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  • Francisco Javier Alonso

PAZ EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

30 Diciembre 2015 1143

Francisco Javier Alonso Rodríguez, autor de la reflexión que sigue, es presidente de la Comisión Diocesana de Justicia y Paz de Madrid y Vicepresidente de la Comisión General de Justicia y Paz de España. Participa de manera activa en el trabajo en red llevado adelante por distintas plataformas y grupos eclesiales, como "Enlázate por la Justicia", “Grupo Intereclesial contra la Trata de personas”, "Iglesia Unida por el Trabajo Decente", entre otros. Le agradecemos de corazón esta aportación.

 

El 8 de diciembre ha comenzado el Año de la Misericordia que terminará el 20 de noviembre de 2016. El pasado 11 de abril el papa Francisco, con la publicación de la Bula Misericordiae Vultus, realizaba la convocatoria de este año santo jubilar de la Misericordia. La Jornada Mundial por la Paz que celebramos el uno de enero dedicada al tema “Vence la indiferencia y conquista la paz” será un momento álgido en este Año de la Misericordia.

La celebración de este año es un momento muy oportuno para profundizar en nuestro compromiso por la justicia y la paz. Nos preocupan las situaciones de pobreza extrema que existen en nuestro país y en todo el mundo y que reclaman la atención de los poderes públicos y nuestra acción diligente tanto en el ámbito local como universal. En el marco de esta realidad, son dos los acontecimientos que están incidiendo más profundamente en nuestra conciencia ahora mismo.

En primer lugar, todos somos conscientes de la catástrofe que llama a las mismas puertas de Europa cuando países como España siguen sufriendo el flagelo del paro, la precariedad laboral, la exclusión y muchas formas de vulnerabilidad personal y social. La pobreza en nuestro país se ha agravado por el recorte en políticas sociales de las Administraciones Públicas y nuestra contribución a la solidaridad global se ha reducido por los mismos recortes.

Afrontar las causas

Esto nos desafía a vivir la verdadera solidaridad que nos impide caer en la tentación de las disputas entre nuestros pobres y los que llegan. Como dice el arzobispo de Madrid en su carta pastoral “Fui forastero y me acogisteis”:

“Todos son pobres de Cristo, todos son hijos de Dios. Todos tienen derecho a reclamarnos, en un mundo en que la pobreza no es un problema técnico, sino ético, una verdadera justicia social global. Responder con eficacia, justicia, humanidad y prontitud a unas y otras situaciones corresponde a las autoridades públicas y a los organismos competentes. Pero ello no obsta para que la sociedad civil, y la Iglesia católica en particular, tenga una palabra que decir y, sobre todo, un grano de arena que aportar para aliviar tanto dolor ajeno”.

En este, como en todos los temas, las causas de los problemas deben ser afrontadas en origen. Tenemos que pedir a los gobiernos e instituciones supraestatales una acción más coordinada, anticipatoria y que trate de solucionar los problemas en sus causas desde criterios éticos y no estratégicos. Igualmente, hemos de apoyar generosamente a las comunidades cristianas que permanecen en origen, con los que no pueden huir (los más pobres) y a las entidades de Iglesia que colaboran con ellos, con los perseguidos y hacinados en campos de refugiados.

Es necesaria una mayor generosidad en la acogida de refugiados y es fundamental hacer operativo el visado humanitario que posibilitaría el establecimiento de rutas seguras e impediría a las mafias abusar de la vulnerabilidad de los refugiados. Es imprescindible reforzar con urgencia el personal y agilizar la tramitación de los expedientes en materia tan sensible.

Desarrollo sostenible

En segundo lugar, la Asamblea de Naciones Unidas acaba de aprobar una nueva agenda internacional de desarrollo para los próximos 15 años. Los retos que se encuentran encima de la mesa son los nuevos diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), que son:

  1. Poner fin a la pobreza.
  2. Hambre cero.
  3. Buena salud.
  4. Educación de calidad.
  5. Igualdad de género.
  6. Agua limpia y saneamiento.
  7. Energía asequible y sostenible.
  8. Trabajo decente y crecimiento económico.
  9. Industria, innovación, infraestructura.
  10. Reducir inequidades.
  11. Ciudades y comunidades sostenibles.
  12. Consumo responsable y producción.
  13. Acción climática.
  14. Vida marina.
  15. Vida en la tierra.
  16. Paz, justicia e instituciones fuertes.
  17. Alianzas para los objetivos.

En comparación con los Objetivos del Milenio, los Objetivos de Desarrollo Sostenible suponen ampliar el alcance de la agenda internacional del desarrollo e incluir plenamente el cuidado de la casa común. Necesitamos un desarrollo humano, sostenible e integral. Es urgente tomar medidas contra el cambio climático y sus efectos. Nuestro mundo no aguanta un superdesarrollo derrochador y consumista. Necesitamos un mundo sostenible, justo y seguro para todos. Nuestro mundo no necesita más producción sino más justicia.

La agenda internacional de desarrollo implica, en primer lugar, a las autoridades políticas. Son ellas quienes deben asumir la responsabilidad de poner a la persona en  el centro y el fin de toda la vida económica y social. La participación y la transparencia deben ser características fundamentales de la acción pública en todo el globo. Los ODS apuntan a reducir inequidades y desigualdades no solo entre los países sino dentro de cada país. Necesitamos políticas ambiciosas para materializar la Agenda 2030.

La Agenda nos implica también a nosotros y todas nuestras organizaciones. Debemos ser actores y socios críticos para implementarla. Los ODS nos requieren a repensar cómo construimos el desarrollo. Estamos llamados a ser creadores e innovadores. La Agenda nos invita a estar atentos a la realidad, a sostener una mirada compasiva con quienes sufren y a desarrollar acciones que atiendan a las causas estructurales y sistémicas de la pobreza. Disminuir la desigualdad es una prioridad en el combate contra la pobreza extrema. Erradicar la pobreza y el hambre supone luchar por el derecho a la alimentación, por la seguridad alimentaria y por la mejora en la nutrición.

Objetivos olvidados

La educación nos implica en el camino que debemos transitar para hacer realidad todos los ODS. La lucha por la igualdad de género es la lucha por el progreso de toda la humanidad. Las mujeres son clave para lograr los objetivos de la Agenda 2030.

Nuestra mirada no se puede limitar a los objetivos aprobados. No podemos olvidar objetivos que se han olvidado, como el fin de los paraísos fiscales y la imposición a las transacciones financieras internacionales. Sabemos que caminamos hacia una comunidad humana y debemos estrechar nuestros vínculos con organizaciones populares en aras de esa globalización de la solidaridad.

En este camino las tres generaciones de derechos humanos son irrenunciables. Los ODS son un plan de acción universal para los derechos. Sin libertades civiles y políticas no hay democracia. La segunda generación de derechos económicos, sociales y culturales se debe universalizar en aras del trabajo decente en todo el globo: el fin del trabajo infantil, de la trata, de la precariedad y del trabajo sin derechos deben ser una prioridad. Por último, los derechos de la tercera generación, la paz, el desarme y el cuidado de la casa común, son un imperativo moral para la acción.

La Agenda implica a las empresas y sindicatos, al conjunto de agentes sociales, que deben ser una fuerza positiva para conseguir los objetivos de desarrollo sostenible. Los agentes sociales tienen un papel fundamental en la lucha contra la corrupción, en el cuidado de la naturaleza, en la promoción del trabajo decente y en el cumplimiento de nuestros deberes públicos.

Estos dos retos nos implican y nos llaman para construir la paz en el Año de la Misericordia.

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