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DOSS 24: Los niños de la guerra (Sierra Leona)

13 May 2016
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Hay algo que no funciona en nuestro mundo. Algo que nos disgusta cuando sale por la tele pero que luego queremos olvidar. Se trata de la mayor de las barbaridades que se están cometiendo en nuestro siglo, en ese siglo que estamos estrenando. Se trata del uso de los niños en las guerras de nuestro planeta. Se trata de los llamados “niños soldado”. Y es que la industria de matar avanza sin ningún tipo de freno. Hoy en día, hay armas que un niño de seis años puede usar para asesinar a la niña de su clase que le cae antipática. De todas formas, no vamos a hablar de lo que sucede en los Estados Unidos de América. No, hablamos de una realidad aún más grave que se repite en muchos de los países que viven un conflicto armado. Entre los guerrilleros de Chechenia podemos encontrar a niños menores de 18 años. Los encontramos también en Afganistán, en Kosovo. Pero sobre todo son una tremenda realidad en África. Si en nuestro mundo un “negro” cuenta poco, es fácil imaginarse lo que cuenta un “niño negro”.

José María Caballero, al que todos conocemos como “Chema”, analiza para nosotros esta terrible realidad. Nos dice los “porqués” y los “cómos” de esta forma de explotación. Nos dice lo que significa de destrucción del futuro en aquellos países de África que tan poco futuro tienen. Chema trabajó en un centro para la recuperación de estos niños soldados en Sierra Leona. Niños cargados de violencia, cuyas conciencias han sido embrutecidas, drogadas. Niños que en medio de los juegos se ponen serios y de sus corazones surge, de repente, la atroz violencia. Niños que de noche tienen miedo y que se acercan al misionero, al que habían tal vez secuestrado, para pedirle protección y consuelo. Este dossier pretende hacernos conocer estas realidades. Tal vez nosotros no podamos hacer nada para cambiar las cosas. Pero por lo menos no cerremos los ojos. Los niños soldado son una terrible realidad que todos tenemos el deber de conocer.

RECLUTAMIENTO Y PARTICIPACIÓN DE NIÑOS EN LA GUERRA

Tras seis largos años de negociaciones, el 21 de enero de 2000, el Comité de las Naciones Unidas encargado de analizar la utilización de niños soldados en los conflictos armados alcanzó un principio de acuerdo para lograr que los países inmersos en guerras supriman esta práctica. Aun cuando este acuerdo debe ser todavía aprobado por la Asamblea General y luego cada país deba ratificarlo a título individual, se trata de un rayo de luz para poner freno a una tragedia en la que están implicados más de 300.000 niños y adolescentes a lo largo de todo el mundo.

Del 19 al 22 de abril de 1999 había tenido lugar en Maputo, la capital de Mozambique, una conferencia internacional sobre el uso de niños soldados en África. En ella se puso de manifiesto que la pobreza, la falta de acceso a la educación, la proliferación de armas ligeras, junto con otros factores de los que hablaremos en este dossier, contribuyen al reclutamiento de niños y niñas para ser usados en los diversos conflictos bélicos. Ante todo, la Declaración de Maputo denuncia que reclutar a niños para luchar en las guerras Africanas es algo muy común, algo que todos conocen y que nadie impide. Los niños son usados tanto por los ejércitos nacionales, como por milicias o grupos paramilitares apoyados por los gobiernos. De igual forma, es especialmente significativa la utilización de menores que realizan los ejércitos no gubernamentales, es decir, los grupos rebeldes o los denominados movimientos de liberación.

La organización "Stop the Use of Child Soldiers" cree que más de 120.000 niños y adolescentes, menores de 18 años, están participando actualmente, como soldados, en los diversos conflictos armados de África. Los países más afectados por este problema son: Argelia, Angola, Burundi, Congo-Brazzaville, República Democrática del Congo, Liberia, Ruanda, Sierra Leona, Sudán y Uganda. Además de ellos, tanto el ejército etíope -en guerra contra Eritrea- como los diferentes clanes sudaneses poseen un número desconocido de menores de 18 años en sus filas. La situación de estos niños soldados es absolutamente dramática. Además de los riesgos normales que corre cualquier persona por participar en una guerra, los niños soldados presentan, por su corta edad, especiales problemas.

La inocencia rota

Así, en primer lugar, su excesiva inmadurez les lleva a correr riesgos excesivos e innecesarios. Según un Comandante rebelde de la República Democrática del Congo, "los niños son excelentes soldados porque al ser jóvenes quieren presumir, hacerse los valientes. Piensan que la guerra es un juego, por lo que no tienen miedo a nada". En segundo lugar, los soldados adultos piensan que se puede prescindir de estos niños en cualquier momento y que fácilmente pueden ser sustituidos por otros niños, por lo que no se les da la adecuada protección. Además, nadie emplea el tiempo necesario en darles el entrenamiento adecuado, siendo enviados a primera línea de combate (su lugar habitual en la batalla) sin la preparación suficiente. En este sentido, algunos informes de Burundi y de Congo-Brazzaville demuestran que la falta de preparación de los niños motiva que pierdan la vida fácilmente.

