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  • Carlos Collantes Díez

SOBERANIA ALIMENTARIA: ALIMENTOS PARA TODOS

30 Marzo 2014 2313

 

El alimento se ha transformado en fuente de beneficios económicos y ocasión de lucro, y el proceso de transformación alimentaria en un negocio rentable. La prioridad práctica de la cruel lógica del mercado no es el derecho a la alimentación de millones de personas, sino los beneficios económicos de poderosas e influyentes minorías.

Con frecuencia, las políticas internacionales en lugar de garantizar el derecho a la alimentación, prefieren apostar por una agricultura industrial e intensiva -orientada a la exportación- y por el comercio especulativo, siguiendo la lógica del máximo beneficio económico. Todo ello dentro de un contexto de desregulación económico-financiera que deja desprotegidos a los grupos humanos más vulnerables como son los pequeños productores, y deja sin acceso a los alimentos a los más indefensos.

Derecho inalienable

Hace unas semanas Manos Unidas ha celebrado su LV campaña con el lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”. Y Caritas Internacional ha lanzado una campaña de sensibilización y acción que durará hasta mayo del 2015 con el lema: “Una sola familia alimentos para todos” en la que pretende implicar a gobiernos, sociedad civil, entidades públicas y privadas para combatir el hambre a nivel mundial.

La alimentación es un derecho humano básico e inalienable: todas las personas deben tener acceso a alimentos sanos, no contaminados, nutritivos, apropiados según la cultura, en calidad y cantidad suficientes para llevar una vida saludable y digna.

Frente a este derecho inalienable de las personas y de los pueblos y que hay que defender y asegurar, se levantan poderosos intereses económicos que obedecen a lógicas de negocio puro y duro, inhumano e insolidario. Al servicio de estos intereses trabajan poderosos organismos, el primero de ellos la Organización Mundial de Comercio (OMC) sin olvidarnos del FMI, ambos organismos imponen políticas neoliberales liberalizadoras y privatizadoras; y por supuesto las poderosas multinacionales del sector agroalimentarios, así como Gobiernos del Norte rico e influyente. Dos lógicas opuestas: una lógica de muerte enfrentada a la voluntad de vida.

El drama del hambre no es un problema natural, aunque a veces causas naturales puedan agudizarlo en algunos lugares del planeta. Es básicamente el resultado de determinadas decisiones humanas, decisiones de política económica, es un drama de dimensiones éticas y políticas que nos afecta a todos.

Ya en 1967 Pablo VI escribió: «… Si la tierra está hecha para procurar a cada uno los medios de subsistencia y los instrumentos de su progreso, todo hombre tiene el derecho de encontrar en ella lo que necesita. El reciente Concilio lo ha recordado: "Dios ha destinado la tierra, y todo lo que en ella se contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad". Todos los demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello están subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, facili­tar su realización, y es un deber social grave y urgente hacerlos volver a su finalidad primera». (Populorum Progressio, 22)

Solidaridad,  justicia y caridad

Y reflexionando sobre la fraternidad entre los pueblos, el mismo Pablo VI escribió: «Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones tienen sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural y se presentan bajo un triple aspecto: deber de solidaridad, en la ayuda que las naciones ricas deben aportar a los países en vía de desarrollo; deber de justicia social, endere­zando las relaciones comerciales defectuosas entre los pueblos fuertes y débiles; deber de caridad universal, por la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan que dar y recibir, sin que el progreso de los unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros. La cuestión es grave, ya que el provenir de la civilización mundial depende de ello». (PP 44)

Los alimentos no son –no debieran ser- una mercancía sino un derecho fundamental de las personas y de los pueblos que forma parte del derecho a la vida, a una vida digna; y no hace falta suministrar muchas cifras y datos para probar el fracaso del actual modelo agroalimentario. Son millones de hermanos los que siguen pasando hambre y algunos muriendo. Y fracaso significa incapacidad para garantizar el derecho de la población a alimentos sanos y “culturalmente apropiados”, producidos de manera respetuosa con el medio ambiente y mediante un trabajo digno para quienes los producen –mujeres en su mayoría-.

