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  • Carlos Collantes Díez

PALABRA DE DIOS, CORAZÓN Y CULTURAS

13 Septiembre 2016 1662

Desde el pasado septiembre se ha incorporado a nuestro trabajo de animación misionera y vocacional, en la comunidad de Murcia, el P. Juan Carlos Díez de la Calle. Ya trabajó 6 años en estas tareas de animación tras su ordenación en 1992. Vuelve ahora del Chad donde ha trabajado estos últimos años, porque también trabajó en Camerún y le pedimos que comparta con nosotros algo de su experiencia reciente.

 

Los misioneros javerianos trabajamos en la diócesis de Pala (Chad) desde 1982, ¿puedes describirnos las grandes líneas de nuestra presencia en esta zona y en esta Iglesia del Chad?

Desde el inicio de nuestro servicio misionero en la diócesis de Pala participamos activamente. Un jovencísimo misionero oblato, recién ordenado obispo, Jean Claude Bouchard, junto con su equipo pastoral de misioneros y misioneras había puesto en marcha un plan pastoral de evangelización inculturado tras años de reflexión y de preparación. Fueron años entusiastas de mucho trabajo en una misión bastante nueva (de apenas veinte años trascurridos desde la llegada de los primeros misioneros).

Comenzamos con dos comunidades de tres misioneros cada una, afincadas en dos territorios de misión bastante amplios: uno en la zona de los massas y la otra en la zona de los mousseys, dos grupos étnicos importantes en la diócesis. En la actualidad son tres las comunidades javerianas en la diócesis contando con la presencia de una decena de misioneros. El trabajo ha sido desde el principio fundamentalmente pastoral. Consiste en la creación y acompañamiento de nuevas comunidades cristianas surgidas de un paciente trabajo de catecumenado de adultos. Del mismo modo nos preocupamos y empeñamos mucho en cuanto es promoción humana y desarrollo.

La primera tarea que el misionero lleva a cabo es insertarse en una realidad nueva y muy distinta de la suya de origen ¿Cómo es vuestra inserción en la cultura o culturas locales? ¿Qué esfuerzo supone? ¿Qué dificultades?

Damos muchísima importancia a este aspecto de inserción que llamamos más precisamente de aculturación. Prácticamente los primeros años de presencia están orientados a facilitar la aculturación que pasa necesariamente por el aprendizaje y conocimiento de la lengua local, de las costumbres y del sentido religioso de estos pueblos. El aprendizaje de las lenguas locales nos ocupa buena parte de nuestro periodo de inserción el aquella realidad. El esfuerzo es considerable, más aún dificultado por la escasez de medios didácticos para el aprendizaje de la lengua. Se trata además de lenguas complejas de aprender.

Otra dificultad importante, quizás la más importante, es llegar a comprender la manera de ver la vida de estas gentes, sus valores, sus prioridades… en definitiva, lo que hace tan particulares y singulares a estas culturas africanas tan distintas a las nuestras.

En vuestro trabajo de primer anuncio dais una gran importancia al catecumenado de adultos. ¿Puedes hablarnos de ello?

En la pastoral que llevamos adelante el catecumenado se encuentra en el centro. Es verdad que el número de cristianos ha aumentado y que la atención a las comunidades cristianas nos pide especial atención, pero seguimos siendo una iglesia donde el primer anuncio es su misión más relevante. El catecumenado tiene una duración de cinco años. Basado en la Palabra de Dios escuchada, reflexionada e interiorizada, se busca suscitar una autentica conversión de mentalidad y de vida. En un inicio los catecúmenos eran todos personas adultas capaces de comprender la Palabra de Dios y de dejarse modelar por ella. Es muy importante el trabajo personal de inculturación de la fe que pide una madurez y un conocimiento de la propia cultura y de sus tradiciones. En la actualidad, cada vez más se van incorporando catecúmenos más jóvenes.

