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  • Chema CABALLERO

LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE

30 Marzo 2016 1391

Nuestro compañero y amigo Chema Caballero, bien conocido por su trabajo en la reinserción de los niños soldados en Sierra Leona, experto en temáticas de cooperación, y vinculado para siempre y de corazón a África, nos ayuda a conocer mejor el alcance y los límites de los ODS.

 

A principios del presente año entraban en vigor los 17 objetivos mundiales que tienen como intención erradicar la pobreza extrema, combatir la desigualdad y la injusticia y solucionar el cambio climático. Se les conoce como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y son herederos directos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Naciones Unidas se ha otorgado un plazo de 15 años, hasta 2030, para conseguirlos.

La idea de estos objetivos surgió en el año 2000, cuando los países miembros de las Naciones Unidas establecieron ocho metas de desarrollo humano, los ODM, que pretendían alcanzar antes del año 2015.

Los ocho ODM pretendían erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer, reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial para el desarrollo. Con ellos se diseñó una agenda que marcaba la dirección en la que debería encaminarse la ayuda al desarrollo y la cooperación internacional al mismo tiempo que definía las prioridades de los países en desarrollo.

Gracias a estos ODM se han logrado grandes avances a nivel mundial en la lucha por la reducción de la pobreza. Pero de ninguna manera se ha conseguido todo lo que se pretendía cuando fueron aprobados hace 15 años.

Por eso, faltando poco tiempo para llegar al año 2015 y viendo que no se lograba cumplir con las metas que todos los países miembros de las Naciones Unidas se habían impuesto, la maquinaria de la ONU se puso de nuevo en marcha y, basándose en la experiencia acumulada, aprobó una nueva hoja de ruta para luchar contra la pobreza que quedó plasmada en los nuevos ODS.

Hace falta la colaboración de todos

Los 17 ODS van acompañados de 169 metas que abarcan desde la protección de los océanos hasta la erradicación del hambre y la pobreza, pasando por la reducción de los muertos en carretera o el paro juvenil. Un vasto universo de buenos deseos e intenciones que necesitan un gran esfuerzo de concreción por parte de los países que los van a aplicar para ser efectivos.

La amplitud de metas no nos debe hacer olvidar que la principal novedad con respecto a los ODM es que la nueva agenda de desarrollo no solo tiene en cuenta las consecuencias de la pobreza sino que también se fija en sus causas. Además, su proceso de elaboración ha sido mucho más inclusivo, participativo y transparente que el de los ODM, a pesar de que en los días previos a su aprobación hubo varias reuniones secretas donde las grandes multinacionales impusieron una serie de criterios que han sido recogidos en el documento final.

Los ODM dividían el mundo en dos partes separadas: la de los países en vías de desarrollo a los que se les imponían enormes deberes para salir de la pobreza, y el de los ricos cuya principal función era la de financiar las medidas que tenían que tomar los primeros.

Por eso, también resulta muy significativa la segunda novedad de los nuevos objetivos, y es que estos no están diseñados solo para los países en vías de desarrollo sino que al poner el énfasis en las causas de la pobreza implican a todos los estados del mundo, y obligan a todos a hacer esos deberes necesarios para conseguir un desarrollo sostenible para el conjunto del planeta.

Por tanto, podemos decir que los ODS se presentan como una gran oportunidad para acelerar la trayectoria del desarrollo y para conseguir este de forma solidaria entre todos los países independientemente de su grado actual de desarrollo.

En África está la clave del éxito de los ODS

Está claro que África ha avanzado en la consecución de los ODM y ha logrado resultados muy importantes, alcanzando casi algunas de las metas propuestas hace 15 años. Pero la verdad es que todavía queda mucho por hacer porque es donde menos éxitos se han conseguido con respecto al resto de los continentes.

Por eso mismo, también es fácil constatar que tras 15 años y a pesar de los muchos logros alcanzados, África no ha variado su posición en el mundo, sigue siendo el continente más atrasado. Quizás sea por esto que desde un primer momento los países africanos se han volcado con los ODS.