Los niños empiezan a participar en los conflictos bélicos a edades tan tempranas como los siete años. Algunos de ellos inician su "trabajo" como porteadores (transportando víveres y municiones), como mensajeros o como espías. En este sentido, según el comandante congoleño, "los niños son muy buenos a la hora de conseguir información. Puedes mandarlos a través de las líneas enemigas y nadie sospecha de ellos porque son muy jóvenes". Un claro ejemplo lo encontramos en Sierra Leona. Allí, los niños jugaron un papel muy importante en la preparación del asalto a la capital del país el 6 de enero de 1999. Ellos introdujeron las armas en la ciudad y las escondieron a la espera de la entrada de los rebeldes. Además, recogieron toda la información necesaria sobre cuáles eran las posiciones militares de las fuerzas de interposición nigerianas. También el control de los accesos a la ciudad fueron confiados a grupos de niños soldados.

Una vez que los niños son suficientemente fuertes para manejar un rifle de asalto o un arma semiautomática (normalmente alrededor de los diez años) pasan inmediatamente a realizar funciones militares y de combate. Un antiguo niño soldado de Burundi comenta cómo fueron sus primeros meses de combate: "Primero pasábamos noches enteras sin dormir vigilando al enemigo. Luego me dieron mi primer trabajo, que fue alumbrar con una linterna a un soldado. Más tarde me enseñaron cómo usar granadas de mano y después de un mes, más o menos, ya manejaba un fusil AK-47 e incluso un G3". Cuando los niños no participan activamente en los combates se les puede encontrar en los puestos de control, los denominados "check- points". Los soldados adultos pueden ser vistos a más de 15 metros por lo que no es recomendable su permanencia en el puesto de control. Así, esta misión se encarga a los niños. Si hay problemas y las balas empiezan a volar, serán las primeras víctimas y habrá tiempo para reorganizarse.

Otro aspecto que no hay que olvidar es que en cualquier conflicto en el que se usan menores como soldados, inmediatamente todos los niños, civiles o combatientes, se convierten en sospechosos. Una reciente operación militar llevada a cabo en Congo-Brazzaville acabó con la vida de cientos de niños en "edad de llevar armas", muchos de los cuales nada tenían que ver con la guerra.

El drama de las niñas

Si dramática es la situación de los niños varones, la tragedia de las niñas no le va a la zaga. Por un lado hay que decir que las niñas también son usadas como soldados, aunque normalmente en menor número que los niños. En Liberia, alrededor del 1% de los niños soldados desmovilizados entre 1996 y 1997 era niñas o chicas jóvenes. Con todo, su participación en los conflictos bélicos está presidida por otro tipo de aspectos. Así, las niñas son forzadas a prostituirse y a ejercer de concubinas de los distintos jefes militares.

Coucy A., una niña de 14 años, fue secuestrada en Kitgum (Uganda) y llevada a Sudán por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA). Cuenta Coucy que "en Sudán nos distribuyeron entre los hombres y yo fui asignada a un hombre que acababa de asesinar a su mujer. No me dieron una pistola pero participé en el robo y pillaje de comida de las aldeas. Las niñas que se negaban a convertirse en las esposas de los rebeldes del LRA eran asesinadas delante de nosotras para que nos sirviera de aviso". Independientemente del daño físico y psicológico que sufren estas niñas, corren el riesgo de contraer infinidad de enfermedades venéreas, así como el temido SIDA. Ni que decir tiene que los embarazos no deseados afectan a gran cantidad de estas niñas.

Grace A. dio a luz en medio del campo de batalla a una niña, hija de un rebelde del LRA que la había tomado como "esposa". Minutos después del parto fue obligada a seguir luchando: "Cogí el fusil y me até a mi hija a la espalda. Tuve suerte, fuimos derrotados por el ejército gubernamental y así pude escapar".

Susan, de 16 años, también secuestrada por el LRA, cuenta lo que le ocurrió a un chico por intentar escapar: "Le ataron las manos y obligaron a los que habíamos sido recientemente capturados a matarle con palos. Yo cogí uno. Conocía a ese chico de antes. Los dos éramos de la misma aldea. Me negué a matarle pero me dijeron que me dispararían. Me apuntaron con una pistola, así que tuve que hacerlo. El chico me preguntaba, '¿por qué me haces esto?'. Yo le dije que no tenía elección. Después de haberle matado nos hicieron untarnos los brazos con su sangre. Dijeron que teníamos que hacerlo para que no tuviésemos miedo a la muerte y no tratáramos de escapar. Todavía sueño con el chico que maté. Le veo en mis sueños y me dice que le maté para nada, y rompo a llorar". Hay que tener en cuenta que la crueldad experimentada por estos niños les lleva a actuar de la misma forma con aquellos que tienen su misma edad. En Argelia, una chica joven de una de las aldeas donde se había producido una matanza relató cómo los asesinos, todos ellos menores 17 años, decapitaron a una niña de 15 y se pusieron a jugar con su cabeza.

Las causas y las consecuencias

Las causas de esta crueldad hay que buscarlas en la barbarie que han presenciado sus ojos. De todas formas, no hay que olvidar que los niños soldados han llevado a cabo muchas veces todo tipo de atrocidades bajo los efectos de las drogas y el alcohol que sus jefes les obligan a tomar. En Sierra Leona, por ejemplo, el corresponsal del periódico francés "Le Fígaro" afirmó que la mayoría de los rebeldes eran niños menores de 14 años que luchaban totalmente drogados y en muchos casos borrachos. Afirma el periodista que uno de estos niños le comentó cómo torturaban a las víctimas: "A las 2 de la tarde se le sacan los ojos, a las 3 se le corta una mano, a las 4 se le corta la otra, a las 5 se le corta un pie, a las 6 el otro pie y a las 7 la persona muere". No obstante, las drogas no son las únicas responsables de las atrocidades cometidas por los niños. El abuso continuo y sistemático de los adultos, unido a una cultura perversa y violenta, son los auténticos responsables de estas atrocidades.

