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  • Carlos Collantes Díez

VIDA ENTREGADA

31 Marzo 2018 3898

“Hay una flor en el mundo que sólo puede crecer si se la riega con sangre. La sangre del hombre está no sólo hecha para mover su corazón sino para regar los ríos de la Tierra, las venas de la Tierra, y mover el corazón del mundo” (León Felipe)

Mover el corazón del mundo con nuestro esfuerzo, golpe a golpe; con nuestra esperanza, paso a paso; con la búsqueda de la justicia, lucha a lucha; con nuestra entrega, vida a vida, la tuya, la mía… y la de tantos hermanos y hermanas. Vidas entregadas. La de Jesús, entregada para siempre. Su ofrenda, su vida sigue moviendo nuestros corazones y alimentando nuestra esperanza; sigue moviendo el mundo.

Y seguimos caminando en pos de la utopía, la de los cielos nuevos y la tierra nueva, paso a paso, lucha a lucha, día a día. Y aquí entra la pasión, amor rima con pasión. La gloria de Belén será un día la gloria del Resucitado pero en medio se alza la cruz, la de Jesús, vivida como entrega de la propia vida, como cercanía a los más vulnerables y como compromiso con ellos; y las nuestras vividas en fidelidad y seguimiento de Jesús.

“En Jesús crucificado se rompen todas las ideas que sobre Dios se han hecho las personas a través de la historia. En él aparece la debilidad y el sufrimiento de Dios. Solo un Dios que sufre puede ayudarnos.” (D. Bonhoeffer) Un Dios, que en Jesús, hace suyo el dolor, el miedo, la impotencia de quienes comparten con él la condición de víctimas de la historia; que llora, suda, sangra. Son los sufrimientos del amor, porque nos ama sufre por nosotros.

LA CRUZ. Un acto de violencia extrema y desmedida, visto del lado de quienes condenan y ejecutan a Jesús. Pero un acto de valor, de entrega lúcida, de libertad confiada, de amor desmedido. “Por eso me ama mi Padre: porque yo entrego mi vida, para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla” (Jn 10, 17-18). Ninguna muerte violenta, injusta y cruel se justifica. Dios, en su bondad, recupera una vida entregada y solidaria, y rehabilita todo el itinerario existencial de Jesús, convirtiéndolo en Camino, Verdad y VIDA.

Hay muertes que se convierten en fuente de vida para otras personas y son expresión de generosidad, entrega, altruismo, de una vida vivida en plenitud de amor, actitudes que generan vida. Dios en su bondad-poder hace que sea vida también para uno mismo, por eso resucita a Jesús y su resurrección nos alcanza a todos porque él se ha dejado alcanzar por nuestras muertes. Y resucitado recupera nuestros gestos de bondad, amor, generosidad, también nuestras muertes.

Solo nos salva un Dios que se ha adentrado en el interior de nuestra condición humana y ha experimentado en su propio ser las consecuencias de semejante inmersión. Dios revela su omnipotencia siguiendo los caminos del perdón, la bondad y la ternura. Dios no necesita sangre. No. La cruz la hemos querido nosotros, es una creación humana, expresión de tanta violencia e injusticia acumuladas. Dios ha hecho resurgir la Vida: Jesús es “el primero en nacer de la muerte…”

“Aquel día entró el sol a buscarte con una rosa de fuego en la mano para desposarte con la luz”. (León Felipe) A pesar de tanta oscuridad, nuestra humanidad ha sido desposada con la luz, en amor indisoluble, gracias a Jesús, sol que nos visita cada mañana y nos trae esa rosa apasionada de fuego, fuego de amor y de pasión.

P. Carlos Collantes sx

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