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  • Genoveva Díaz Sierra

UN HORROR SILENCIOSO

30 May 2016 1442

Nunca hemos tenido tantos medios para combatir la enfermedad y la desigualdad.      Y, entre tanta sobreabundancia de medios e información, convivimos con situaciones de inhumanidad, degradación y violación de los derechos más fundamentales del ser humano. Entre ellas, una de las más flagrantes es la que afecta a nada menos que 140 millones de mujeres. Me refiero a la mutilación genital femenina (MGF).

 

El Papa se ha referido a esta práctica monstruosa con un mensaje inequívoco: "Las muchas formas de esclavitud, la comercialización y la mutilación del cuerpo de las mujeres, exige que nos comprometamos con la derrota de estos tipos de degradación que las reducen a meros objetos que son comprados y vendidos”. Las líneas que siguen buscan, desde la información, ser una modesta contribución a esa derrota.

La Organización Mundial de la Salud define la MGF como todos aquellos procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos mediante su ablación total o parcial.

Es una práctica tradicional que se remonta al antiguo Egipto. Con la creciente influencia islámica en Egipto se infiltró entre las prácticas religiosas. Posteriormente se extendió al África subsahariana y a Asia.

Los argumentos de las etnias que justifican estas prácticas son de distinta índole:

Sociales: se las considera un rito de iniciación y preparación de la niña para la vida adulta y, en especial, al matrimonio. Es una marca de unión y pertenencia al grupo. En muchas ocasiones son las abuelas paternas u otras ancianas de la comunidad las que deciden su realización.

De Tradición: se las considera en muchas ocasiones, debido a su arraigo, intrínsecas a los valores de la comunidad. Existe la creencia de que con la MGF se conservan valores morales de gran importancia en sus sociedades: se garantiza la virginidad de la mujer y se promueve la disciplina y el autocontrol de la sexualidad de las mujeres jóvenes. Un caso extremo lo representa la infibulación (cfr. infra) que suele ir pareja a un matrimonio concertado y forzado e, incluso, a la compra de la esposa.

De salud, reproducción, higiene y belleza: existe la creencia de que las mujeres mutiladas son más fértiles y sus partos son mejores. Así, por ejemplo, se piensa que, si el recién nacido toca el clítoris durante el parto, puede morir, o envenenarse la leche materna. O, también, al clítoris se le atribuye el poder de envenenar el pene y la capacidad de crecer sin control, con la fealdad que conlleva para la mujer; una “mujer cortada” es una mujer limpia y más bella.

Religiosos: la influencia es relativa, aunque suele tener cierto peso en la religión musulmana. No está en el origen del Islam, pero sí en las interpretaciones que algunos líderes religiosos hacen de los textos sagrados, buscando convertir en puras a las mujeres frente a Dios.

Según el informe de Unicef de 2013 son más de 125 millones de mujeres las que han sufrido esta práctica en 28 países de África y en Oriente Medio y unos 140 millones en todo el mundo. Es una práctica habitual entre algunas etnias de la mayor parte de los países que forman la “franja subsahariana”, desde el Oeste (Gambia) hasta la Costa Este (Somalia) En Oriente Medio, se practica en países como Yemen y Omán. En Asía, en India, Malasia, Pakistán, Indonesia, Filipinas y Sri Lanka. También hay algunas etnias con esta práctica en Brasil, Colombia, México y Perú. En Europa se calcula que son unas 500.000 mujeres inmigrantes o refugiadas mutiladas y anualmente unas 180.000 corren el riesgo de serlo. Son datos abrumadores, sobre todo en países como Somalia donde su prevalencia en mujeres de 15 a 19 años es del 96%.

