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Espiritualidad

Ver, buscar y amar a Dios en todas las cosas

Carta Testamento

El 2 de julio de 1921, Mons. Conforti envía una carta a todos los Javerianos. Es una carta que todos los misioneros javerianos conocemos como “Carta testamento”.

Hacia el final, Mons. Conforti escribe: “…teniendo que despedirme de vosotros, permitidme que … os exprese un deseo: el deseo de que la característica que debe ser el distintivo de los miembros presentes y futuros de nuestro Instituto, sea siempre el resultado de estos factores : espíritu de fe viva que nos haga ver a Dios, buscar a Dios y amar a Dios en todas las cosas, avivando en nosotros el anhelo de propagar por todas partes su reino; espíritu de obediencia pronta, generosa, constante, …; espíritu de amor intenso a nuestra familia religiosa, a la que tenemos que amar como madre, y de caridad a toda prueba para con los miembros que la componen”.

Una cita larga. Y sin embargo, si queremos hablar del núcleo que hace que seamos lo que somos y queremos vivir; si queremos hablar  de la realidad más profunda y verdadera, de lo que es el corazón de nuestra espiritualidad, no podemos prescindir de estas palabras: Dios en el centro.

La frase programática de Mons. Conforti, “in Omnibus Cristus” lo dice todo. Nosotros los Javerianos ponemos en el centro a Dios, su Palabra viva y encarnada.

Jesucristo

No se trata solamente de bonitas palabras: nuestro compromiso en favor de la humanidad (solidaridad, compromiso con los más empobrecidos, desarrollo, proyectos…), nuestro “andar en misión” no tiene otra razón que esta. Hemos conocido en Jesús a un Dios que nos quiere, que nos ha llamado y pensamos que merece la pena darle a conocer. Y si Cristo es la razón fundamental de nuestro ser cristianos y misioneros, no podemos -parafraseando a san Pablo- dejar de anunciarlo, porque “la caridad de Cristo nos apremia” (IICor 5,14).

Todo esto nos motiva y nos da una gran libertad, porque somos conscientes de que no tenemos que “defender” nada nuestro. Además sentimos que Jesucristo va siempre por delante, que su Espíritu nos precede siempre, y nos va guiando y empujando.

Por esta razón, nos reconoce-mos en dos imágenes del crucifijo: la del Cristo de Conforti, delante de la cual rezaba de joven, y la del Cristo de Javier, lugar donde nació san Francisco Javier, cuya vida está en el origen de la vocación misionera de Mons. Conforti. Vocación misionera que nuestro santo fundador quiso que viviéramos como religiosos. Por esto hacemos profesión de vivir en pobreza, castidad y obediencia, dedicando toda nuestra vida a la tarea de anunciar el evangelio a aquellos que no lo conocen todavía.

En familia

En comunidad, como hermanos. Consideramos que la primera forma de anunciar el evangelio, reside en la calidad de nuestra vida comunitaria. Es este espíritu de familia el que tantas veces llama la atención y atrae a quienes nos conocen o ven nuestro estilo de vivir la misión. No podemos anunciar una Palabra nueva, si no proponemos y vivimos un estilo de vida nuevo entre nosotros. Una familia nueva, fundada no en la carne y en la sangre, sino más bien en el amor trinitario, un amor que supera fronteras y diferencias de cultura y de origen.

Internacional: En comunión, diálogo y encuentro

Nosotros somos misioneros “ad gentes” (enviados a quienes no conocen Cristo) y “ad extra” (fuera de nuestras culturas, países e iglesias de origen). Y queremos abrirnos al Espíritu que llama a la misión desde otros pueblos. Hoy más que nunca nuestras comunidades son “in-ternacionales”: italianos, españoles, congoleños, cameruneses, indonesios, mejicanos…, seguimos respondiendo a la llamada del Espíritu que nos envía a anunciar el evangelio a todos (cf. Mc 16,15). Y somos conscientes de que estas comunidades “multiculturales” ya son -en sí mismas por la calidad de su vida comunitaria- anuncio de la buena noticia.
“…Cada uno oía a los apóstoles hablando en su propio idioma.” (Act 2,6). No podemos ser misioneros y prescindir del diálogo. No se puede anunciar a un Dios que revela la belleza de su rostro y la riqueza de la comunión mediante el diálogo con la humanidad entera en la diversidad y pluralidad de sus culturas y no vivir la misión como diálogo. Por ello vivimos y trabajamos en comunidades que son, cada vez, más internacionales.
San Guido Maria Conforti