Jesús predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas. En Jesús la palabra tiene autoridad. Y esto toca el corazón. La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su palabra obra lo que dice. Porque es el profeta definitivo. […]Moisés anuncia a Jesús como el profeta definitivo. Jesús no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos.
La predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo. Su palabra apunta directamente contra el reino de Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo. El poseído —ese hombre poseído, obseso—, tras la orden del Señor, es liberado y transformado en una nueva persona. […]Jesús atrae a las personas con su autoridad, y también es el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que sana. ¿Escuchamos las palabras autorizadas de Jesús? Escuchar la palabra autorizada de Jesús. Todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales. Pidamos a Jesús: “Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. ¡Sáname!”. Pedir a Jesús la curación de nuestros pecados, de nuestros males.
COMENTARIOS:
José Luis Sicre: Dos reacciones ante Jesús. Marcos dejará claro a lo largo de su evangelio que los enemigos más peligrosos de Jesús no son los demonios sino los hombres. Serán ellos quienes terminen matándolo.
Mª Luisa Paret: Les enseñaba con autoridad. Mientras no haya una verdadera socialización evangélica y una praxis de servicio no se implanta el Reino. Por el contrario, se instaura la desigualdad, el partidismo y la degradación de la naturaleza.