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  • Carlos Collantes Díez

EL TESORO ESCONDIDO

28 Marzo 2018 2849

Ofrecemos un testimonio que revela una generosidad admirable, heroica al servicio del Reino y de la Iglesia, un convencimiento profundo de la fecundidad espiritual en condiciones adversas donde faltan tantos apoyos visibles, eclesiales y se yergue la grandeza de una fe desnuda que solo se apoya en el Señor, proclamando como S. Pablo: “sé de quién me he fiado” y “todo lo puedo en aquel que me conforta”. La Palabra, silenciosa casi siempre, sembrada a manos llenas, semilla que crece y dará fruto, sin que el sembrador sepa cómo. (Marcos 4, 26-32)

Los cristianos que quieren responder al mandamiento del Señor: “id y predicad el evangelio a todas las gentes”, no pueden dejar de pensar en la China donde la gran mayoría de la población no conoce a Cristo. Este mandamiento del Señor se convierte en un imperativo urgente para aquellos grupos que tienen como fin exclusivo la misión “ad gentes”, el primer anuncio entre los no cristianos. ¿Se puede hacer la misión hoy en China? ¿Cómo?

La situación en China es muy compleja y hay quienes dudan y se preguntan si el anuncio del evangelio llevado adelante por misioneros extranjeros es hoy posible. De hecho, a mitad de los años cincuenta del siglo pasado, las autoridades chinas expulsaron a todos los misioneros y hasta el día de hoy no se puede entrar como tales.

Testimonio convencido

Cierto, se puede entrar con un permiso cualquiera y dedicarse a la evangelización de manera escondida, en ese caso el riesgo es la expulsión apenas descubiertos. También es verdad que el estado permite que sacerdotes, religiosos y laicos extranjeros visiten y tengan contactos con asociaciones eclesiales con fines amistosos, para enseñar en los seminarios reconocidos por el gobierno o para ofrecer algún tipo de ayuda económica, pero lo pueden hacer ocasionalmente, en comunidades católicas reconocidas por el gobierno y en lugares y tiempos convenidos y acordados con las autoridades competentes.

Hay también sacerdotes extranjeros que sirven a comunidades de extranjeros y también está permitido concelebrar en comunidades reconocidas, pero está prohibido contactar con las iglesias clandestinas y tampoco se puede hablar de religión a grupos no cristianos. Los extranjeros no pueden abrir una parroquia propia, no pueden tener reuniones religiosas en casa, no pueden hacer animación juvenil, catecumenados, retiros, etc. Es por todo esto que muchos afirman que los extranjeros no pueden “hacer misión” –ser misioneros- en China.

Quisiera describir brevemente -intentarlo al menos- un método de evangelización en China, al alcance también de los extranjeros. Lo podríamos definir de “perfil bajo”, laico en apariencia; un método basado exclusivamente en el testimonio de vida y en el contacto con las personas, una a una, queriendo construir amistades respetuosas, sinceras, profundas y duraderas, sin estar preocupados por hablar del Reino de Dios, sino más bien por testimoniar sus valores en el lugar de trabajo y en los contactos y relaciones que se establezcan.

Presencia y anuncio

Para poder realizar todo esto es oportuno escoger un trabajo, una ocupación cualquiera, en lugar de apoyarse en estructuras o medios vistosos y costosos; es mejor vivir inmersos en la sociedad convencidos de que una presencia auténtica es ya anuncio; es mejor vivir “escondidos” y en el “silencio” no por miedo sino para poner del relieve lo que uno es y no los medios que se utilizan. Cierto, todo esto es realizado con el irresistible deseo de “que sea conocido y amado por todos nuestro Señor Jesucristo”, teniendo siempre bien claro que la prioridad no es la palabra, sino la atracción del ejemplo.

