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  • Carlos Collantes Díez

ESTILO SOLIDARIO

14 Febrero 2018 1232

Como cada año, nos hacemos eco de la campaña anual de “Manos Unidas”. Una vez más nos recuerdan las causas del hambre, causas que -no lo olvidemos- tienen solución:

 

- La consideración de los alimentos como “mercancías”, valorando su función meramente económica, ponderando su cualidad para producir beneficios, por encima de su cometido como garante del derecho a la alimentación y a la vida de las personas.

- La extensión de un modelo productivo a gran escala, que se manifiesta claramente insostenible.

- El despilfarro alimentario, como resultado de ese mismo sistema de producción y distribución, y sustentado por unos estilos de vida y unos hábitos de consumo insostenibles e individualistas.

Y tras señalar las causas apuntan a vías de solución: 

- Reforzar el derecho a la alimentación a través del apoyo a los pequeños productores.

- Denunciar los elementos que dentro de nuestro sistema alimentario bloquean o dificultan el derecho a la alimentación y proponer alternativas. 

- La educación en valores, motivando hacia el consumo responsable y una vida más solidaria y sostenible.

Vías que a todos nos afectan de una manera o de otra. Y siendo además el derecho a la alimentación, un derecho humano fundamental y básico, señalan: la incoherencia entre un reconocimiento universal del derecho a la alimentación, y la constante vulneración del mismo, por la falta de voluntad política, que se manifiesta, por ejemplo, en la práctica habitual de muchos estados de establecer mecanismos legales para evitar que su responsabilidad como garante del derecho pueda ser exigida judicialmente por la ciudadanía.

Interpelaciones complementarias encontramos en el mensaje anual a la FAO del Papa Francisco (octubre 2017), en el que pone de manifiesto las interrelaciones existentes entre conflictos, cambio climático, hambre, migraciones, refugiados.

La relación -escribe él- entre el hambre y las migraciones sólo se puede afrontar si vamos a la raíz del problema. A este respecto, los estudios realizados por las Naciones Unidas, como tantos otros llevados a cabo por Organizaciones de la sociedad civil, concuerdan en que son dos los principales obstáculos que hay que superar: los conflictos y los cambios climáticos.

Estamos llamados a proponer un cambio en los estilos de vida, en el uso de los recursos, en los criterios de producción, hasta en el consumo, que en lo que respecta a los alimentos, presenta un aumento de las pérdidas y el desperdicio. No podemos conformarnos con decir “otro lo hará”.

En efecto, los recursos alimentarios están frecuentemente expuestos a la especulación, que los mide solamente en función del beneficio económico de los grandes productores o en relación a las estimaciones de consumo, y no a las reales exigencias de las personas. De esta manera, se favorecen los conflictos y el despilfarro, y aumenta el número de los últimos de la tierra que buscan un futuro lejos de sus territorios de origen.

Futuro al que tienen derecho.

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