El paso por las armas resulta nefasto para los menores: la mayoría sufre traumas de difícil tratamiento, sobre todo miedos y alteraciones de la personalidad que impiden su adaptación a la sociedad. Así, al tratar de reintegrarse a la vida civil, los niños se reencuentran con códigos éticos y morales que han violado sistemáticamente, lo que les provoca trastornos psicológicos muy graves. Por otra parte, es relativamente frecuente que estos niños sean rechazados por sus propias comunidades, bien porque cometieron abusos contra ellas, bien porque las familias tienen miedo a sus frecuentes reacciones violentas. Muchos se cambian de nombre e inventan otra historia personal que termina afectando a su identidad y a su percepción de sí mismos. Otros, como única salida, continúan dedicándose al pillaje y entran de lleno en el mundo de las mafias.

En cuanto a las secuelas físicas, son importantísimas. Así, en Liberia, la Comisión de Reconciliación Nacional detalló cómo los niños soldados que integraban las tropas de Charles Taylor padecían de hernias debido al peso excesivo de sus armas. No obstante hay casos peores, como los mutilados por las explosiones de las minas, ya que los niños suelen ser usados para localizarlas, o todos aquellos menores que han luchado día tras día bajo los efectos de las drogas y una vez desmovilizados no pueden desengancharse y, como en Liberia, vagan por las calles convertidos en zombis. Sin duda, estos niños son obligados a llevar a cabo crímenes espeluznantes pero, lo que es evidente, es que los propios niños soldados son las primeras víctimas de su indeseable reclutamiento.

Ejércitos gubernamentales

1.- Legislaciones nacionales. La gran mayoría de los estados Africanos establecen los 18 años como la edad mínima para el reclutamiento militar, tanto voluntario como obligatorio. Actualmente Sudáfrica está en proceso de elevar la edad mínima del reclutamiento voluntario a los 18 años (el servicio militar obligatorio ha sido ya abolido) y Mauritania también se plantea elevar la edad mínima de los 16 a los 18 años. En Angola, sin embargo, país inmerso en una interminable guerra con miles de niños soldados, el gobierno redujo recientemente la edad del servicio militar obligatorio a los 17 años. Además, en la mayoría de los países Africanos no existen registros de nacimiento, por lo que incluso niños menores de estas edades son reclutados aunque exista por parte del gobierno la voluntad de evitar el reclutamiento de menores. Hay que decir, aunque parezca increíble, que el reducir la edad mínima de reclutamiento obligatorio a los 17 años es actualmente legal ya que, de momento, el Derecho Internacional establece la edad de 15 años como la edad mínima internacional de reclutamiento. Los países con las edades más bajas de reclutamiento son Burundi y Ruanda con, respectivamente, 15 y 16 años para los voluntarios. No obstante, hace unos años Uganda aceptaba niños de 13 años con el consentimiento de los padres. En Chad, el consentimiento paterno también puede reducir la edad mínima de reclutamiento, que es 18 años. En Botsuana, Kenia y Zambia existen leyes que permiten reclutar niños con "apariencia de 18 años" y Libia acepta voluntarios menores de 17 años, tal y como se recoge en diversos informes. Por cierto, en Sudáfrica, de acuerdo con la Constitución, en caso de decretarse estado de emergencia, niños de 15 años pueden ser usados directamente en conflictos armados. En Mozambique, país donde en el pasado el uso de niños soldados estuvo muy extendido, las leyes también permiten rebajar la edad mínima del servicio militar obligatorio (18 años) en tiempos de guerra.

2.- El reclutamiento. Si los distintos países Africanos respetasen sus propias leyes, el problema de los niños soldados se reduciría considerablemente. Pero muchos países Africanos como Angola, Burundi, Congo-Brazzaville, la República Democrática del Congo, Liberia, Ruanda, Sierra Leona, Sudán y Uganda reclutan sistemáticamente incluso niños no mayores de 8 años. Algunos niños se unen voluntariamente al ejército con el consentimiento tácito de los gobiernos. Su número varía dependiendo de cómo se entienda la palabra "voluntario". En la República Democrática del Congo, por ejemplo, entre 4.000 y 5.000 adolescentes respondieron a un anuncio radiofónico -en una clara violación de las leyes internacionales- para que gente de entre 12 y 18 años se enrolase en el ejército en defensa del país: la mayoría de ellos eran niños de la calle. No obstante, miles y miles de niños son forzados a entrar en los ejércitos, muchos de ellos a punta de pistola. En Angola, el reclutamiento forzoso de jóvenes continúa en alguno de los suburbios de la capital y en las zonas rurales del país. Oficiales del ejército pagan a la policía para que se hagan con nuevos reclutas. Además, Namibia ha colaborado para capturar a los jóvenes que huyen de Angola con el fin de evitar su incorporación forzosa al ejército. Por su parte, en Eritrea, un prisionero etíope de 17 años, Dowit Admas, al ser entrevistado por un periodista británico, afirmó que estaba jugando al fútbol en la escuela secundaria de Gondar cuando soldados del ejército rodearon el campo y cogieron a unos 60 chicos para enviarlos por la fuerza a un campo militar de entrenamiento. Mientras, en Uganda hay informes que hablan de cómo los "niños de la calle" en Kampala han sido obligados a entrar en el ejército para ser enviados a la guerra en Congo. En noviembre de 1998, un gran número de padres se manifestaron en Hoima para protestar por el reclutamiento forzoso de 500 jóvenes por parte de las Fuerzas de Defensa Popular.

