• Carlos Collantes Díez

SOLIDARIDAD Y FRATERNIDAD

02 Septiembre 2017 4794

Hace ya unas semanas se reunió en sesión plenaria la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales para abordar un problemática necesaria y urgente: “Hacia una sociedad participativa: nuevos caminos para la integración social y cultural”.

En muchos países y sociedades se dan situaciones de fuerte desintegración social, con lo que se hace cada vez más difícil crear formas de participación social basadas en los principios de justicia, solidaridad y fraternidad.

Es evidente que el factor más determinante en contra de la participación social es la creciente desigualdad social entre élites muy minoritarias y -¿por qué no decirlo?- insensatas que concentran y acaparan riqueza y poder, y las grandes mayorías sociales, cada vez más excluidas de un justo reparto de los bienes. Y las enormes y sangrantes desigualdades están haciendo que nuestras democracias sean de baja intensidad.

El Papa Francisco sensible a todos estas problemáticas y fiel a su estilo y convicciones, envío un mensaje lúcido a la Academia.

El Papa nos recuerda que la Doctrina Social de la Iglesia invita con insistencia a encontrar los caminos para aplicar en la práctica la fraternidad como principio regulador del orden económico. Allí donde se habla o piensa en términos de solidaridad, la Doctrina Social habla más bien de fraternidad, dado que una sociedad fraterna es también solidaria, mientras que lo contrario no siempre es verdad, como lo confirman algunas experiencias. Hablar de fraternidad en el ámbito económico puede sonar a determinados espíritus a música celestial ya que piensan sólo en términos de eficiencia, de máximo beneficio, de negocios. Para muchos economistas, sobre todos para liberales y neoliberales, la fraternidad es una debilidad que hay que desterrar.

También nos recuerda que una sociedad democrática no puede progresar separando dos códigos distintos: el de la eficacia y el de la solidaridad. El de la eficacia serviría solamente para regular las relaciones entre los seres humanos dentro del ámbito económico, mientras que el código de la solidaridad regularía las relaciones entre personas dentro del ámbito social. Esta separación ha empobrecido nuestra sociedad. La realidad clave que nos permite superar esta dicotomía o disfunción es la fraternidad, una actitud evangélica, completamente abandonada por la economía.

La fraternidad prolonga y concreta la encarnación de Cristo. En la tradición franciscana la fraternidad constituye el complemento y la exaltación del principio de solidaridad.

Una sociedad en la que se diluya la fraternidad es una sociedad sin futuro; no es capaz de progresar la sociedad en la que solo existe solamente el “dar para obtener” o el “dar por deber”.

La economía no puede olvidar su función de servir al ser humano. La solidaridad y la fraternidad incluyen o presuponen la justicia social y la honradez, la ética, la transparencia y la decencia en la gestión de los bienes públicos y comunes.

Carlos Collantes sx

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