, estado de Mato Grosso do Sul. Se trata del lugar llamado Takuára donde vivieron hasta 1953, cuando fueron desalojados con la fuerza por los fazendeiros del lugar, amparados por la preciosa colaboración del Servicio de Protección Indígena, organismo gubernamental para las cuestiones indígenas. Los Kaiowá habían sido confinados en la reserva Caarapó, territorio demasiado pequeño para asegurarles su supervivencia física y cultural. Cansados de esperar la acción judicial para resolver sus problemas, los indígenas decidieron retomar la tierra sagrada. "Nos es imposible vivir relegados en esta reserva y asistir al suicidio de nuestros hijos", habían escrito al Presidente de la República, Fernando Enrique Cardoso, y a los responsables de la FUNAI, el actual organismo indigenista del gobierno.

Los Guaraní Kaiowá son, con sus 27.000 personas, la segunda población indígena del país y su sufrimiento se ha transformado en tragedia a causa del elevado número de suicidios. Números que espantan. Desde 1986 hasta hoy se han contabilizado 289, según las estadísticas del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) de la Iglesia Católica. Por lo general son jóvenes los que se ahorcan. Pero hay casos también de niños suicidas. Las estadísticas dicen que, en proporción, los suicidios entre los Kaiowá son casi 6 veces más numerosos que en Hungría, país que ocupa el primer lugar en el mundo. En la opinión de muchos expertos la razón principal es la falta de tierras junto al influjo de la cultura de los blancos con el desequilibrio emocional que produce en el joven guaraní.

Retomar las tierras para los indios es signo de que las cosas van a cambiar a pesar de los políticos, los fazendeiros y los dueños de los trapiches de azúcar. Es un signo de esperanza. En estos momentos de movilización, es sumamente vivo en la memoria del pueblo indio el ejemplo dejado por el jefe Marçal Tupã-y. Muchos recuerdan aquel 1º de julio de 1980 cuando, en Manáus, durante la primera visita del papa Juan Pablo II al país, este jefe Guaraní habló en nombre de todos los pueblos indígenas: "Dicen que Brasil ha sido descubierto. Santo Padre, Brasil no ha sido descubierto sino invadido y ha sido robado a los indígenas que lo habitaban. Esta es la verdadera historia". La voz segura de este pequeño hombre de 1.50 de altura, resonó fuerte, como la de un Juan Bautista, entre la muchedumbre que rodeaba al Sumo Pontífice en aquel día entre el verde de Amazonas. Marçal pidió al Papa que dijera a los colonizadores de ayer y de hoy que dejasen de mentir sobre la historia de los pueblos de Iberoamérica, que la Iglesia reconociera los errores cometidos en el pasado y que los potentes parasen el genocidio de su pueblo. Unos años después, el 25 de noviembre de 1983, Marçal Tupâ-y, el defensor de los Guaraní, fue asesinado. Sus denuncias, acogidas por Juan Pablo II, no gustaron ni a los militares y ni a los latifundistas de turno. Pero siguen siendo muy actuales sobre todo ahora cuando el país celebra los 500 años de evangelización.

Gastar una broma

Al otro lado de este inmenso país de 8,5 millones de Km2 (17 veces España), otro pueblo indígena lucha por sobrevivir. Son los Pataxó y los Pataxó Hã-Hã-Hãe, en el sur de la Bahía, los primeros que recibieron a los conquistadores portugueses en 1500. Este pueblo ha visto disminuir de forma drástica su territorio. Y hay algo peor, sus tierras están en la mira de los políticos para realizar los proyectos faraónicos para los festejos del "descubrimiento de Brasil".

Un decreto del presidente Cardoso, fechado en abril de 1996, ha marcado el comienzo de los trabajos para la construcción del "Museo Abierto del Descubrimiento", sobre una superficie de 1.200 km2, sin que las comunidades indígenas de la zona supieran nada. Se están gastando millones y millones para levantar el "Memorial do encontro". El arquitecto Wilson Reis, que ha proyectado la obra, explica: "Queremos recordar la hospitalidad con la que los indígenas recibieron a los visitantes. Fue como si, desde siempre, los estuvieran esperando".