La práctica se suele realizar en niñas entre los 4 y los 14 años. Esto se debe a que las niñas tienen un menor conocimiento y ofrecen una menor resistencia. Su realización y el periodo de cura se desarrollan en un estricto secreto. La MGF es realizada por profesionales (las escisadoras), mujeres de edad avanzada y que a veces comparten esta profesión con la de partera. Es una persona respetada por su trabajo y que actúa por petición de las madres y familia de la niña. Se realiza en un contexto de fiesta para la niña y su familia; se la agasaja con regalos y atavía con las joyas y ropas más elegantes. En muchas etnias adquiere con su realización el estatus de mujer adulta. La niña a la que no se le practica es mal vista por la comunidad. Se la considera indigna de la realización de labores públicas y comunitarias. Queda relegada a las posiciones más bajas de la comunidad, con un estatus de niña.

La MGF se suele realizar sin medidas de asepsia, en condiciones muy precarias, utilizando hojas de afeitar, cuchillas, trozos de vidrio o piedras afiladas. La herida se suele cauterizar con limón, ceniza, barros y, en casos de infibulación, lo que queda de labios mayores se une con espina de acacia, atando posteriormente las piernas de la niña hasta que se haya cerrado la herida.

Los tipos de MGF:

Tipo I o llamada “clitoridectomía” consiste en la extirpación total o parcial del clítoris. El tipo predominante en África Subsahariana.

Tipo II o llamada “ablación” consiste en la extirpación total o parcial del clítoris y de los labios menores.

Tipo III o llamada “infibulación”, consiste en la escisión del clítoris, labios menores y mayores, cosiendo a continuación lo que queda de vulva y dejando un pequeño orificio para la salida de orina y de la menstruación. Esto se abre posteriormente en el momento del coito y del parto. Es predominante en África Oriental.

Las mujeres que han sufrido estas prácticas no suelen hablar abiertamente de lo que les han hecho; son cuestiones que afectan a su vida íntima. Esto hace mucho más difícil poder informar y conseguir cambios en futuras generaciones.

Las consecuencias que tienen estas prácticas para las mujeres son devastadoras, dándose casos incluso de muerte. Si la niña sobrevive puede presentar dificultad en la micción, infecciones de repetición, queloides, dolor, miedo ante las relaciones. Las consecuencias durante el embarazo y el parto son un aumento de morbimortalidad perinatal y maternal a consecuencia de desgarros perineales, aumento de cesáreas, prolongación de los partos.

Es evidente que la MGF es un gravísimo atentado contra la dignidad del ser humano y que viola el derecho a la vida, a la integración física, a la salud y a la protección de la infancia, derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No sólo la legislación internacional, también las regionales, la consideran una violación de los derechos humanos y tipifican muchas de sus prácticas como delitos. Esto supone, sin duda, un claro mensaje de apoyo a las mujeres que han renunciado a la realización de la MGF sobre ellas o sobre otras mujeres. Pero su prohibición legal no es suficiente para erradicar una práctica tan arraigada, si no va acompañada de educación, atención sanitaria y socioeconómica a las mujeres para promover su autonomía. Frente a los lentos pasos sociales que se dan en los países que lo practican, existen mujeres que luchan por abolir esta práctica. Junto a ellas hay un gran número de asociaciones locales e internacionales que se acercan a las sociedades que lo practican para promover un cambio. Este cambio va dirigido hacia una sociedad nueva donde esta práctica que somete a la esclavitud y a la humillación a millones de mujeres quede definitivamente abolida.

La verdadera solidaridad de los hombres entre sí tiene sus raíces en su igualdad ante Dios. Cada persona es una imagen peculiar y única de Dios, es amada de forma concreta y eterna por Dios. Este amor de Dios es la fuente última de una solidaridad profunda entre los hombres. Luchar contra la MGF es trabajar por la igualdad de las personas ante Dios y ante los hombres. Os invito a seguir informándoos sobre este tema y a trabajar en todo aquello que esté a nuestro alcance para combatir esta terrible práctica.

Desde aquí quiero agradecer a organizaciones, como Acción en Red y Save a Girl Save a Generation, su labor de formación y sensibilización en la erradicación de la MGF. Dentro de su servicio formativo ofrecen materiales que me han permitido elaborar este artículo.

Genoveva Díaz Sierra (Laicado Misionero Javeriano)

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