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  • P. Ángel de la Victoria sx

PENTECOSTES, UNA IGLESIA EN SALIDA

08 Septiembre 2022 2141

Han pasado 50 días desde que celebramos la gran fiesta de la Pascua, el paso de la muerte a la vida, la fiesta de la esperanza y la ilusión, la fiesta de la vida. Y, casi sin darnos cuenta, hemos llegado a Pentecostés.

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra la experiencia que vivieron los once apóstoles encerrados en una casa junto a las mujeres y algunos discípulos que acompañaban a Jesús y siempre estuvieron con Él: “De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hch 2,2-4).

La fuerza del Espíritu

A pesar de las distintas apariciones de Jesús a sus discípulos, estos seguían encerrados, paralizados, con miedo y sin saber qué hacer. Seguían sin entender lo que Jesús había hecho y cómo Él seguía acompañándolos y fortaleciéndolos para seguir adelante.

Pero gracias a ese estruendo, a ese viento que los agitó profundamente y a esas llamaradas que se posaron sobre ellos, los discípulos se llenaron de Espíritu Santo y este los llenó de fuerza, ánimo, coraje, ilusión, valor. Es gracias al Espíritu Santo que abrieron las puertas y salieron al encuentro de los otros. Es gracias al Espíritu Santo que recibieron en Pentecostés que comprendieron las palabras que Jesús les había dicho cuando se les apareció: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22).

Vivir con esperanza

También nosotros debemos abrir los oídos y el corazón para escuchar este mensaje que nos invita a salir, a vivir sin miedo, a ir hacia los demás, a vivir con esperanza, a creer en la presencia del Señor resucitado entre nosotros, a acercarnos de aquellos que no entran en nuestras iglesias, a creer que la misión está todavía por hacer, a ayudar a que nuestra iglesia no se repliegue sobre ella misma sino que se sienta siempre misionera, a descubrir los millones de personas que siguen sin conocer a Jesús, no solo en países lejanos y exóticos, sino también muy cerca de nosotros, en nuestras familias, en nuestros barrios y en nuestros pueblos.

El Espíritu Santo nos empuja hoy a cada uno de nosotros a seguir realizando la misión de Jesús, aliviando el dolor del mundo y proclamando un mensaje de amor y de misericordia. Es gracias al Espíritu Santo que la Iglesia es misionera y por eso es siempre una Iglesia en salida.

No dejemos que el miedo y los cerrojos nos encierren. Sintámonos llamados, enviados y habitados por este mismo Espíritu. Dejemos que el Espíritu Santo siga haciendo nuevas todas las cosas como lo hizo el día de Pentecostés.

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