3.- Grupos paramilitares apoyados por los gobiernos. Muy similar es lo que sucede con los innumerables grupos paramilitares que patrocinan los gobiernos. La creación de estos grupos abre las puertas al reclutamiento masivo de niños. En Argelia, por ejemplo, los llamados Grupos de Legítima Defensa y las Guardias Comunales reclutan a niños sin ningún tipo de control y en una flagrante violación de las leyes del país. En Burundi, además del reclutamiento habitual de niños por parte del ejército nacional, grupos armados tutsi, formados por jóvenes de entre 12 y 25 años, han sido creados con el consentimiento y soporte del gobierno para defender a la minoría tutsi que gobierna. Estos grupos reclutan gente en los campos de deportes y en las escuelas y han sido armados por políticos, hombres de negocios y miembros de las fuerzas armadas. Mientras, la milicia pro-gubernamental de Congo-Brazzaville, que ha sido acusada de innumerables violaciones de los Derechos Humanos, cuenta con numerosos niños menores de 18 años entre sus filas.

4.- Escuelas militares. Por último, no podemos olvidar que en muchos países Africanos las escuelas militares sirven para dar a los niños una educación que sirve como excusa para el reclutamiento de menores. En Benín, por ejemplo, el "Centre National d'Instruction des Forces Armées" educa a niños a partir de los 13 años, y el "Prytanée militaire" de Bembereke selecciona niños con grandes habilidades desde sexto curso de primaria. Los alumnos de estas escuelas no son miembros de las fuerzas armadas aunque son animados, pero no forzados, a seguir la carrera militar, lo que normalmente sucede cuando alcanzan los 19 o 20 años. En otros países, como Burundi o Ruanda, las escuelas militares son claramente una tapadera para el reclutamiento de miles y miles de niños y adolescentes por parte del ejército gubernamental.

Grupos armados de oposición

En los conflictos armados en los que los ejércitos nacionales han reclutado y usado niños como soldados, también los grupos armados de oposición han hecho lo mismo. Al igual que los gobiernos nacionales violan las leyes internacionales, también los grupos armados de oposición han hecho declaraciones públicas prometiendo no reclutar y usar niños en combate, afirmaciones que nunca han cumplido. Así, por ejemplo, en el borrador de Constitución para Angola presentado por UNITA en 1990 se establecía la edad mínima de reclutamiento en 18 años. Sin embargo, en 1998, las organizaciones humanitarias AFRONET y Human Rights Watch denunciaron que UNITA estaba secuestrando niños y niñas y chicos y chicas jóvenes de entre 13 y 30 años, que vivían en las zonas de Cozombo y Lumbala Nguimbo, para usarlos en combate. En Burundi, la oposición hutu ha reclutado sistemáticamente niños y niñas menores de 15 años para sus grupos armados. Mientras, diversas fuentes han afirmado que el Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC-FAC), en Angola, también cuenta con niños entre sus filas. El FLEC-FAC ha sido acusado de usar niños de hasta 8 años, los cuales en un 40% serían niñas. En Sierra Leona, los rebeldes del RUF/AFRC han reclutado en estos últimos años cientos de niños, algunos de los cuales no tenían más de 5 años. En Uganda, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA) secuestra niños de forma sistemática en las escuelas, comunidades, casas, etc. Los niños que intentan escapar, que se resisten, que no pueden soportar la vida en el grupo o que enferman son asesinados. Normalmente los rebeldes transportan los niños cautivos a sus campamentos en Sudán. Allí estos niños son torturados y sufren abusos sexuales. Los últimos informes detallan cómo desde hace un tiempo el LRA ha comenzado a vender estos niños como esclavos a cambio de armas. Los niños que son obligados a unirse a los grupos armados normalmente no tienen más elección que permanecer con ellos y luchar, pues la difícil alternativa de huir es casi peor. En Uganda, por ejemplo, si uno de los niños secuestrados por los rebeldes del LRA escapa, lo más probable es que sea abatido por el ejército gubernamental. A pesar de las declaraciones del ejército ugandés acerca de que rescatan diariamente a estos niños y los entregan a organizaciones de caridad, se ha comprobado que en enero de 1999 soldados ugandeses ejecutaron a cinco adolescentes, de entre 14 y 17 años, sospechosos de ser soldados rebeldes. Además, en Abril de 1998, 25 chicos fueron acusados de traición y todavía están en la cárcel a la espera de juicio. Estos chicos pueden ser condenados a pena de muerte a pesar de que todos ellos fueron secuestrados y obligados a luchar. La acusación más grave que recae sobre ellos es la de no querer dar información sobre los rebeldes. Si estos niños fueran condenados a muerte y ejecutados, el hecho constituiría una clara violación de las Convenciones de Ginebra, de sus Protocolos adicionales y de la Convención sobre los Derechos del Niño. Estos tratados internacionales, ratificados por Uganda, prohíben claramente la pena capital para menores de 18 años. Por encima de todas estas circunstancias y de los factores positivos que para muchos conlleva el reclutar a niños, hay algunos de estos grupos armados de oposición que reconocen el peligro que a posteriori entrañan los niños soldados. "Es verdad que los niños pueden empuñar un fusil y luchar, pero se echa a perder su educación", afirma un comandante de las fuerzas rebeldes de la R.D. del Congo. "Sus mentes se vuelven malas, se convierten en criminales si dejan el grupo, antes o después se pierde el control sobre ellos", afirma. En Sudán, el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), que ha usado miles de niños en su lucha contra el régimen islámico, está dándose cuenta de que ha creado una generación entera de monstruos que no saben leer ni escribir y que sólo respetan lo que es conseguido por la fuerza de las armas.

