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  • Robertus Kardi

“Todo el mundo te busca”

01 Febrero 2024 495

En este quinto domingo del tiempo ordinario (B) - en el Evangelio según Marcos (Mc. 1. 29-39) - contemplamos un pasaje que nos revela la compasión y el poder de nuestro Señor Jesucristo. San Marcos nos presenta a un Jesús que anuncia el Reino de Dios tanto de palabra como con obras. De ahí que insista continuamente en presentar a un Jesús que enseña, pero que también actúa, que se revela por medio de su predicación y a su vez en su actuar.

En este relato, encontramos a Jesús visitando la casa de Simón y Andrés, donde la suegra de Simón estaba enferma con fiebre. La escena nos presenta una realidad común en nuestras vidas: el sufrimiento y la enfermedad. La reacción de Jesús ante la enfermedad es un testimonio de su amor y compasión por nosotros. En lugar de evitar el dolor, Jesús se acerca a él. Tomando a la suegra de Simón de la mano, la levanta y la fiebre la deja. En este gesto, vemos el poder sanador de Jesús, pero también su deseo de liberarnos de las cadenas que nos atan.

Este episodio nos invita a reflexionar sobre nuestras propias enfermedades, no solo las físicas, sino también las espirituales y emocionales. Jesús desea entrar en nuestras vidas, tocar nuestras heridas y liberarnos de todo lo que nos impide vivir plenamente. ¿Estamos dispuestos a dejar que Jesús entre en nuestra casa, en nuestro corazón, y nos cure?

Pero la historia no termina aquí. Después de sanar a la suegra de Simón, la noticia se difunde rápidamente y la gente de la ciudad se reúne fuera de la casa de Simón en busca de Jesús. Y, ¿cuál es la respuesta de Jesús? Sale de la casa y se entrega a la misión de predicar y sanar a los enfermos en otros lugares. Este gesto nos enseña que el ministerio de Jesús va más allá de las necesidades individuales; es una respuesta al sufrimiento general de la humanidad.

En nuestras vidas, también estamos llamados a salir de nuestras "casas" personales y compartir el amor y la verdad de Cristo con los demás. ¿Estamos dispuestos a extender la mano a aquellos que nos rodean, a ser instrumentos de la paz y la sanación?

Finalmente, Jesús se retira a un lugar solitario para orar. Este momento nos revela la importancia de la comunión con el Padre. En medio de nuestras ocupaciones diarias, ¿encontramos tiempo para el silencio y la oración, buscando la voluntad de Dios en nuestras vidas?

Cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la palabra de Dios y la fuerza de la gracia a quienes sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos y enfermeros, para que el servicio al enfermo se preste cada vez más con humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico y con ternura. La Iglesia madre, mediante nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre.

 

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