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  • Elaborado por F. Javier Martínez sx

Misión en la amazonía: el grito de la tierra y el grito de los pueblos originarios

10 Agosto 2023 423

La Amazonía, también llamada Panamazonía, es un extenso territorio con una población estimada en 33.600.000 habitantes, de los cuales entre 2 y 2,5 millones son indígenas. Este espacio, conformado por la cuenca del río Amazonas y todos sus tributarios, se extiende por 9 países: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guayana, Surinam y Guayana Francesa. En la región Amazónica existe una realidad pluriétnica y multicultural donde conviven indígenas, campesinos, ribereños, afrodescendientes, colonos, población urbana, pueblos indígenas no contactados y en aislamiento voluntario (PIAV), con un total de más de 120 lenguas diferentes.

Es uno de los lugares más bellos del planeta, con un rico bioma de flora y fauna, uno de los mayores caudales de agua dulce y de vegetación selvática que ayuda al equilibrio climático de América y del mundo. Además, su deterioro afecta gravemente a toda la tierra y a la humanidad. Pero, aparte, la Amazonía está más amenazada que nunca por los intereses económicos de las grandes multinacionales y de los gobiernos.

Medellín 1968

Los misioneros javerianos llegaron a Brasil en 1953, en respuesta a la llamada del papa Pio XII que pidió a las congregaciones misioneras efectivos para América Latina. Trabajaron en el sur de Brasil y en 1961 un primero grupo de javerianos llega a la región amazónica en el norte de Brasil para asumir el Vicariato de Abaeté do Tocantins en el estado de Pará, creado por Juan XXIII el 25 de noviembre de ese mismo año y entregado al cuidado pastoral de los misioneros javerianos.

En la década de los años 70 la Iglesia amazónica, a la luz de los cambios emanados del Concilio Vaticano II y de la recepción de éste para América Latina en el encuentro de los obispos latinoamericanos de Medellín (1968), comienza a realizar una pastoral más orientada a los problemas regionales, enfrentando la realidad que emergía de la política gubernamental “desarrollista” de integrar y explotar la región.

Un momento significativo de esta nueva orientación es la carta pastoral del entonces nuevo obispo del Vicariato de São Félix do Araguaia, don Pedro Casaldáliga, que en 1971 escribe “Una Iglesia del Amazonas en conflicto con el latifundio y la marginación social”.

La experiencia del martirio

En el encuentro de los obispos de las diócesis y vicariatos de la Amazonía brasileña reunidos en Santarém en 1972 podemos decir que nace oficialmente “la Iglesia con rostro amazónico”. En él se proyecta un Plan de Pastoral de gran repercusión en la región destacando dos directrices: encarnación en la realidad y evangelización liberadora.

En ese mismo año se crean los institutos teológicos de pastoral regional, uno en Manaos y otro en Belem. Se creó el CIMI, “Consejo indigenista misionero” que renovará el trabajo pastoral de la iglesia con los pueblos indígenas respetando su alteridad, autonomía y protagonismo, asumiendo su causa dentro de una perspectiva más amplia de una sociedad democrática, justa, solidaria, pluriétnica y pluricultural. En 1975 se crea la CPT, “Comisión Pastoral de la Tierra”, para responder a la violencia en el campo y a la cuestión agraria en general. Buena parte de la Iglesia pasó a solidarizarse con los más pobres y oprimidos: pueblos originarios, pequeños agricultores, sin tierra, migrantes, desempleados etc., rompiendo los vínculos históricos tradicionales. La Iglesia de la Amazonía pasa por la experiencia del martirio.

Biodiversidad y reserva cultural

La presencia de los javerianos no se limitó al Vicariato de Abaeté do Tocantins. A partir de 1970 se comenzó a colaborar con la archidiócesis de Belém asumiendo compromisos pastorales en áreas de la periferia de la ciudad y enseñando en el recién creado instituto de pastoral regional (IPAR). En 1978 se decide colaborar con el entonces Vicariato do Xingú de grandes dimensiones marcado por la llegada de colonos migrantes venidos de todas las regiones de Brasil, incentivados por los planes del gobierno militar, encontrando aquí los habitantes tradicionales y pueblos originarios, configurándose así una realidad particularmente conflictiva y violenta.