Conclusiones

Muchos países Africanos protegen eficazmente a los niños contra su reclutamiento y uso como soldados. Pero, sin embargo, hay otros países que tristemente no lo hacen, incluso en contra de las leyes que ellos mismos han establecido. Esperamos que los responsables de los abusos y violaciones que aquí hemos recogido acaben con estas situaciones de una vez por todas, porque no se puede negar que el uso de niños como soldados es el resultado de acciones deliberadas y no fruto del error o de la situación concreta del país. Dirigiéndose al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 12 de Febrero de 1999, Carol Bellamy, Directora ejecutiva de UNICEF, afirmó: "Seríamos totalmente negligentes si no reiterásemos de la manera más enérgica posible que hasta que la edad mínima de reclutamiento no sea establecida universalmente en los 18 años, la despiadada explotación de niños como soldados continuará".

FREETOWN LLORA

Alguien ha dicho que Sierra Leona tiene uno de los peores récords mundiales en cuanto al reclutamiento de niños para ser usados como soldados. Los informes dicen que entre 1991, cuando comenzaron los primeros ataques del RUF, y 1996 al menos 4.500 niños fueron obligados a luchar en los dos bandos. Además, según un informe aparecido en un periódico de Sierra Leona, "más del 60% de los mil combatientes que fueron controlados por la Comisión para el Desarme, antes del golpe de estado del 25 de mayo de 1997, eran niños". No obstante, estas cifras se han disparado enormemente en los últimos años.

Sierra Leona tenía en el año 1991, cuando comenzó la guerra civil, unos cuatro millones de habitantes. Se desconocen las actuales cifras de población, aunque se calcula que en torno al 53% es menor de 18 años. De igual forma, se desconoce el número exacto de soldados que integraban las Fuerzas Armadas sierraleonesas, conocidas como SLA, y que el 25 de mayo de 1997 llevaron a cabo un golpe de estado que derrocó al presidente elegido democráticamente, Ahmed Tejan Kabbah, e instauró el régimen del AFRC (Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas). El AFRC invitó a los rebeldes del Frente Unido Revolucionario (RUF) a unirse a ellos y compartir el poder, a lo cual accedieron. En Febrero de 1998, las fuerzas de intervención panafricanas del ECOMOG desembarcaron en Freetown y desalojaron del poder a los golpistas, que se refugiaron en la selva, restituyendo el gobierno democrático. Desde entonces, se puede decir que no existe el ejército sierraleonés como tal. En Febrero de 1999 se inició el reclutamiento de un nuevo ejército cuya formación fue encomendada a las tropas nigerianas que integraban el ECOMOG. El reclutamiento es voluntario y se quiere que todos los grupos étnicos del país estén representados, tal y como sucedía en el SLA antes de 1997. Este nuevo ejército se quiere que sea despolitizado, disciplinado e integrado de forma proporcional por todos los grupos del país.

Además, el gobierno pretende desmantelar las milicias conocidas como Civil Defense Forces (CDF), que han apoyado al ECOMOG en su lucha contra los rebeldes del RUF/AFRC. Estas milicias se emplearán como fuerza auxiliar, al tiempo que entrará en vigor un nuevo servicio militar para los jóvenes. Las CDF son grupos tribales que reciben diversos nombres según la tribu de la que son originarias: Kamajors entre los Mende, Kapras y Gbithes entre los Temne, Donsos entre los Kono, y Tamaboros entre los Kurancos. Son sociedades de cazadores o, lo que sería lo mismo, los guerreros de la tribu. Los jóvenes tienen que superar un período de iniciación al final del cual son considerados adultos y, por lo tanto, miembros de la sociedad con plenos derechos. La iniciación supone que un niño se ha convertido en adulto y que ya puede ser un guerrero. Estos niños pueden tener tan sólo 8 o 9 años. Una vez iniciados, los integrantes de estos grupos dicen tener poderes especiales, tales como el poder para camuflarse en la selva, volverse invisibles o ser inmunes a las balas. Para mantener sus poderes tienen que cumplir unas normas muy estrictas, como no comer determinados alimentos o abstenerse de cualquier tipo de contacto con mujeres, incluido mirarlas a los ojos y, sobre todo, no dar la espalda al enemigo. Así, cuando un kamajor muere en combate la respuesta habitual es que "violó alguna de las normas". Se calcula que las CDF están formadas por cerca de 20.000 miembros. Un comandante de las CDF, Patrick Zangalalaywah, dice que solamente en el distrito de Kailahun las CDF contaban con unos 3.000 niños soldados a comienzos de 1999. Por otra parte, el uso de niños soldados forma parte de una estrategia militar deliberada. Según Zangalalaywah, "nosotros no confiamos demasiado en los adultos porque repetidamente rompen las leyes que rigen nuestra milicia". Zangalaywah añade que "estos niños son muy valientes en el frente de batalla y no violan leyes tales como abstenerse de practicar el sexo, no ingerir drogas o jamás saquear mientras se está en combate".