En este sentido ha sido muy importante el trabajo de inculturación llevado a cabo en estos treinta últimos años. El esfuerzo por traducir la Palabra de Dios a sus lenguas locales ha sido muy importante. Se ha buscado que la Palabra de Dios penetre en el corazón de estas culturas resaltando cuanto ya está presente en las mismas y cuanto está ausente, es una novedad e invita a un cambio. Algunos de nuestros misioneros se han implicado con entusiasmo en acercar la riqueza de la Palabra a estas gentes en palabras y conceptos que ellos entienden como propios de sus culturas.

Importante además es señalar el protagonismo de la comunidad local en la formación y acompañamiento de los catecúmenos. Los catequistas surgen de la comunidad. La coherencia entre la vida concreta del catecúmeno y cuanto de nuevo va descubriendo en el catecumenado es un elemento fundamental para la admisión de los catecúmenos a los sacramentos. Aquí también el compromiso de los cristianos es muy importante.

¿Cuáles son las relaciones entre la evangelización y las tareas de promoción humana o cómo compagináis ambas realidades?

A veces se ha querido establecer una especie de frontera entre la evangelización y la promoción humana, como si la evangelización consistiera fundamentalmente en la trasmisión de conceptos, ideas, dogmas a los que hay que asentir más o menos acríticamente. La promoción humana sería el empeño por mejorar las condiciones de vida de la gente. Eso que decimos de “predicar y dar trigo”.

Sin embargo ambas actividades son complementarias y toda comprensión reduccionista no hace más que malentenderlas. La evangelización es muchísimo más que la trasmisión de ideas, creencias o instrucciones de vida. Es sobre todo el acercamiento a una persona: Jesucristo. Esta Persona es vida, es relación, es compromiso, es cambio, es esperanza, es fraternidad y amor… una persona son opciones, formas de vivir, prioridades… y todo eso si no se traduce en un cambio efectivo de vida no se trata de una autentica evangelización sino más bien de un “adoctrinamiento” estéril.

Del mismo modo la promoción humana, el desarrollo, sin alma o con un alma materialista, copia del desarrollo más al estilo occidental, no aporta mucho a las personas, a veces hasta las corrompe destruyendo buena parte de la solidaridad tan peculiar de estos pueblos. El evangelio tiene una fuerza movilizadora y transformadora que no tienen la mayoría de las palabras que oímos a menudo. En Occidente tal vez hayamos perdido mucho la confianza en la fuerza del mensaje del Evangelio reduciéndolo a una lista de ideas, preceptos, dogmas a menudo difíciles de comprender. Por otra parte confundimos fácilmente el desarrollo (la promoción humana) con el tener más, contar con medios técnicos, cosas, para “vivir mejor”. Creo que tenemos mucho que aprender sobre la “calidad de vida” de quienes viven en países que tienen menos cosas.

El Evangelio es el alma de la promoción humana. Es como el proyecto de lo que se desea ser y hacia donde se desea encaminar todos los esfuerzos por promover la humanidad. Es triste que olvidemos esto tan fácilmente. Ya Pablo VI nos lo dijo muy claramente en uno de los documentos que nos haría tanto bien releer cuarenta años más tarde: “La evangelización del mundo contemporáneo”.

Viviendo y compartiendo nuestra vida y nuestra fe con los hermanos a los que somos enviados, es mucho lo que recibimos los misioneros… ¿qué es lo que has aprendido o cómo te has sentido enriquecido…?

Pues creo que con lo dicho hace un rato he dado una respuesta a esta pregunta. Precisamente esa coherencia entre lo que se cree y lo que se vive, al menos como horizonte siempre visible hacia el que dirigirse. También desde el punto de vista puramente humano, el contacto continuado durante años con una cultura diferente a la propia, es muy enriquecedor. Primero porque te ayuda mucho a salir de tu mundo estrecho, de tus visiones a menudo reducidas de la mayoría de las cosas importantes. Segundo porque te hace profundizar en el sentido de tu propia cultura. Y tercero porque te va configurando una nueva cultura más tolerante y comprensiva. Si a todo esto le añades el color, el sabor y la frescura del Evangelio, la riqueza es considerable.

Agradecemos a Juan Carlos su testimonio, le deseamos que se encuentre bien entre nosotros y que su trabajo sea fecundo.

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