Más adelante para mejor acompañar al pueblo indígena Mebêmgôkre (Kayapó) se inicia una presencia en Redenção, perteneciente a la diócesis de Conceição do Araguaia. En 2014 el javeriano español Adolfo Zon es nombrado obispo de la diócesis de Alto Solimões en la parte occidental de la amazonia brasileña, frontera con Perú y Colombia. Región con alta presencia indígena y con los peores índices de desarrollo humano (IDH) de Brasil. Ella alberga una de las mayores tierras indígenas demarcadas de Brasil con varias etnias y grupos aun no contactados y en aislamiento voluntario.

La Amazonía además de constituir una reserva de biodiversidad, es también una reserva cultural que debe ser preservada frente a los nuevos colonialismos. La selva amazónica continua a ser destruida, y sus poblaciones amenazadas, agredidas y en peligro de extinción. El modelo impuesto es “predatorio” y se instauró en la Amazonía brasileña con cinco actividades básicas: extracción de madera, creación de ganado, explotación mineral, monocultivos (especialmente soja) y energía hidráulica.

El sínodo amazónico celebrado en Roma en 2019, en su amplio y previo proceso de escucha de la región, consiguió hacer resonar el grito de la selva agredida y el grito de los pobres y poblaciones tradicionales, especialmente la situación dramática vivida hoy por los pueblos indígenas que habitan la Amazonía.

Deforestación, violencia y muerte

El documento final del sínodo invitaba a la “conversión integral que viene de la escucha de la realidad” no solo restringido al ámbito local sino dirigido a todos, para reflexionar sobre el futuro común como humanidad y alertando de la necesidad de implementar un nuevo paradigma civilizatorio que armonice las relaciones entre la Tierra y la humanidad, una “ecología integral” en el sentido propuesto en la encíclica “Laudato Si” incluyendo los aspectos humanos y sociales.

Con la desastrosa gestión de la pandemia y de las políticas dirigidas para la Amazonía del anterior gobierno brasileño de Jair Bolsonaro la situación ha empeorado considerablemente. Según el Observatorio del Clima, desde 2019 hasta enero de 2022 un área mayor que la nación de Bélgica ha sido deforestada en la Amazonía y en 2020 Brasil lideró la destrucción de selvas primarias en todo el mundo. El cerco a los indígenas también se fue cerrando con el incremento de las invasiones de tierras indígenas por parte de garimpeiros para la extracción de oro ilegal, más de 20.000 en la tierra indígena Yanomami con episodios de violencia y muertes. También con la agenda anti indígena del anterior congreso, con la intimidación de líderes indígenas y con la desfiguración del órgano indígena del gobierno (FUNAI).

Los misioneros javerianos continuamos la misión en medio de esta realidad que configura y determina nuestra modalidad de presencia y trabajo. Actualmente estamos en el estado de Pará en actividades de parroquia misionera, pastoral indigenista, comisión pastoral de la tierra, animación misionera-vocacional y formación de futuros javerianos. Y también en el estado del Amazonas en la diócesis Alto Solimões del obispo javeriano Adolfo Zon. Concretamente en la parroquia de Atalaya del Norte donde se encuentra el “Vale do Javari” con siete etnias indígenas cada una con su lengua y cosmovisión propia y numerosos grupos de poblaciones indígenas no contactadas y en aislamiento voluntario. Allí trabaja Marta Barral, laica javeriana española junto con los javerianos Alberto Panichela, Giuseppe Leoni y Javier Martínez y con la esperanza de nuevas incorporaciones al servicio de la misión en esta tierra y con estos pueblos.

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