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UNA FAMILIA MISIONERA “AD GENTES”

En estos últimos decenios, desde el Concilio Vaticano II la misión ad gentes ha cambiado profundamente, el evangelio sigue siendo el mismo, pero nuestra manera de pensar y de vivir la misión ha sufrido profundas transformaciones. Se ha profundizado el concepto de salvación, antes entendida de manera más reduccionista vinculada solamente al más allá, una salvación espiritualizada, de alma y concebida con frecuencia de manera individualista.

Nueva sensibilidad

Hoy la entendemos y queremos vivirla de forma distinta: una salvación referida a la persona entera, y que nos afecta como pueblo, como humanidad y tiene importantes repercusiones para nuestra vida ya en esta tierra, una vida digna, justa, fraterna, solidaria. En términos evangélicos hablamos del Reino de Dios, de acogerlo, de colaborar y trabajar por su presencia y llegada entre nosotros, en medio de nuestra humanidad. Y creemos que hay signos de su presencia dentro y fuera de las fronteras de la Iglesia, creemos que hay salvación fuera de la Iglesia, porque es Dios quien la lleva adelante y su Espíritu. Tras esta profundización, dimensiones importantes de la misión han ocupado una centralidad significativa: la inculturación, el diálogo interreligioso, el compromiso a favor de la justicia, la preocupación ecológica.

Cambios profundos

Han cambiado profundamente los contextos sociales y políticos en los que la misión se realiza, ha cambiado el valor acordado a las culturas autóctonas, han cambiado las Iglesias, lo que antes llamábamos tierra o países de misión hoy son Iglesias locales arraigadas en su pueblos y culturas, han aparecido nuevos sujetos y protagonistas de la misión. Ha cambiado profundamente la situación en nuestra Europa fuertemente marcada por la indiferencia religiosa, la secularización, por un cierto olvido de sus raíces cristianas. Y no podemos olvidarnos de los fuertes flujos migratorios que están transformando el rostro humano de nuestras sociedades. Y prueba de todo ello es el cambio de nuestro lenguaje, cambio que expresa otros cambios más profundos.

Hoy no hablamos de la misión en términos de conquista, de expansión, de crecimiento cuantitativo, de expandir la Iglesia o de ganar almas para Dios. Hoy hablamos de la misión en términos de encarnación, de inserción, de acompañamiento, de justicia, de solidaridad, de inculturación y diálogo respetuoso; hablamos de acogida de las “semillas del Verbo” y del Espíritu ya presente en pueblos, culturas, religiones y verdadero protagonista de la misión; hablamos de salvaguarda e integridad de la creación; hablamos de comunión entre Iglesias hermanas todas dando y recibiendo; hablamos de reconciliación que derriba muros y atraviesa divisiones y seguimos hablando, por supuesto, de anuncio del evangelio y de aquel es para nosotros es “camino, verdad y vida” Jesucristo, de testimonio y de invitación evangélica al encuentro con Cristo y a la conversión.

Manteniendo la identidad

Todos estos cambios profundos nos afectan a nosotros como congregación que tiene como carisma el primer anuncio. En medio de estas profundas transformaciones nosotros los misioneros javerianos seguimos manteniendo nuestra identidad insistiendo en lo nuestro específico, es decir, la misión ad gentes, ad extra y ad vitam. No negamos lo evidente, que hay situaciones de primer anuncio, de misión ad gentes entre nosotros en nuestro países de Europa, situaciones de las que las Iglesias locales de Europa son las primeras responsables, pero consideramos que lo “nuestro” es seguir saliendo para anunciar el evangelio y compartir nuestra fe y nuestra preocupación por el Reino fuera de las fronteras de nuestro país, cultura e Iglesia de origen, permaneciendo disponibles al servicio de la Iglesia universal y viviendo la comunión entre Iglesias que viven la comunión de bienes y de personas.

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Nuestro carisma misionero

Nuestras Constituciones dicen que “el fin único y exclusivo del Instituto es el anuncio de la buena nueva del Reino de Dios a los no cristianos”. Que “nuestra misión nos exige proclamar el Reino allí donde aún no está reconocido, denunciar cuanto se opone al mismo, mostrarlo ya presente en los signos y colaborar a su venida”. Que “por nuestro carisma específico somos enviados a poblaciones y grupos humanos no cristianos, fuera de nuestro ambiente, cultura e Iglesia de origen. Fieles a las preferencias de Cristo, nos dirigimos en particular, entre los no cristianos, a los destinatarios privilegiados del Reino: los pobres, los débiles, los marginados por la sociedad, las víctimas de la opresión y de la injusticia”. Y que “nuestro servicio al Reino se desarrolla en las Iglesias locales, principales responsables de la evangelización, con espíritu de colaboración sincera y responsable”.

Reflexiones y documentos posteriores: Capítulos Generales y Regionales, Ratio Missionis Xaveriana, Congresos javerianos sobre la misión, Programaciones Regionales y comunitarias…, han ido profundizando y adaptando, con fidelidad, nuestro carisma misionero de los orígenes. El reto ha sido siempre, y será, la fidelidad al carisma y la vivencia de éste en el mundo y en la Iglesia que a cada generación de misioneros le toca vivir.

Internacional: En comunión, diálogo y encuentro

Nosotros somos misioneros “ad gentes” (enviados a quien no conoce Cristo) y “ad extra” (fuera de nuestras culturas, de nuestros lugares otras tierras, otras culturas. Pero también nos sabemos abrir al Espíritu que llama a la misión desde otros pueblos. Hoy más que nunca nuestras comunidades son “internacionales”: italianos, españoles, congoleños, cameruneses, indonesios, mejicanos…, seguimos respondiendo a la llamada del Espíritu que nos envía a anunciar el evangelio a todos (cf. Mc 16,15). Y somos conscientes de que, en sí mismas, estas comunidades “multiculturales” son anuncio de la buena noticia.

Capaces de diálogo. “…Cada uno oía a los apóstoles hablando en su propio idioma.” (Hch 2,6). Consideramos que no podemos ser misioneros y prescindir del diálogo. No se puede anunciar un Dios que ha bajado a la tierra, que se ha puesto en diálogo con el hombre y no aceptar esta dimensión. Por ello vivimos y trabajamos en comunidades que, cada vez más, son internacionales.