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  • Carlos Collantes Díez

09 TIERRA PROMETIDA, SIN ÍDOLOS

30 Agosto 2015 1454

“Jesús no excluye a nadie. A todos anuncia la buena noticia de Dios, pero esta noticia no puede ser escuchada por todos de la misma manera. Todos pueden entrar en su reino, pero no todos de la misma manera, pues la misericordia de Dios está urgiendo antes que nada a que se haga justicia a los más pobres y humillados. Por eso la venida de Dios es una suerte para los que viven explotados, mientras se convierte en amenaza para los causantes de esa explotación”. (J.A. Pagola)

Las bienaventuranzas tienen mucho que ver con el modelo de sociedad querido por Dios, con el ideal de relaciones sociales que corresponde al proyecto llevado adelante por Jesús llamado Reino de Dios. Por eso al reflexionar sobre las bienaventuranzas nos parece importante tener en cuenta los graves problemas sociales, económicos y políticos que viven nuestras sociedades, porque las bienaventuranzas tienen que ver con todo lo humano. Con lo humano herido o maltratado, con lo humano anhelado o exigido, con lo humano justo y digno. Donde la dignidad humana es pisoteada, Dios es negado, su proyecto traicionado, y su Reino no es acogido.

Un vuelco total

La justicia y también la libertad son burladas o sacrificadas cuando los débiles son pisoteados por la ley del más fuerte llámese capitalismo feroz, cultura del descarte de la que habla con frecuencia el Papa Francisco, o darwinismo social con el lenguaje de las ciencias sociales; ley que -lo estamos viendo cada día con la crisis- poderosos grupos imponen a inmensas mayorías en las relaciones sociales entre grupos y entre pueblos o países. La crisis, un pretexto para que los poderosos sigan acumulando más riquezas y más poder, y seguir empobreciendo a grandes mayorías.

La auténtica vida espiritual no puede vivirse de espaldas a la realidad concreta de nuestro mundo y de nuestra historia sufriente y esperanzada. Existe una relación manifiesta entre historia, esperanza y futuro humano digno para todos. El evangelio tiene capacidad para generar historia de salvación. El Reino predicado por Jesús supuso un vuelco total en la manera de vivir las relaciones sociales. Jesús siempre puso en el centro la dignidad de la persona. Él quiso imprimir otro rumbo radicalmente distinto a nuestro mundo. Y también hoy necesitamos ese cambio de rumbo radical o vuelco total a tantas situaciones cargadas de injusticia y productoras de sufrimiento.

Con frecuencia, los que Jesús proclama bienaventurados son considerados perdedores, débiles en nuestra sociedad, sobre todo por el pensamiento y la lógica dominantes, por esa ley del más fuerte. Por eso la lógica evangélica implica una crítica profética o una condena sin paliativos del actual sistema capitalista neoliberal “darwinista” cruel que genera población sobrante y descartable.

Otra tierra

Ciertos grupos poderosos ven con agrado y aplauden que se ayude a los pobres, pero no aceptan de ninguna manera que se establezcan relaciones distintas con ellos y no solo a nivel personal, sino social y estructural, ni que se hagan preguntas molestas. (La alegría del evangelio nº57.60.203) Porque quieren seguir manteniendo a la gente en situaciones de dependencia para que sean eternamente beneficiarios de sus limosnas y no protagonistas de su existencia. Y los empobrecidos quieren ser protagonistas de su propia historia, de una historia que sea de todos, nuestra también, y que sea de verdad historia de salvación, como Dios lo quiere.

El Dios del Éxodo es un Dios que oye el sufrimiento de un pueblo oprimido, se deja implicar, sufre y actúa desde dentro a través de mediaciones humanas como Moisés. Un Dios peregrino que desciende y camina con el pueblo hacia la lenta conquista de una sociedad justa, fraterna y libre a través de tanto desierto inhóspito. Esa es la verdadera Tierra Prometida. Jesús se hace también peregrino, de la pasión por el Reino a la pasión en la cruz, peregrino que se abaja y se despoja, que se entrega y ofrece, peregrino que sube al encuentro con el Padre tras habernos ofrecido la posibilidad de vivir de otra manera, libres y reconciliados, en camino hacia una Tierra nueva.

La misión implica salir y Dios es el primer misionero. Dios es un Dios “saliendo” por amor desde el inicio de la creación. Un Dios que, en Jesús, camina por nuestra tierra compartiendo nuestra condición humana. La encarnación nos revela el poder de Dios en la debilidad del Hijo. Dios -siendo Dios y sin dejar de serlo- es capaz de encarnarse en la fragilidad de nuestra condición humana.

Tiranías invisibles

En un mundo sometido a poderes e intereses violentos –y el actual sistema económico-financiero está generando una violencia irracional y desmedida- el justo se convierte en víctima. La vida de Jesús lo prueba y la de millares de hermanos y hermanas. Jesús sufre y padece la violencia que le viene encima porque ama a las personas y al amar desenmascara situaciones injustas.

Escribía el papa Francisco en el mensaje de cuaresma del año pasado: “Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ÍDOLOS, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.

“Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Es el Papa Francisco quien nos lo advierte de manera profética y clara. “Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas… El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”.(EG nº55-56)

Cosmética interesada

El capitalismo se ha convertido en un ídolo feroz que está pisoteando a las personas y destrozando la naturaleza. El sentido ético nos asegura que una sociedad no puede subsistir por mucho tiempo asentada sobre la sobreexplotación, la violencia, la mentira y la negación de los derechos y de la misma vida. El desafío es recuperar el sentido ético, el gozo de la fraternidad, y desde ahí plantar cara al ídolo, porque SOMOS MAYORIA.

Ante los ídolos no hay que postrarse –ese es el mandamiento bíblico y lo que nos enseñaron los primeros cristianos que no se doblegaron ante los ídolos imperiales del poder romano-. Si es un ídolo no hay que refundarlo con retoques cosméticos, sino buscar otro sistema de vida y de relaciones económicas y sociales.  

El pez grande se come al pequeño, el rico al pobre, y a eso algunos lo llaman libertad. Y no es más que la ley de la jungla, del más fuerte, donde los derechos de los pobres -los de Dios- son pisoteados y violados por quienes de verdad detentan el poder. El darwinismo o la implacable ley del más fuerte tiene una lógica cruel y feroz, basada en el egoísmo más frío, en la búsqueda calculada del propio interés, en la insensibilidad frente al enorme sufrimiento que genera, en la ruptura del vínculo de humanidad que a todos nos une.

El evangelio tiene la certeza de que Dios hará justicia sobre el conjunto de la historia humana, pero nos toca a nosotros, seguidores de Jesús, trabajar en la dirección de hacer posibles “los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habite la justicia”. (II Pedro 3, 13)

P. Carlos Collantes sx

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