Es necesario «acoger, proteger, promover e integrar a cuantos huyen de la guerra y el hambre, o que son obligados por discriminaciones, persecuciones, pobreza y degradación ambiental a dejar sus tierras». El Papa dirigió estas palabras a un grupo de nuevos embajadores ante la Santa Sede y subrayó que el problema de las migraciones «trasciende fronteras nacionales y concepciones limitadas sobre la seguridad y el interés propio».

 

«Entre las cuestiones humanitarias más urgentes que la comunidad internacional debe afrontar ahora está la necesidad de acoger, proteger, promover e integrar a cuantos huyen de la guerra y el hambre, o que son obligados por discriminaciones, persecuciones, pobreza y degradación ambiental a dejar sus tierras», dijo Jorge Mario Bergoglio a los representantes diplomáticos de Tanzania, Lesotho, Paquistán,, Mongolia, Dinamarca, Etiopía y Finlandia, que fueron recibidos hoy por la mañana en el Palacio apostólico, en ocasión de la presentación de sus cartas credenciales. El Papa recordó su mensaje para la Jornada Mundial de este año para insistir en que «tal problema tiene una dimensión intrínsecamente ética, que trasciende las fronteras nacionales y concepciones limitadas sobre la seguridad y el interés propio. A pesar de la complejidad y fragilidad de las cuestiones políticas y sociales involucradas, cada nación y la comunidad internacional están llamadas a contribuir de la mejor manera que sus posibilidades se lo permitan en la obra de pacificación y de reconciliación, mediante decisiones y políticas que se caractericen, principalmente, por la compasión, la clarividencia y la valentía».

El paciente trabajo de la dilomacia itnernacional «en la promoción de la justicia y de la armonía en el concierto de las naciones», recordó el Papa, «se basa en la compartida convicción de la unidad de nuestra familia humana y de la innata dignidad de cada uno de sus miembros. Por esta razón, la Iglesia está convencida de que el fin de toda la actividad diplomática debe ser el desarrollo, tanto el desarrollo integral de cada persona (hombre y mujer, niño y anciano) como el de las naciones dentro de un marco global de diálogo y de cooperación al servicio del bien común».

Francisco recordó que este año se cumplen 70 años de la adopción, por parte de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, y, por lo tanto, debería servir como un «llamado a un renovado espíritu de solidaridad hacia todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente hacia los que sufren los flagelos de la pobreza, de la enfermedad y de la opresión. Nadie puede ignorar nuestra responsabilidad moral de desafiar la globalización de la indiferencia, hacer finta de no ver ante trágicas situaciones trágicas de injusticia que exigen una respuesta humanitaria inmediata».

 

En un tiempo de «cambios verdaderamente históricos», el Papa expresó su deseo de que la presencia y las actividades de los embajadores ante la Santa Sede «contribuyan en el crecimiento de ese espíritu de colaboración y de mutua participación, esencial en vista de una respuesta eficaz a los radicales desafíos de hoy. Por su parte, la Iglesia, convencida de la responsabilidad que tenemos los unos por los otros, promueve todo esfuerzo para cooperar, sin violencia ni engaños, en la construcción del mundo en un espíritu de genuina fraternidad y paz».

 

I commenti dei lettori