El concepto de soberanía alimentaria profundiza y complementa el de seguridad alimentaria (elaborado en su momento por la FAO, pero sin duda incompleto). Soberanía significa devolver a cada pueblo o grupo humano el control sobre los alimentos que produce y consume, e incluye la recuperación de los instrumentos técnicos, políticos y jurídicos-legales necesarios, entre estos instrumentos está el control de los precios y de los circuitos de comercialización. La soberanía adquiere su sentido en los ámbitos locales y regionales, pero también nacionales, que es donde se dirige en un primer momento la producción de alimentos. Cada pueblo tiene derecho a decidir su propia política agraria, qué alimentos se producen, en qué condiciones y qué cantidades. Derecho no respetado.

Estrategias e intereses

La alimentación de la población de un país no puede depender de los caprichos, vaivenes, intereses del mercado internacional, ni de los influyentes grupos (multinacionales, fondos de inversión) que en dicho mercado actúan en función de lógicas estrictamente económicas de rentabilidad, beneficio y lucro. Tampoco puede depender de las estrategias o intereses geopolíticos y económicos de una gran potencia. Cuando se habla de alimentación no se piensa únicamente en la agricultura, sino también en la ganadería y en la pesca, en todos los sectores ligados a la alimentación. Son, por tanto, los respectivos pueblos los que deben poder decidir de manera soberana y libre qué políticas alimentarias desarrollar y llevar adelante.

En el fondo la soberanía alimentaria es un planteamiento radicalmente opuesto a la lógica neoliberal del modelo de desarrollo, de sociedad y de relaciones entre los países. Y tiene mucho de estrategia de resistencia y de lucha frente a los dictámenes e imposiciones de los más poderosos, siendo también un instrumento de análisis para comprender lo que sucede y los intereses -y lógicas contrapuestas- que están en juego.

La soberanía alimentaria –concepto elaborado por La Vía Campesina, movimiento internacional que agrupa a organizaciones campesinas, pequeños y medianos productores de más de 70 países- incluye diversos elementos, enumeramos sólo dos: el derecho de los pueblos y países a protegerse de las importaciones de alimentos demasiado baratas que bajo apariencia de bien tienen efectos negativos sobre la producción –y los productores- local. Y otro elemento muy importante es el reconocimiento de los derechos de las mujeres ya que son ellas quienes desempeñan un papel determinante y esencial en la producción agrícola y en la alimentación.  

En la mercantilización de la agricultura y de los alimentos ha jugado un papel determinante y negativo la Organización Mundial de Comercio porque ha supeditado -y lo sigue haciendo- la producción (transformación y distribución) de los alimentos al mercado mundial dominado por las grandes multinacionales del sector, por sus intereses y ganancias económicas, intereses perniciosos para millones de agricultores, para su dignidad y supervivencia y para sus comunidades locales.

Ética política

La lógica de fondo debe ser el sometimiento de la economía a la sana política, es decir al bien común; de la política a la ética, ética que debe de estar en todo momento iluminada por una sensibilidad humanitaria solidaria, justa y fraterna. Mientras no aseguremos este sometimiento u orden de prioridades no habrá solución para el drama del hambre. El Reino se hace presente en estas luchas que buscan justicia para los desfavorecidos, que escuchan el clamor de los empobrecidos y que nos invitan a saber leer los signos de los tiempos.

En artículos posteriores seguiremos abordando y ahondando ésta y otras problemáticas con ella relacionadas, y que afectan también a nuestro estilo de vida: de consumo, de ahorro, de inversiones. Problemáticas relacionadas con el modelo de desarrollo, de sociedad y de relaciones entre los pueblos. 

P. Carlos Collantes sx

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