En octubre de 1998, durante su visita a Sierra Leona, Carol Bellamy, directora ejecutiva de UNICEF, intentó conseguir del gobierno el compromiso de que respetaría las obligaciones contraídas para "desmovilizar a todos los niños combatientes, no reclutar a nuevos niños y dar amnistía a todos los niños que hubiesen luchado junto a los rebeldes". El viceministro de Defensa, Hinga Norma, se opuso a ello "por falta de medios". Por eso, a mediados de octubre de 1998, sólo unos 100 niños habían sido desmovilizados. Y es que la desmovilización no es un simple hecho físico en el que se le quita al niño el arma. El problema es mucho más grave. Así, cuando los niños kamajors son entrevistados afirman que quieren ser soldados. Sandi, un muchacho kamajor afirmó: "Tengo 14 años y soy un asesino de rebeldes. No quiero ser desmovilizado porque los rebeldes saben que yo les mato sin piedad".

En cuanto al problema de los niños soldados en las filas rebeldes, en Sierra Leona existen dos grupos que han estado luchando para derrocar al gobierno democrático: el Frente Unido Revolucionario (RUF), formado por unos 15.000 miembros y el Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas (AFRC), antiguo ejército sierraleonés, con unos 5.000 miembros. La gran mayoría de los informes que se tienen sobre estos grupos señalan que el AFRC/RUF ha reclutado miles de niños menores de 18 años, algunos de los cuales no superan los 7 años. No se sabe cuántos niños pueden estar en manos del AFRC/RUF, pero se calcula que tras los acuerdos de paz aún pueden ser unos 2.000. Desde el comienzo de la actividad rebelde en 1991, los ataques a aldeas y ciudades han ido acompañados del secuestro de niños, pero no se tiene cifras concretas de cuantos han podido ser secuestrados desde el comienzo de la guerra. UNICEF recibió, a través de su oficina nacional para la búsqueda de estos niños, 81 solicitudes de padres cuyos hijos fueron secuestrados entre octubre y noviembre de 1998. En febrero de 1999, UNICEF dijo que el número de desapariciones denunciadas por los padres en Freetown eran de 2.000, número que crecía día a día. Pero este organismo considera que el número es mucho más grande, cerca de 10.000.

En cuanto a las condiciones de estos niños, diversos informes señalan que la mayoría permanecía todo el día bajo la influencia de las drogas y el alcohol. Se ha demostrado que muchos fumaban marihuana. Además, una de las prácticas más extendidas ha sido la de realizar unas incisiones a ambos lados de la frente de los niños e introducirles de esta manera cocaína. Los niños pierden totalmente el control y desarrollan una violencia tremenda. Un periodista del "Herald Guardian" que fue capturado por el AFRC/RUF en la ciudad de Koidu, pudo ver a los niños soldados en acción: "El grupo de chavales que vi estaba en la oficina del grupo minero Branch Energy, en Koidu. Había allí entre 1.500 y 2.000 niños. Las fuerzas de la Junta gritaban a los chavales para reagruparlos. Un soldado me dijo que estaban utilizando estos niños como escudos humanos en caso de que el ECOMOG les atacase. También los usaban para abusar de ellos sexualmente. Todos los niños portaban orgullosos su fusil".

Tras la invasión de Freetown por parte de los rebeldes el 6 de enero de 1999, el ECOMOG inició una ofensiva para expulsar a los rebeldes de la capital. El ECOMOG fue acusado de no hacer prisioneros y de ejecutar sumariamente a todos los rebeldes, incluyendo los niños soldados, que caían en sus manos. De hecho, tras descubrir el importante papel que estos niños habían jugado en la invasión de Freetown -sirviendo como espías, introduciendo armas en la ciudad y luchando contra el ECOMOG- se despertó una especie de paranoia contra los niños. La radio local lanzaba proclamas para que la población denunciara a cualquier niño desconocido que estuviera merodeando por las calles. Se dice que muchos niños fueron ejecutados por las CDF y el ECOMOG sin ningún tipo de investigación. Ante la presión internacional, el 2 de febrero de 1999, el ECOMOG entregó a UNICEF siete niños soldados que había capturado. Estos niños tenían entre 6 y 10 años y habían sido secuestrados por los rebeldes en diciembre de 1998. A mediados del mes de febrero, había 34 niños soldados que el ECOMOG había entregado a UNICEF. Más tarde se han ido uniendo otros niños y ya son varios centenares. Lo curioso es que la gran mayoría de los niños que el ECOMOG entrega a UNICEF no son de los que portaban armas y luchaban sino de los que eran usados para transportar mercancías y realizar trabajos.