Las tierras del pueblo Pataxó Hã-Hã-Hãe fueron sustraídas por los fazendeiros hace más de 30 años. Hoy, arrastrados por el coraje de los hermanos Kaiowá, también ellos han logrado recuperar una pequeña parte de las originarias 50 mil hectáreas. Sus problemas se conocieron sólo después del asesinato de uno de los líderes: Galdino Jesús dos Santos, de 44 años de edad. En la noche del 20 de abril de 1997, Galdino dormía bajo el techo de las paradas de los autobuses en la capital, Brasilia, cuando fue víctima de una canallada de cinco "hijos de papá", quienes le rociaron con 2 litros de alcohol y le prendieron fuego. En el proceso -que aún no ha terminado- los cinco jóvenes se justificaron diciendo que tan sólo querían gastarle una broma.

Dos pecados

Desposeídos de sus tierras, asesinados, empobrecidos, despreciados. Contra los pueblos indígenas han sido generosamente utilizadas todas las armas. Por eso "los imperios colonizadores, las naciones latinoamericanas y las iglesias cristianas están endeudados con los pueblos indígenas. En la raíz de esta deuda está, como primer pecado, la conquista y, como segundo, haberles negado la fraternidad", puntualiza el teólogo y colaborador del CIMI, Paulo Suess. Y sigue: "Cuando los pueblos indígenas miran al pasado y al futuro del continente, no ven tan sólo los 500 años de América Latina. No toman como referencia Atenas, Jerusalén o Roma. Miran mucho más atrás, miran a la cultura Azteca, Inca y Guaraní. Se sienten orgullosos de sus antepasados. El que venga de América, trae consigo una larga historia que contar". Y es de esta historia de la que quiere hablar el movimiento "Brasil: 500 años de resistencia indígena, negra y popular", principal movilización de un grupo de ONGs y movimientos religiosos y sociales por el quinto centenario de la colonización del país.

Proponen una lectura bien diferente de la que ha sido publicada en los libros de la "historia oficial". Quieren contar 'otros' 500 años en los que han sufrido y luchado contra la explotación colonial. Quieren hablar, para que se les oiga, de los condenados de la tierra y de las favelas en las periferias de las ciudades. Esta campaña alternativa, que ha sido lanzada durante la semana de los pueblos indígenas el pasado mes de abril, reúne al Consejo de coordinación de los pueblos y de las organizaciones indígenas de Brasil (Capoib), la Confederación general de las entidades negras, la Central de los movimientos populares y el Movimiento de los sin tierra. La Iglesia Católica participa a través del Consejo Indigenista Misionero y la Comisión Pastoral de la Tierra. En su manifiesto este colectivo afirma que buscará restablecer la verdad de los hechos, teniendo presente la experiencia histórica de los pueblos indígenas, de los negros y de los sectores populares más marginados. "A través de este movimiento, pretendemos mostrar nuestra disconformidad, en modo claro y transparente, acerca de las grandes conmemoraciones oficiales». Se lee en el documento. "Si hay que festejar algo, es precisamente la resistencia, la lucha y la utopía. Herederos de un pasado de resistencia y de lucha, conservamos la seguridad de que, a pesar de tantas desigualdades e injusticias que aún quedan, lograremos construir una sociedad libre y justa, marcada y guiada por la igualdad y la fraternidad".

