Estamos en el sexto domingo del tiempo ordinario (A). En el evangelio de Mateo escuchamos que Jesús vino para dar cumplimiento y para promulgar de manera definitiva la ley de Dios, “hasta la última letra o tilde”. Así Jesús enseña cómo hacer plenamente la voluntad de Dios y usa esta palabra: con una “justicia superior” respecto a la de los escribas y fariseos. Una justicia animada por el amor, por la caridad, por la misericordia, y por lo tanto capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo.
Recordemos que Mateo dirige su Evangelio a cristianos mayoritariamente provenientes del judaísmo. Entre los judíos convertidos había dos tendencias. Unos pensaban que no era necesario observar las leyes del Antiguo Testamento, porque es por la fe en Jesús que somos salvados y no por la observancia de la Ley. Otros pensaban que ellos, siendo judíos, debían continuar a observar las leyes del Antiguo Testamento. En cada una de las dos tendencias había grupos más radicales. Ante este conflicto, Mateo procura llegar a un equilibrio entre los dos extremos. La comunidad debe ser el espacio donde este equilibrio puede ser alcanzado y vivido. La respuesta dada por Jesús a los que le criticaban seguía siendo bien actual: “¡No he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento!”. Las comunidades no pueden ir contra la Ley, ni pueden encerrarse en la observancia de la ley. Al igual que Jesús, deben dar un paso y mostrar, en la práctica, que el objetivo que la ley quiere alcanzar en la vida es la práctica perfecta del amor.
José Antonio Pagola: No a la guerra entre nosotros.Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él.