Lakka, volver a jugar

Algunos de estos niños se encuentran en un centro creado especialmente para ellos en Lakka, a tres kilómetros de Freetown. Se trata de un proyecto fundado por el Padre Giuseppe Berton, un misionero javeriano. La idea que guía la acción educativa del centro es recuperar a estos niños y niñas para la sociedad. Se les da casa y comida. Algunos de ellos han comenzado a ir a la escuela y los más mayores intentan aprender un oficio que les permita salir adelante, como carpinteros o mecánicos. El gran miedo que estos niños tienen es el que la gente pueda reconocerles como antiguos miembros del RUF y los linche, por eso muchos de ellos no se atreven a salir del centro.

Swaray, un antiguo niño soldado, afirma que decenas de compañeros suyos pueden estar escondidos en Freetown por miedo a que los puedan matar si se les descubre. "Muchos de nosotros fuimos usados como espías por los rebeldes. Nos mandaban a la ciudad para estudiar los movimientos de las tropas del ECOMOG y su capacidad y así preparar el camino para el asalto del 6 de enero". Supuso una tremenda desilusión para los que trabajamos en este centro que, cuando se produjo ese asalto, algunos de los antiguos niños soldados decidieran unirse de nuevo a los rebeldes. "Este es uno de los mayores problemas porque los rebeldes conocen a los antiguos combatientes, por lo tanto, o los fuerzan a unirse a ellos o los matan, con lo cual hay que volver a comenzar todo el trabajo de nuevo", comentó un directivo de UNICEF.

Lo más sorprendente de los niños soldados es lo mucho que les cuesta sonreír y la tristeza de sus ojos. Si hay algo que caracteriza a los niños de Sierra Leona es la sonrisa y estos niños la han perdido. En Lakka hay 36 niños que han usado armas, auténticos soldados. El resto han sido porteadores o se trata de chicas que han sufrido abusos sexuales. Son las llamadas "esposas de la guerra". Dicen que no les gusta hablar de sus experiencias, que están hartos de periodistas de todo el mundo que vienen con sus cassettes a hacerles preguntas, de gente que sólo quiere saber "las cosas malas que hicimos en la selva o lo mal que allí nos trataban". Así, no es bueno preguntarles pero, de repente, un día caminando por el bosque uno te dice: "Cuando estaba en la selva nos escondíamos en sitios como este para hacer emboscadas a los kamajors…". Otras veces te sientas con ellos por la noche a charlar y te cuentan retazos de sus historias. Cuando hablan la mayoría de las veces se excitan, se ponen nerviosos y después de haber hablado se hunden en un silencio profundo del que es difícil sacarlos. Nunca dicen "cuando estaba con los rebeldes", sino "cuando estaba en la selva".

En Lakka se intenta dar a estos niños y niñas una familia. Grupos de 8 o 10 niños o niñas de más o menos la misma edad están al cargo de una cuidadora a la que llaman "mamá" o "tía". Ella se encarga de que coman, vayan al colegio y no les falte lo imprescindible. Ella los atiende y si hay problemas intenta solucionarlos con nuestra ayuda. Una de ellas me decía que por lo general no tienen dificultades y que los niños suelen obedecer pero que, "a veces tienen recuerdos y se vuelven violentos y, por ejemplo, matan uno de los perros que tenemos en la casa. Después, cuando hablas con ellos y les haces reflexionar sobre lo que han hecho, se dan cuenta y prometen no volver a hacerlo". La característica que une a estos niños ya sean soldados, porteadores o niñas, es el miedo. Todos hablan del miedo sufrido en la selva. Pregunto a Y.B. si todavía tiene miedo y me responde: "Si, a veces me coge el miedo y no sé porqué, pero ahora sé que no tengo nada que temer porque Jesús dice 'no tengáis miedo' y cuando pienso en ello se me pasa el miedo".

Hablando de las causas de la guerra todos coinciden en que "la guerra la comenzaron el presidente y los políticos que robaron todo el dinero del país y todos los diamantes mientras que la gente no tenía nada. Ellos son los auténticos criminales. Si ellos no hubiesen robado, nada de esto habría pasado". Paseando con ellos, jugando con ellos, charlando con ellos, viviendo con ellos se consigue reconstruir algunas historias. I.K. tenía 7 años cuando los rebeldes atacaron su aldea y lo secuestraron. Dice que ha recorrido todo el país a pie. Cuando habla es como si se sintiese orgulloso de haber estado con los rebeldes, de la inteligencia y astucia de estos. Cuenta cómo sin tener armas atacaban a los soldados sierraleoneses o a los kamajors, les tiraban piedras y estos salían corriendo y así les robaban las municiones. Cuenta cómo podía pasarse hasta tres días enteros inmóvil, escondido entre la maleza de la selva esperando el paso de los kamajors para atacarlos en una emboscada. Muestra orgulloso sus cicatrices y cuenta cómo se camuflaba en la selva para no ser visto por los aviones Alpha-jet. I.K. dice que en la selva se divertía igual o más que en el centro de Lakka: "Cuando queríamos comernos una vaca, íbamos a una aldea, matábamos la vaca y nos la comíamos. Nadie se atrevía a decirnos nada". Si en la selva estaba tan bien y le gustaba hacer lo que hacía, ¿por qué huyó o por qué no volvió allí a la mínima oportunidad? I.K. responde con los ojos tristes: "Cuando estaba en la selva ni un solo día mi corazón estaba tranquilo. Siempre tenía miedo de un ataque, de una emboscada, de que me matasen. De noche no podía dormir. Desde que salí de la selva duermo sin ningún problema y no tengo miedo. Ahora he cambiado, quiero olvidar todo eso, por favor reza por mí para que pueda olvidar".