A pesar de no saber con exactitud el número de indígenas que vivían en la tierra que sería llamada de Vera Cruz cuando llegó Pedro Alvares Cabral en 1500, se calcula que eran más de 6 millones, reunidos en 900 pueblos diferentes. El proceso de colonización y de esclavitud resultó ser un verdadero genocidio cultural. Es suficiente recordar las epidemias, contra las que los indígenas no tenían defensas orgánicas e incluso los suicidios colectivos de naciones enteras. Aproximadamente unos 700 pueblos fueron eliminados, sus riquezas culturales destruidas y millones de personas asesinadas. Hoy la población indígena está reducida a 330.000 unidades, en 215 etnias con 180 idiomas diferentes. Hay 559 territorios indígenas de los cuales tan sólo 187 están registrados en el Departamento de Patrimõnio da União (Dpu), y por lo tanto sólo sus habitantes tienen garantizada la propiedad de su tierra. Los restantes 372 territorios no han sido aún demarcados, en contra de lo que establece la Constitución del país. Además, el 85% de estos territorios están ocupados por latifundios, empresas agrícolas, minas...

Nueva presencia

Si el Gobierno y la élite brasileña están celebrando una gran fiesta para los 500 años, ¿qué piensa la Iglesia Católica? "La iglesia puede conmemorar estos 500 años sólo si está dispuesta a retomar todo el proceso de evangelización que ha desarrollado en este período. La iglesia ha tenido mucho de imperio y la evangelización mucho de conquista", responde Pedro Casaldáliga, quien lleva más de 30 años al lado de los indígenas y de los pobres de São Félix do Araguaia, en el Mato Grosso. "Volver a examinar el contenido y la manera de la evangelización. No sólo con nuevos métodos y nuevo vigor, sino también con una visión nueva. No sólo volver a revisar el catecismo, sino también la teología y la misionología", continúa el obispo poeta, una de las figuras más representativas de la iglesia latinoamericana de hoy. A la Iglesia que lucha al lado de los pobres en Brasil, que vive en las periferias, que está al lado de los indígenas, que sufre el dolor de los empobrecidos, le queda la esperanza de poder, de veras, celebrar otros 500 años totalmente diferentes de los primeros. Esta vez marcados por un verdadero encuentro entre las culturas y por la fraternidad entre los pueblos.

Con los indios Kayapó

Los misioneros javerianos tenemos la experiencia de convivir con uno de los pueblos indígenas de Brasil: el pueblo Kayapó.

El primer contacto de los indios "Kayapó" con la sociedad de los blancos se produjo en el año 1920. Eran los tiempos del caucho. Cientos de desesperados fueron enviados a las tierras de los indios en busca del precioso líquido. Se produjo una sangrienta guerra entre los caucheros y los indios. Fue una guerra entre pobres, en la que el indio era considerado como un "animal de la selva" que debía ser eliminado. Más tarde, en los años 60, el organismo gubernamental encargado de la tutela de los indios promovió negocios con empresas madereras para que estas explotasen la selva de los Kayapó. Ya no se trataba de hacer la guerra al indio, sino de corromper a sus jefes con regalos. Los jefes indios empezaron a recibir casas construidas en ladrillos por las empresas madereras, llegaron los televisores para los caciques, las neveras... A cambio de estos regalos, los indios firmaron contratos entregando su selva. Ignoraban el valor real de la madera y no entendían los contratos que firmaban. Fue en los años 80 cuando empezó la explotación de las minas de oro descubiertas en las tierras Kayapó. Llegó el dinero para corromper a los jefes y el alcohol para embrutecer a la juventud. Para limpiar el oro se usa el mercurio cuyos residuos van a parar a los ríos y así se consume el último drama: el envenenamiento de la población Kayapó con el mercurio a través del agua que bebe y del pescado contaminado del río. La diócesis de Xingú hizo suyo el compromiso de salvar a los indios y los misioneros javerianos, presentes en aquella diócesis, tomaron el compromiso de insertarse en la sociedad Kayapó y ayudarles a defender sus intereses.

