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  • Carlos Collantes Díez

18 JUSTICIA TRANSFORMADORA

19 Marzo 2018 1318

Amos y Oseas, dos profetas, dos estilos: la justicia-denuncia y el amor-ternura. Y Zaqueo, un “corrupto” célebre; su nombre no salía en la prensa pero estaba en boca de todos, el cual al encontrarse con Jesús queda profundamente transformado. Su conversión nos muestra que la justicia y el amor caminan juntos en alianza indisoluble. Jesús que encarna de manera admirable el amor y la justicia, hace visible la justicia compasiva de Dios.

 

La justicia está relacionada con la santidad de Dios por eso no puede haber oposición o contradicción entre justicia y amor. El deseo sincero y la práctica de la justicia es una participación en la santidad de Dios.

Escribe el Papa Francisco: “La misericordia verdadera, aquella que Dios nos da y enseña, pide justicia, pide que el pobre encuentre su camino para dejar de serlo”. Y bellamente el salmo 84 nos ayuda a suspirar: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos” (Salmo 84, 11-14).

Justicia y santidad

La justicia implica dos dimensiones inseparables: la conversión personal y la reforma de estructuras. La santidad personal exige servicio al pobre y compromiso por la liberación integral; supone un dejarse invadir por la santidad de Dios para construir la justicia en la sociedad y la historia. S. Pablo, en la carta a los efesios, nos descubre una relación entre justicia y santidad, entre renovación de la mente y del espíritu y la nueva humanidad a imagen de Dios (4, 23-24). El creyente vive la justicia con una dimensión social y una mística, ambas inseparables.

Amos y Oseas son contemporáneos, viven en una época marcada por la prosperidad material y por la injusticia social debido al lujo insensato y miope de los ricos. La última causa de esta insensatez e inconsciencia es el olvido de la Alianza con el Dios verdadero que quiere una vida de equidad y fraternidad para todo su pueblo. Los ricos al olvidar y dar la espalda al Dios verdadero se convierten en adoradores y servidores de un ídolo. Algo que sucede en nuestra época, a escala global y con mayor escándalo y dramatismo. También el pueblo se precipitaba y dormía en la idolatría, en el culto a los baales ya que buscaba en ellos una imposible fecundidad, cosecharon esterilidad, fracaso. Por eso los profetas intentan despertar a todos desvelando las responsabilidades de cada uno.

Una sociedad enferma de clamorosa injusticia social está en el fondo enferma de idolatría (EG 53-60). Los poderosos confían de manera pretenciosa e inconsciente en sus propios recursos que acaparan de manera insensata y cruel provocando dolorosas fracturas sociales.

Indignación profética

Con lenguaje vigoroso Amos denuncia la enorme injusticia social. ¡Qué no denunciaría en nuestros días! Una injusticia fruto de la explotación de los pobres y carente de solidaridad, de humanidad. El profeta se convierte en un indignado social, sin embargo esta indignación suya tiene raíces y motivaciones religiosas vinculadas a la Alianza de Dios con su pueblo. La indignación del profeta, dada su honda experiencia de Dios, es el reflejo y la expresión humana de otra indignación: la de Dios.

Lo cual es importante para nosotros creyentes, porque la exigencia de equidad, de justicia social es una consecuencia del amor, y decir amor significa decir proyecto de Dios, plenitud querida por Dios para todos: un proyecto de vida fraterna, abundante, plena, gozosa. Y no hay fidelidad a este proyecto cuando hay sufrimiento producido por la injusticia, el acaparamiento, la codicia de los poderosos, cuando se trama contra los sencillos, cuando humillan y se burlan de los pobres porque eso significa burlarse de la Alianza, de Dios.