K.M. tiene 13 años y fue secuestrado en 1992 en su aldea, cerca de Kenema. Fue asignado a un rebelde como su asistente personal: tenía que limpiar, lavarle la ropa… Tenía que cargar las pertenencias de su jefe en largas caminatas y al final del día dormir en el suelo al borde del camino. Su jefe se encargaba de comerciar con Guinea. Cruzaban la frontera e intercambiaban aceite de palma o cacao. Fue su jefe quien le enseñó a disparar y le llevó a realizar sus primeras "misiones" como soldado. En 1997 fue hecho prisionero por el ECOMOG y fue desmovilizado. Empezó a ir a la escuela en la zona de Calaba Town, donde estuvo el centro de acogida de niños antes de que se trasladase a Lakka. En Calaba Town le sorprendió el ataque rebelde del 6 de enero de 1999, cuando los miembros del RUF entraron en Freetown. Dice que los rebeldes irrumpieron en la casa donde estaban, les robaron lo poco que tenían y después les obligaron a seguirles amenazándoles de muerte si se negaban. Dice que cuando salían de la casa él y otros dos compañeros consiguieron huir y esconderse. Evitaron así el regreso a la selva. A K.M. le gusta ir al colegio y espera ansioso el final de la guerra para poder volver a su aldea y reunirse con su familia. Cuando termine el colegio quiere ser músico.

T.M. tiene 12 años. Su familia es de una aldea cercana a Freetown, donde cultivaban la tierra. Nunca a ido al colegio ni quiere ir: "Soy demasiado mayor para sentarme con niños pequeños". Su familia lo mandó a Freetown a casa de su hermana mayor para que aprendiese el oficio de mecánico. Allí le sorprendió el golpe de estado de 1997. Un día, un grupo de soldados le llamó y le obligó a seguirles. Cuando intentó volver a su casa los rebeldes mataron a un hombre delante de él y le dijeron: "Si intentas huir haremos lo mismo contigo". Desde entonces obedeció siempre. En los días en que el ECOMOG expulsó a la junta golpista de Freetown (febrero 1998) le metieron en el coche de "Superman", uno de los líderes rebeldes, y permaneció en la selva hasta el 11 de junio de 1999 cuando, después de que su jefe huyera, le dieron dinero para que junto a una chica volviese a su casa. Llegó a su aldea, no encontró a nadie conocido. Alguien le dijo que su familia podría estar en el campo de refugiados de Waterloo y allí se fue. Tampoco la encontró, pero encontró al personal de Naciones Unidas que lo llevaron al centro de Lakka el 12 de junio. Le encontré allí recién llegado, asustado, casi sin hablar, junto a la chica de 13 o 14 años que liberaron junto a él. Ella no hablaba, tenía los ojos fijos en el suelo todo el tiempo. En el reconocimiento médico se descubrió que estaba embarazada. T.M. se me pegó como una lapa desde el primer momento, me seguía a todas partes. Un día se sentó junto a mí sin decir palabra hasta que poco a poco comenzó a soltar ráfagas de su historia, sin conexión entre ellas, enjugándose las lágrimas con las manos para que yo no le viera llorar. Su primera misión fue la de hacer la guardia mientras su jefe dormía. Después empezó a participar en ataques a los kamajors, primero lanzando piedras, "siempre nos mandaban delante a nosotros con piedras. La mayoría de las veces los kamajors salían corriendo y nosotros cogíamos las armas y municiones. Otras veces respondían disparando. Era entonces cuando intervenían los que venían detrás de nosotros con las armas. En esos casos yo me aplastaba contra el suelo esperando que todo pasase lo antes posible". Otras veces los mandaban a robar a los civiles las cosas que les hacían falta, comida y otras cosas: "Trataban bien a los civiles, no les hacían nada, pero si no nos daban lo que les pedíamos, les apaleaban y les cortaban las manos". Fue su jefe quien le enseñó a lanzar granadas de mano y cócteles molotov para participar en las emboscadas y los asaltos, "pero yo nunca me acostumbré a ello", comenta T.M., "yo siempre tenía miedo y no quería hacerlo, pero si nos negábamos a participar nos mataban".

"Muchos de los nuestros fumaban marihuana", continúa T.M., "porque decían que así se les pasaba el miedo. Sobre todo fumaban las chicas, pero yo nunca fumé porque las veces que lo intenté mi cabeza me daba vueltas". La última "misión importante" en la que T.M. participó, antes del alto el fuego del 24 de mayo de 1999, fue en la destrucción de la ciudad de Masiaka a principios de mayo: "Destruimos todo el pueblo, no dejamos ninguna casa en pie. Vi como encerraban a mucha gente en las casas y luego les prendían fuego". "Son malos", dice T.M. entre lágrimas, "nos hicieron sufrir mucho. Yo sólo pensaba en volver a mi casa y encontrar a mi familia, por eso nunca me acostumbré a ellos".