Pero el trabajo de los misioneros y su presencia solidaria con los indios, choca con los intereses económicos de fuertes compañías y, a veces, con los intereses de algunas autoridades políticas corruptas. El momento más difícil se vivió cuando el misionero javeriano P. Diego Pelizzari, junto con todo el equipo de la misión católica, fue expulsado por los caciques locales del territorio de los Kayapó. Hacía tiempo que el equipo misionero denunciaba ante la opinión pública la presencia de empresas que no respetaban los derechos de los indios, que destruían la selva y contaminaban el río. El P. Diego concedió una entrevista a varias cadenas de televisión denunciando esta situación que pone en peligro la vida y los valores culturales de los indígenas. La reacción de las compañías acusadas no se hizo esperar. Las empresas madereras amenazaron a los caciques indios con retirarles sus favores si los misioneros continuaban en el poblado. Se instigó a la población para que expulsara a los misioneros e impidiera, entre ellos, cualquier actividad de la Iglesia Católica. Algunos, sobre todo las mujeres, se opusieron a esta decisión. Pero las amenazas que los empresarios habían hecho surtieron efecto. Los misioneros tuvieron que retirarse de la aldea Kayapó. Las empresas PURIMIL y FERREIRA, respaldadas por un funcionario corrupto y los caciques comprados con grandes sumas de dinero, obtuvieron lo que iban buscando desde hacía años: el cese de la actividad del equipo misionero. Una vez eliminada la presencia misionera, considerada inoportuna para los intereses de los ricos, nadie más puede impedir el saqueo de lo que todavía queda de maderas preciosas y de oro en la reserva indígena Kayapó.

Poco antes de estos sucesos, el P. Diego había escrito: "Aún recuerdo mi llegada hace años a esta aldea. Los primeros tiempos fueron de adaptación. El mayor problema no fue ni la comida, ni el clima, ni los mosquitos, sino entrar en otro mundo cultural y aprender una nueva lengua. Desde los primeros momentos intenté aproximarme a los indios, buscando motivos para conversar con ellos y así conocerlos y hacerme conocer. Solía ir a pescar con ellos. Ésta fue mi auténtica escuela de lengua y de cultura Kayapó. La pesca se me daba mal al principio, pero siempre había alguien que me ofrecía parte de lo que él había pescado y, así, tenía mi "pescado de cada día". En 1991 empecé a dar clase a los niños, a los jóvenes y también a algunos adultos. Queremos que estén preparados para entrar en contacto con la sociedad brasileña. Pensamos que es necesario que sepan hablar, leer y escribir en portugués. A través de nuestra enseñanza pretendemos darles un conocimiento crítico de la sociedad de los blancos, de sus instituciones políticas, sociales y económicas. En estos años he enseñado mucho, pero es mucho más lo que he aprendido de ellos, de su vida. He aprendido a vivir en la selva y de la selva. Me he dado cuenta del drama que significa la destrucción de estos árboles y de este medio ambiente. Nuestra presencia aquí queremos que sea evangelizadora. Tenemos la intención de ayudar a este pueblo a vivir su cultura y sus valores como parte del Reino de Dios”.

En las altas esferas de la ONU se habla mucho de los indígenas y de sus derechos, pero los indios Kayapó continúan padeciendo muerte, saqueo y marginación. Sus tierras, su selva, continúan siendo invadidas y arrasadas... Nosotros hemos asumido el compromiso de luchar con el indígena y de ampararle en su derecho a la vida, respetando las leyes que la garantizan. P. Diego no ha podido regresar más entre los Kayapó, pero unos años después otros javerianos regresaron para vivir con los Kayapó y recuperar, con ellos, la lucha por hacer valer los derechos y la dignidad que los Kayapó habían perdido.

