Último domingo del tiempo cuaresmal, el próximo es ya Domingo de Ramos, y las lecturas de la liturgia de hoy culminan el mensaje de las promesas de Dios para la humanidad, que se consumarán con la pasión, muerte y resurrección del Señor. En la petición de aquellos griegos podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres, en todo lugar y tiempo, dirigen a la Iglesia y también a cada uno de nosotros: “Queremos ver a Jesús”. ¿Cómo responde Jesús a esta petición? Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto». Estas palabras no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto. Como diciendo: si queréis conocerme, si queréis comprenderme, mirad el grano de trigo en la tierra, mirad la cruz. […] La cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante.
También hoy mucha gente, a menudo sin decirlo implícitamente, quisiera “ver a Jesús”, encontrarlo, conocerlo. Esto nos hace comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades. Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se entrega en el servicio, de una vida que toma sobre sí el estilo de Dios —cercanía, compasión y ternura— y se entrega en el servicio. Se trata de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes, no con condenas teóricas, sino con gestos de amor. Entonces el Señor, con su gracia, nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades o persecuciones, o pretensiones de legalismos o moralismos clericales. Esto es terreno árido. Precisamente entonces, en la prueba y en la soledad, mientras muere la semilla, es el momento en que brota la vida, para dar fruto maduro en su momento. Es en esta trama de muerte y de vida que podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor, que siempre, repito, se da en el estilo de Dios: cercanía, compasión, ternura.
José Antonio Pagola: No se ama impunemente. Pocas frases tan provocativas como las que escuchamos hoy en el evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto».
Pepa Torres Pérez: Perder para ganar. Fecundidad insospechada. La lógica del evangelio no es exitosa ni triunfalista. El mesianismo de Jesús es un mesianismo descalzo que nos invita como iglesia a situarnos al lado de los perdedores y perdedoras de la historia.
Fidel Aizpurúa: Si el grano de trigo muere…Dicen que la cultura moderna tiende a ocultar la muerte porque la considera sin valor y por ello, hablar de la muerte y fruncir el ceño es todo uno. Pero algo nos dice que en el morir hay fecundidad.