Al igual que Amos, Oseas tiene sobrados motivos para hablar de justicia y lo hace, pero siguiendo un camino diferente. Prefiere insistir en el amor fiel de Dios por su pueblo infiel; es un afecto incansable que brota como gracia y ternura, expresión de la conmoción divina ante la desgracia. La infidelidad que Oseas denuncia es el culto a los ídolos, entonces eran los baales de la fertilidad. Hoy serían otros los ídolos, el dinero, el poder, el prestigio. Denuncia la injusticia social con un tono distinto. Es el profeta de la misericordia desmesurada y del afecto invencible del primer amor.

La lectura orante del profeta Oseas puede permitirnos una integración más lúcida entre la justicia y la compasión, ya que sitúa el compromiso contra la injusticia en el centro del corazón. Busca la justicia utilizando el lenguaje del amor, de la ternura, “una ternura combativa antes los embates del mal” (Papa Francisco, EG 85). Porque Dios es Amor habrá siempre salvación y el amor tiene la última palabra.

Un horizonte nuevo

El encuentro de Jesús con Zaqueo nos revela de manera admirable la fecunda armonía entre el amor-misericordia y la justicia social. La profunda transformación sufrida por Zaqueo en su corazón tiene enormes consecuencias sociales: devuelve, restituye y compensa con creces. Sin gritar, Jesús consigue el milagro. ¿Será posible hoy ese milagro?

Zaqueo termina convirtiéndose en un sediento de justicia, gracias al toque de amor de Jesús, toque delicado, inteligente y profundo. Jesús le contagia su sed de justicia, y entonces Zaqueo descubre la necesidad de reparación y un horizonte nuevo, el de la fraternidad.

Bien pudiera convertirse Zaqueo en un símbolo para esos delincuentes de cuello blanco cuyos nombres están en boca de todos porque llevamos meses y años oyéndolos en todas las noticias. Es larga la letanía –no religiosa- de nombres de supuestos y grandes corruptos, saqueadores de bienes públicos y cuyo botín -cuantioso y en parte desconocido- está oculto en alguna cueva de ladrones (paraísos fiscales) sin que ellos -hasta ahora y por el momento- se decidan a hablar y comiencen un camino de transformación, de restitución, de decencia y dignidad.

Una redención concreta

¡Cómo nos gustaría que alguno de estos desalmados se decidiera a hablar y a devolver todo lo saqueado, cual Zaqueos convertidos! Prefieren guardar silencio, ellos y sus cómplices, esos políticos que han decidido formar parte del club de los amnésicos: “no sé, no me consta, no recuerdo”, así contestan a los jueces y así se ríen de nosotros. Algo nos dice que mienten. En lugar de colaborar con la justicia, la obstruyen y dificultan cínicamente a golpe de martillo, con silencios cómplices o cambiando jueces o fiscales. ¡Cómo nos gustaría que se encontraran con Jesús y cambiaran! Es una burla para todo un país que algunos sigan todavía ocupando puestos de gobierno. ¡Si alguno de ellos pudiera escuchar la palabra de Jesús: “Hoy quiero hospedarme en tu casa”!, déjame entrar, tu vida cambiará y la sociedad se alegrará.

La Misión es Dios derramando su amor, su Espíritu sobre el mundo, amor que choca frente a tanta injusticia. Hay cristianos despistados que ignoran que la causa de los pobres es la causa de Dios, que la salvación es integral y no se refiere solamente al más allá sino que tiene mucho que ver con una vida digna. La redención de Jesucristo nunca es abstracta o intemporal, para un futuro indefinido, porque ciertos pecados tienen nombres concretos y consecuencias duras, dolorosas para muchos inocentes. La redención necesita ser concretada en una vida justa y fraterna para todo el pueblo. Es la misma perspectiva del éxodo hacia una tierra nueva: no volver a caer en ninguna esclavitud, vivir como un pueblo libre, solidario, fraterno. El ideal de la Alianza pactada con Dios y cuyos defensores son los profetas.

Los problemas sociales tienen una resonancia o un trasfondo místico. Nos lo enseñan los profetas: el abandono de Dios y de su Alianza conduce al desastre, al caos social.

P. Carlos Collantes sx

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