Con ellos hasta la muerte

Entre estos javerianos que regresaron a las aldeas Kayapó se encontraba SANTIAGO CIMARRO OLABARRI, de 37 años y natural de Ermua (Vizcaya), y allí en la aldea Moikarakó falleció el 18 de agosto de 2000 a las 5 de la tarde, ahogado en el río Riozinho. Así contaron lo ocurrido: “Santiago había salido a pescar en compañía de un indio del poblado a orillas del río. En un cierto momento, mientras el indio se encontraba en la otra orilla tendiendo las redes, Santiago cayó al agua y, a pesar de la rapidez de su amigo por socorrerle y de la gente del lugar que, oyendo los gritos del indio, acudió rauda, todo esfuerzo para auxiliarle fue inútil. Los otros dos misioneros javerianos presentes en la aldea, Raimundo Camacho y José Leoni, trasladaron el cuerpo de Santiago a la plaza del poblado donde los indios le velaron toda la noche como se vela a un hijo de la tribu. Santiago, a pesar de su juventud y de ser extranjero, era querido y respetado por los indios Kayapó y estos sentimientos los mostraron con intensidad durante el velatorio”.

En sus cartas, Santiago había escrito: No sé si exagero pero si uno no tiene el incentivo de la fe, del diálogo con Dios y con la comunidad de hermanos, no encuentra el modo de entender, luchar y superar los problemas que aquí, con la gente, se están viviendo. Verdaderamente quedas alucinado al ver tanta miseria, tanta injusticia, tanto opresor intentando enriquecerse a costa de los pobres. Sólo en la fe y en la oración encuentras el motivo para permanecer aquí... Mi trabajo consiste en ayudar a la gente a tomar conciencia de lo que está viviendo, de la situación en la que se encuentra. Sobre todo hacer que no pierda la esperanza en el futuro a pesar de lo incierto que se ve. Nuestra acción es de presencia en este poblado de indios Kayapó, compartiendo con ellos la vida, el trabajo, para ser entre ellos fermento que les ayude a crecer conservando su cultura. Es la única manera de defenderse del mundo “de los blancos” que les está amenazando continuamente... El hecho de estar aquí con ellos, de no hacer como los otros blancos que pasan por aquí, interesados en el oro o la madera, cuestiona profundamente a esta gente Kayapó. Les cuestiona el ver que hemos dejado aquellas riquezas (tantos cachivaches) que los blancos suelen pasear por sus narices y que ellos, por desgracia, han aprendido a codiciar. Vale más el desafío de estar con ellos, viviendo pobremente con ellos, que todas las palabras que podamos decir. Estoy sintiendo que éste es mi nuevo pueblo y que aquí quiero permanecer caminando con ellos, luchando con ellos, esperando con ellos, para con ellos construir un futuro mejor, más justo y libre”.

Y el P. Diego, desde la aldea en la que se encontraba cuando Santi falleció, le escribió esta carta: “Querido Santi: Me acaban de comunicar la triste noticia de tu fallecimiento. ¿Qué puedo decirte, amigo mío, si sólo tengo ganas de llorar? Recuerdo el tiempo que pasamos juntos en Sao Félix y en Kikretum. Fue allí donde te conocí de verdad, allí con los indios Kayapó. Fue allí donde tu pasión por un mundo mejor, por vivir con los oprimidos y olvidados se manifestó. Viéndote conversar tranquilamente con ellos, descubrí el cariño que tenías hacia los más sencillos. De ti aprendí mucho. Aprendí a amar a los indios. Aprendí a amar y a apreciar a las personas más allá de las apariencias. Con tu sensibilidad de artista sabías penetrar más que nadie en lo que los indios tienen como más sagrado: el mundo de la naturaleza, las plantas, los animales, los peces, el sol, la luna... Eras mejor en todo. Yo sólo lograba ganarte a la hora de sacar peces del río. Y fue en el río donde terminó tu aventura misionera con los indios. Aquella agua, que tú tantas veces pintaste en tus cuadros, conserva ahora parte de tu espíritu. El agua del Riozinho. Agua de una tierra indígena que tú amaste con pasión. Entregaste tu vida porque creías en la importancia de dejar el mundo un poco mejor. Ahora, el mundo Kayapó ya no es el mismo. Su agua, su tierra, su gente ya no son los mismos, tu espíritu está en ellos. Hermano Santi, sé que no te olvidarás de nosotros. Que Dios nos dé la gracia de podernos aprovechar de tu protección y ayuda. Y yo te encontraré el próximo lunes, allí en la selva. Miraré las aguas del río, los árboles y los rostros de los indios y sabré que tú aún estás conmigo. Un abrazo.