Y cuando alguno, atraído o impresionado por el estilo de vida, pregunte a nivel personal, la razón de la propia esperanza, entonces uno no se echa atrás en el hablar; y si además esta persona tiene la intención de conocer mejor a Cristo y recibir el bautismo, en ese caso se la encamina allí donde puede encontrar una comunidad, recibir la formación y comenzar el catecumenado. A partir de ese momento, la tarea del primer anuncio ha terminado y es conveniente saber retirarse: instruir, guiar, formar no entra en la finalidad específica y no es prudente ni aconsejable en este contexto.

¿Qué implica todo esto? En primer lugar se debe aceptar que para poder entrar en China y permanecer legalmente durante un periodo relativamente largo es necesario obtener un visado de trabajo. Y para obtenerlo uno debe poseer una especialidad, un titulo de estudios o una experiencia determinada en un cierto campo que permita encontrar una ocupación, un trabajo. Esto supone ya un gran desafío para sacerdotes o religiosos que han sido preparados casi exclusivamente para hacer “de religiosos o sacerdotes”.

Fuerza interior

Hay que escoger un trabajo y adaptarse al mundo laboral con sus horarios y exigencias. El visado lo dan solamente para un año; si durante este espacio de tiempo cambia el mercado y la marcha económica de la compañía en la que se trabaja, o si tienen problemas personales con la policía, existe el riesgo de perder el trabajo y, como consecuencia, uno debe abandonar el país. Esta dependencia del visado tiene un resultado inmediato: que uno se siente en situación de permanente precariedad. Se necesita, por ello, encontrar y mantener una gran fuerza interior.

Teniendo en cuenta la finalidad específica y la división de la Iglesia católica en China, será conveniente evitar todo contacto formal sea con la llamada iglesia oficial sea con la no reconocida. Nos faltará, en consecuencia, la participación como celebrantes o concelebrantes en la vida sacramental y litúrgica de la Iglesia.

Quien ha sido educado durante años para ser animador de grupos, punto de referencia de la comunidad eclesial, se sentirá desperdiciado, fuera de lugar, comprometido en un trabajo o ambiente prevalentemente laico. Además, dado que el ministerio sacramental o catequético puede ser fuente de grandes consolaciones, todo este mundo conocido y familiar está completamente ausente en este modo de vivir y realizar la misión. Falta una fuente de gratificación. El aspecto litúrgico y sacramental puede solamente formar parte de la vida personal, privada; y quien se espere la ayuda visible, concreta de la Iglesia, este estilo y modo de hacer misión le resultará muy difícil.

Enorme desafío

Será necesaria una fe grande y perseverancia además de una visión diferente del sacerdocio y de la vida consagrada. Existe siempre la posibilidad y el deseo de ser útiles, de crear amistades llevando consigo fondos considerables, subvencionando proyectos, creando estructuras, pero este tipo de presencia debería ser abandonado lo antes posible (la experiencia pasada y reciente muestra que grandes inversiones atraen abusos y rencores) para no ser instrumentalizados, para no hacer coincidir el cristianismo con riqueza y recursos.

Este modo de misión pretende dar prioridad a las relaciones y no a las estructuras y resaltar la sobriedad de vida. Hay, sin embargo, situaciones en las que se puede ofrecer también una modesta contribución económica; estos “proyectos” deberán ser pocos, analizados, presentados, discernidos y aprobados juntos y ser, posteriormente, evaluados de manera regular.

La misión de extranjeros en China es, por tanto, posible con este método que representa, sin lugar a dudas, un gran desafío para cada grupo y cada persona ya que es posible solamente manteniendo una profunda vida de fe, convencidos de que será Él quien atraiga a todos a sí.

“La Palabra no está encadenada” (II Timoteo 2, 9), sobre todo cuando es acogida por corazones libres, proclamada por creyentes convencidos mediante el testimonio de su propia vida. Rezamos para que todos puedan descubrir la riqueza que la fe puede aportar a cualquier cultura y que China se abra cada vez más a la riqueza del Evangelio

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