Skip to main content
  • Rolando Ruiz Durán

Mi pequeña África

09 Agosto 2018 1017

Campo de trabajo con inmigrantes

Ceuta, julio de 2018

MI PEQUEÑA ÁFRICA

Desde pequeña soñé con ir de misión a África, sueño que veía lejano y hasta casi imposible; pero “que insondables son tus caminos Señor”. Sólo bastó decirle sí a su proyecto de amor para así emprender esta aventura misionera, la cual me llevó a Ceuta: “mi pequeña África”.

Descubrir el rostro de Dios en ellos, palpar sus manos, reír juntos, escuchar sus historias, compartir la vida, ser testigo de sus sueños, de sus proyectos, de sus sufrimientos o preocupaciones, de su esperanza, fue y es una experiencia que me ha llevado a ensanchar mi corazón.

Mis “hermanos migrantes” escuché llamarlos al comenzar esta experiencia por varios de los chicos con los que compartí estos días e hice propio, porque así lo sentí, así lo experimenté. Tener en el corazón rostros y nombres concretos me llena de felicidad y gratitud. Ellos me han enseñado a mirar más allá, a ver que no hay fronteras o vallas que destruyan los sueños y la esperanza, me han mostrado a ese Dios cercano, humano, sencillo y lleno de ternura, que camina a nuestro lado y que al mismo tiempo nos interpela, nos cuestiona, nos invita a acoger, proteger, promover e integrar.

Haber palpado tanta injusticia, indiferencia y tanto egoísmo me genera impotencia y cierta tristeza, pero al mismo tiempo ver a tantas personas que con tanto amor y dedicación, desde el silencio, la sencillez, trabajan y luchan por ellos, los migrantes, me llena de esperanza.

Descubrir a este Dios comunión que nos hermana también ha sido muy enriquecedor; el conocer y compartir con el islamismo, hinduismo, judaísmo y contemplar su trabajo en conjunto con el catolicismo me demuestra que cuán importante es valorar y poner por encima aquello que nos une. El conocer, respetar y amar al otro por lo que es, persona digna, nos llevará a un mundo más humano.

Agradezco a Dios por haber hecho posible que mi sueño, como también el sueño de ellos se vaya haciendo realidad, le doy gracias por esas personas que apasionadas por Cristo, por la misión y por el deseo de hacer del mundo una sola familia, han hecho posible esta experiencia. Agradezco también a cada uno de los chicos con los que hemos compartido estos días, de los cuales he aprendido muchísimo, sus testimonios, sus caminos de fe, sus alegrías, como también el comprometerse e involucrarse. Todo lo vivido en este campo de trabajo me ha ayudado a crecer y a renovar mi sí, a renovar mi compromiso de seguirle a Él, lo más cerca que pueda una humana criatura, por lo cual estoy muy agradecida.

Rocío Belén Pedroso

Misionera Cruzada de la Iglesia, Madrid

¿Te ha gustado este artículo?

compártelo