Entre cloacas

Este es el testimonio del javeriano Nicolás Masi, que vive en los barrios pobres de la ciudad de Belem: “El barrio de la ciudad brasileña de Belem donde vivo, tuvo un nacimiento que no fue normal. La gente pobre que llegaba a la ciudad, al no encontrar terrenos donde poder construir sus casas, se instaló aquí, en la marisma donde desembocan las cloacas de la ciudad. Construyeron chabolas sobre palafitos y las unieron por medio de pasarelas. Un barrio sin higiene y sin seguridad, produce fácilmente la deshumanización de su gente, que, sin trabajo o con sueldos de miseria, se ve abocada a la desesperación, a la violencia o a la droga. Pero para algunos esta situación ha sido motivo de unión para buscar juntos soluciones a los problemas más graves. Desde el inicio de la ocupación de estos lugares hemos procurado construir centros comunitarios que fuesen un lugar de encuentro en los que poder discutir sobre los problemas, buscar soluciones y rezar para encontrar la fuerza necesaria. De estas reuniones han surgido acciones concretas, como cuando juntos fuimos a hablar con el alcalde para pedir luz, agua, escuelas... Y últimamente para exigir calles sólidas y decentes. En este barrio no había calles, sólo había pasarelas construidas con maderos. Con el tiempo y las lluvias, los maderos se han podrido y es peligroso caminar por encima de ellos. Algunos niños han muerto ahogados en las sucias aguas de estas cloacas.

Un día un niño cayó y se rompió una pierna. Su padre lleno de rabia empezó a destruir aquel puente. Los vecinos le echaron una mano. Después fuimos todos a ver al alcalde y le exigimos que retirase todos aquellos puentecillos y mandase construir auténticas calles. Nos lo prometió, pero hubo que volver otras veces durante varios años. Ahora finalmente han empezado los trabajos. Están canalizando los desagües y llenan con tierra las calles. La gente empieza a creer en la fuerza de su unión.

Junto con la organización popular no podía faltar el deseo de buscar el sentido de la vida y de encontrar a Dios presente en las cosas de cada día. Viviendo con la gente, hemos intentado acercarla al Evangelio. Hemos creado grupos de evangelización que nosotros llamamos "grupos de rúa" (grupos de calle). Estos grupos se convierten en animadores de los más alejados y abandonados. Hoy he participado en la reunión de uno de estos grupos. Nos hemos juntado 14 adultos y 13 niños, en una pequeña habitación sin más ventilación que la puerta abierta, ya que no hay ventanas. Hemos sudado, seguros de que Cristo ha estado sudando con nosotros. Hemos colocado la Biblia en el centro, en el suelo. Una vecina ha traído un florero con algunas flores y hemos encendido una vela que no ha resistido todo el encuentro. Los niños sentados en el suelo, han cantado a pleno pulmón "Aleja la tristeza". Ésta es nuestra Iglesia, hecha de carne y hueso, de fe y de eucaristía, pobre y con la puerta abierta. Así son nuestras comunidades. Iglesia en miniatura, pero viva. Iglesia llena de esperanza para un pueblo empobrecido pero rico en humanidad. Aquí está naciendo un pueblo que no se acobarda, que no acepta ser humillado, que no considera normal vivir en las cloacas, que lucha para que sea tratado humanamente, con dignidad. Y al mismo tiempo, crece en su fe y en su amor hacia el Dios de la vida, fuente de amistad y de solidaridad hacia todos los pobres.