Muestra de la importancia dada por los distintos países del continente a los ODS es que la Unión Africana produjo un documento, el llamado Common Africa Position (CAP) on the Post 2015 Development Agenda, que recogía las prioridades de desarrollo del continente. Muchas de las propuestas contenidas en él se ven hoy reflejadas en los 17 ODS y en sus 169 metas.

Por tanto, los ODS se presentan como una gran oportunidad para acelerar la trayectoria del desarrollo en África y darle el papel relevante que se merece a nivel mundial. Por eso mismo, algún experto ha dicho que en África es donde de verdad se podrá ver si los ODS sirven para algo. De que triunfen o fracasen en este continente depende el éxito de los mismos.

Son muchos los problemas

Todavía queda mucho por hacer para que los ODS empiecen a plasmarse en medidas concretas en los distintos países. Por ejemplo, aún no están aprobados los indicadores que servirán para medir el progreso de cada Objetivo con sus correspondientes metas. En teoría estos tienen que estar disponibles para finales de marzo 2016, pero las discusiones en torno a ellos son numerosas.

Otro de los grandes problemas que presentan los ODS es su ambigüedad. Muchos puntos quedan demasiado abiertos y al arbitrio de los países. Por ejemplo no se especifica cuál es el porcentaje de energía obtenido de fuentes renovables que es considerado satisfactorio para decir que se cumple el Objetivo número 7. Cada país podrá fijar una cantidad distinta y decir que se trata de un aumento sustancial con respecto al porcentaje anterior y que por tanto cumple con el Objetivo.

Pero el principal escollo con el que se encuentra la implementación de los ODS es, una vez más, el económico.

De muestra nos sirven las dudas levantadas por el Comité intergubernamental de expertos sobre la financiación del desarrollo sostenible que ha estimado que el coste de proporcionar una red de seguridad social para erradicar la pobreza extrema estaría alrededor de 66 mil millones de dólares al año, mientras que las inversiones anuales en la mejora de las infraestructuras (agua, agricultura, transporte, electricidad…) podrían suponer unos 7 billones de dólares a nivel mundial, por citar solo algunos ejemplos.

Por eso, el Comité afirma que las aportaciones de las finanzas públicas y la ayuda internacional son esenciales para el cumplimiento de los ODS, pero también insiste en que el dinero generado por el sector privado, a través de las reformas fiscales y la lucha contra el tráfico ilícito de capitales y la corrupción, son igualmente imprescindibles.

Aquí tenemos una nueva clave con respecto a los ODS, su consecución no depende ya solo de las inversiones públicas o de la ayuda al desarrollo sino que están abiertos a las inversiones privadas, con lo peligroso que esto puede llegar a ser, ya que las empresas y grandes corporaciones transnacionales primarán sus propios beneficios e intereses antes que el bienestar humano. Además, optarán por modelos de desarrollo basados en el neocapitalismo más salvaje, el cual ya se encuentra con un terreno muy abonado para su implantación gracias a las reformas impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a gran número de países en las últimas décadas.

Por su parte, las ONG critican que los medios financieros puestos a disposición de los ODS son los que ya existían y que fueron ineficaces a la hora de hacer realidad los ODM y por eso, muchas piensan que estos nuevos objetivos de desarrollo pueden quedarse a mitad de camino si no se establecen profundas reformas financieras a nivel mundial y se habilita más dinero para su implementación.

Podríamos concluir diciendo que por ahora da la impresión de que sabemos lo que queremos conseguir pero ignoramos cómo haremos. Y mientras encontramos el camino, los expertos nos abruman con informes y propuestas que, a pesar de sus buenas intenciones, corren el riesgo de quedarse solo en eso, en papel, si no existe una verdadera voluntad política por parte de los países más poderosos a la hora de implicarse en el esfuerzo común por conseguir hacer realidad los ODS.

Chema Caballero

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